Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Si una
gran parte de nuestra economía ha girado sobre el sector inmobiliario, una gran
parte de los discursos políticos y sociales giran alrededor de las casas.
Parece que se han convertido en el centro del problema. Dice la patronal
bancaria que el 97% de las hipotecas se pagan —iba a decir "sin
problemas"—, que solo hay ese tres por ciento restante de personas que se
ven inmersas en los impagos. Es una forma de relativizar el volumen de los
discursos, aunque no sé si será convincente el argumento y tendrá eficacia.
La Banca está preocupada porque se modifiquen sus condiciones hipotecarias por los efectos sobre una minoría. Todo esto pendientes de lo que diga Europa después de lo que ya han dicho otros sectores, especialmente los jueces, sobre la opinión que les merece en el siglo XXI esta ley de principios del XX que ha cumplido "bien" su función, ser implacable con el que no paga.
La Banca está preocupada porque se modifiquen sus condiciones hipotecarias por los efectos sobre una minoría. Todo esto pendientes de lo que diga Europa después de lo que ya han dicho otros sectores, especialmente los jueces, sobre la opinión que les merece en el siglo XXI esta ley de principios del XX que ha cumplido "bien" su función, ser implacable con el que no paga.
Me
extraña la salida que ha tenido Miguel Martí, presidente de la Asociación
Española de la Banca (AEB), al decir que lo que hay que hacer es construir más
casas y dar más hipotecas*. El señor Martín revela así su concepto de lo que le
conviene a la Banca. Creo que lo que en este momento necesita España no son más
casas, sino más sueldos. Y esos sueldos solo se podrán tener si la Banca
concede préstamos a las empresas, que es lo que apenas hace. Sin ese dinero,
difícilmente se pondrá en marcha la creación de empleo, que es lo que la gente
necesita para tener un sueldo y poder pagar las hipotecas de esas casas que
entonces sí se podrían construir, si fueran necesarias.
La Banca ha tenido un papel esencial en la crisis económica pues es el crédito el que orienta selectivamente el crecimiento. Esa es la función del crédito según nos cuentan los libros. Una banca sensata selecciona allí donde ve que hay oportunidades de crecimiento y apuesta con el crédito concedido. El problema es que, cuando hay una burbuja, la Banca —respaldada por una férrea ley de hipotecas— trabaja con red mientras que los hipotecados ven abrirse bajo sus pies los abismos infestados de las alimañas del desempleo. Se quedan sin trabajo primero y sin casa después. Lo que propone el señor Martí es empezar la casa por el tejado. El suelo es el empleo.
La Ley
que defiende la banca diciendo que no se deben hacer "reformas de
calado" para no alterar el mercado hipotecario es evidentemente
proteccionista para los bancos a los que disminuye el riesgo porque se hacen
con los bienes suficientes como para que les compense dar "malos" créditos.
El problema, como siempre, es que con aquello que se quedan vaya perdiendo
valor, que es lo que ocurre ahora con el mercado inmobiliario una vez pinchada
la burbuja. La Ley no estaba pensada para burbujas, sino para pérdidas
ocasionales que no hicieran bajar los precios del sector inmobiliario en su
conjunto. Perdían una parte, pero lo recuperaban con creces al no disminuir el
precio de la vivienda. Ahora sí ha caído y lo seguirá haciendo.
En este
contexto de caída del precio de la vivienda y de stock sin salida, el gobierno
se saca de la chistera una medida que ha dejado a todo el mundo boquiabierto a
tenor de las reacciones: ¡conceder permisos de residencia a los que compren
viviendas por encima de un cierto valor, de 160.000 euros! Las reacciones son todavía tímidas porque
no se conoce precedente y, sobre todo, no se sabe muy bien qué se consigue
además de evitar que bajen los precios y que los bancos puedan perder.
La medida es la constatación de que el mercado interior está exhausto, más que agotado; la evidencia de que con cinco millones de parados y sin crearse empleo, la solución viene de más allá de las fronteras, de los que tengan dinero, inversores o simples compradores. Como los comunitarios no tienen ese problema y pueden venir a vivir entre nosotros siempre que quieran y puedan —pues muchos están ya tocados por sus crisis particulares y las de todos—, la medida, apuntan, se dirige a rusos y chinos. Seamos más precisos: a rusos y chinos que dispongan de esas cantidades para comprarse, con la casa, un permiso de residencia.
