Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Difícilmente
es posible pensar en una muerte más cruel como final de una vida tan cruel.
España entra en la negrura de los años oscuros, de las muertes en la soledad,
de las muertes por desesperación arrojándose por la venta de la casa que a la
que ya no volverás. El escándalo de los desahucios es el de una sociedad
depredadora en la que se pone en venta un piso antes de que los vecinos lo
abandonen, antes de que se vayan a mí que me importa dónde porque no es mi problema.
No hace
muchos días recogíamos aquí el caso del hombre que sale de la cárcel y se
encuentra el cadáver momificado de su esposa sobre la cama, muerta por una
depresión profunda, teniendo la falta de delicadeza de molestar al vecindario
con el olor de su descomposición. Hoy nos llega de León, de Astorga, otro caso triste,
el de la muerte por causas naturales de una anciana de 82 años que tenía a su cuidado
a su hija discapacitada física y psíquica, ciega. La muerte de la madre ha
significado la muerte lenta, horrible de la hija en el más absoluto abandono
posible. A veces una vida de dolores te reserva el final más doloroso, como un
chiste negro, terrible.
Han
tenido que salir los jueces a decir lo injusta que es la ley que con la que
tienen que juzgar; han tenido que salir las instituciones europeas a decir que
son desahucios abusivos; han tenido que salir los policías a decir que se
declaran objetores de conciencia en eso de sacar a la gente de sus casas y
dejarlos en la calle. Han tenido que formarse piquetes en las calles para impedir los desahucios. Han tenido que ocurrir cuatro muertes para que los
principales representantes de los partidos políticos dediquen algunas horas y
algunas fotos a tratar este tema. Cuanto muertes y un clamor para que los
bancos se echen para atrás ante el temor de que la gente, horrorizada y harta, saque
sus depósitos y cancele sus cuentas.
Con un
Estado que se privatizó a través de las acciones de las ONG a las que ahora no
puede mantener por los recortes de presupuestos, sin dinero, cada vez serán más
los casos de los olvidados dejados a su suerte, frutos de futuros lamentos en
los que las lágrimas resbalarán por nuestras caras pasmadas ante lo que vemos y
escuchamos.
Las ONG
se han lanzado a las calles a buscar dinero; van de puerta en puerta pidiendo
para poder seguir haciendo su labor. Rondan por estaciones y centros
comerciales, se te presentan en tu casa en fin de semana. Todas cuentan la
misma historia: necesitamos financiación. Y cada vez es más difícil sacarlo de
las instituciones o de los particulares.
El
envejecimiento de nuestra población es grande. Solo se ha visto como un negocio
para residencias y medicamentos. Los viejos son el negocio del futuro, aquellos
a los que hay que exprimir por una vía u otra. Los hay que ya lo hacen
criminalmente, quitándoles el dinero de las pensiones y manteniéndolos medio secuestrados,
retenidos en las casas. Ya hemos tenido noticias de algunos casos. Pero sobre
todo los hay abandonados. La famosa y maravillosa "movilidad laboral",
que nuestros brillantes economistas nos recomiendan para encontrar algún sueldo
miserable, conlleva la separación física de las familias dejando a los mayores
lejos de los que podrían tener alguna vigilancia o atención. Las casas
pequeñas, esas por las que algunos se han endeudado por el resto de su vida, no
suelen tener un espacio suficiente para acogerlos.
Siempre
hay excusas que nos permiten justificar estas muertes en el abandono. Dicen que
el hecho de que tuvieran casa en Madrid dificultó la localización. No las
buscaban para ayudarlas, sino por una requisitoria del juzgado de Astorga para
determinar si la madre estaba en condiciones de cuidar a la hija. Nada que
fuera urgente, según parece. Ya aparecerán. El artículo del Diario de León insiste en la limpieza
con la que la Policía, tras ver uno de los cadáveres por la ventana, entró en
la vivienda con una escalera, sin tener que romper nada, sin forzar la puerta:
"Una vez en el interior, ya fue posible abrir la puerta del domicilio sin
causar desperfectos o recurrir a un cerrajero."* ¡Bravo!
De nuevo
los olores. Podemos apartar la vista y no mirar; podemos elevar el volumen para
evitar escuchar los gritos y lamentos. Pero no podemos engañar al olfato porque
no podemos dejar de respirar el ambiente de esta sociedad que se pudre poco a
poco entre la codicia de unos y el olvido de otros.
Unos han muerto al perder sus casas; otros mueren en ellas, olvidados, sin que nadie llame a sus puertas para ver cómo se encuentran o qué necesitan. Al olvidarlos a ellos, nos olvidamos de nosotros mismos, de nuestra propia humanidad.
Descansen
ellas en paz. Y no descansemos nosotros.
Una absoluta vergüenza que no se hayan tomado medidas antes. Qué clase política, madre mía.
ResponderEliminarAsí es. Especialmente sangrante porque tampoco se tomaron medidas contra la formación de la burbuja inmobiliaria, que había sido advertida por todas las instituciones europeas desde hace mucho, mucho tiempo. Se ignoró porque los principales beneficiarios eran bancos e inmobiliarias, que nunca pensaron que el deterioro económico iba a ser tan grande y tan rápido. O no les importó. La clase política ha sido cómplice en esto por desidia o por incompetencia. Algunos porque les interesó no frenarlo en su beneficio. Se generó la falsa riqueza que estalló finalmente en pobreza real. Un saludo, JMA
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