La
medida me parece lamentable y no sé si beneficia a la "marca españa",
pero desde luego a España (¿se acuerdan?) no. Que un país pueda vender permisos
de residencia por compra de casas es una renuncia, más bien un pisoteo, a su
propia consideración como nación. Es, sencillamente, mercadeo. Nuestro
deterioro es ya grande como para aumentarlo más con este tipo de medidas.
Tienen razón las asociaciones de inmigrantes que han dicho que la medida no les
parece justa pues no es más que una compra de "papeles" en la que se
pierde de vista la ley para modificarla para quien tiene dinero.
En el
fondo es lo que se ha dicho que se va a hacer con el señor Adelson y sus
"Eurovegas" madrileñas. Si monta su imperio ruletero aquí, le
barremos de la alfombra roja las leyes molestas para dejarle el negocio como
los chorros del oro. Cuando un país de dedica a cambiar sus leyes por dinero es
que le queda poquito sentido de ciertas cosas básicas.
No
entro demasiado en el provecho que ciertos sectores conocidos de ciudadanos
rusos y chinos poco ejemplares —como los amigos de Nacho Vidal, sin ir más
lejos— le pueden sacar a esto de comprar casas aquí con permiso de residencia
incluido. La compra de casas en España para el blanqueo de dinero es casi un
tema tabú que reaparece de vez en cuando vinculado a mafias de uno y otro
país. La publicación Rusia Hoy nos
planteaba algunas consideraciones interesantes sobre el deseo ruso de tener
casa en España bajo el título "La aventura rusa contra el fantasma del
blanqueo":
Si nos ponemos en la piel de un inversor ruso que quiere adquirir una
segunda residencia en nuestro país, las trabas no parecen, en principio, muy
grandes. Su primera atracción a la hora de comprar una vivienda en España es,
sin duda, el clima y la necesidad de tener una casa a pie de playa a 20 grados
al sol, no a menos 30. El carácter sufridor de un ruso, según destacan los
abogados españoles que trabajan con estos ciudadanos, es mucho mayor que el del
inversor inglés, acostumbrado como europeo a tener otro tipo de facilidades. No
ponen reticencias a las grandes colas, por lo que tienen paciencia para llevar
a cabo un sinfín de trámites. El primero de ellos y el más dificultoso es el
trato con la entidad bancaria que pone una cantidad muy elevada de requisitos a
la hora de obtener un crédito español. En conclusión, la atracción rusa que
ejerce España es extraordinaria pero para ello sería necesario facilitar su
entrada de divisas.
En la
otra cara de la moneda la opinión de los abogados, que tratan con este tipo de
clientes, es clara. “La experiencia nos demuestra que en muchos casos las
operaciones con origen de capital de ciudadanos rusos han servido para encubrir
el origen ilícito de dinero. Esto explica que de alguna manera la procedencia
rusa implique un mayor nivel de diligencia en el análisis de riesgo de blanqueo
por parte de las empresas españolas”. El abogado catalán Rafael Buzón señala
que Rusia está dentro de esta lista de países de riesgo susceptible a una mayor
revisión en el SEPBLAC (Servicio Ejecutivo de Prevención de Blanqueo de
Capitales). En este sentido, aunque la ley no concreta un listado de estados
que deban considerarse particularmente sospechosos de blanqueo de dinero, sí
que hay operaciones cuya procedencia
geográfica es suficiente motivo para un mayor análisis de la operación.**
Mucho
me temo que lo del "mayor análisis" nos lo exijan de fuera, desde la
Unión Europea, ya que aquí solo damos facilidades, según parece. A los
tradicionales blanqueos mafiosos en los casinos, que pronto estarán también a
nuestra disposición, se suman ahora los más que probables de la llegada de
capitales exteriores para la compra de casas. El negocio puede ser redondo para las mafias: compran "casas" y venden "permisos de residencia" a la vez que blanquean.
No
salimos de esos cuatro muros mentales que son, en gran medida, responsables de
nuestra crisis. No hacen falta más casas; nos sobran. Tampoco nos hacen falta más
mafiosos de los que tenemos. Lo que hace falta es apoyo crediticio a las
empresas que vayan más allá del sector inmobiliario, apostar por otro
crecimiento. Necesitamos empleos estables y sueldos dignos; que las casas sean lugar de descanso y no de sufrimiento angustiado.
*
"La banca aboga por construir más casas y dar más hipotecas" La
Vanguardia 19/11/2012 http://www.lavanguardia.com/economia/20121119/54354634253/la-banca-aboga-por-construir-mas-casas-y-dar-mas-hipotecas.html
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