Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Parece
que las crisis, en vez de invitar a la reflexión para tratar de encontrar
soluciones, fomentan la aparición de personas con poca sensatez, que tenían
frases preparadas para sus últimos momentos, pero, ya que está el lío formado,
aprovechan para decirlas. En un mundo mediático, decir tonterías puede causar
tantas muertes como arrojar bombas. Y las estupideces salen más baratas aunque
después salgan muy caras.
Las
palabras de los bocazas podrían ser ignoradas. Pero no lo son porque el mundo
se ha llenado —además de bocazas— de gente dispuesta a solucionarlo todo a
mamporro limpio tras escucharles. Es el caso —uno de ellos— del cónsul alemán
en Tesalónica, al que han perseguido violentamente y al que tuvo que proteger
la policía antidisturbios griega para evitar males mayores.
Visto el
vídeo del hecho, resulta altamente eufemístico —y hasta gracioso si tuviera
gracia— el titular del diario ABC: "Un grupo de manifestantes lanzan agua
y café al cónsul alemán en Tesalónica". Dicho así, parece que el agredido
cónsul hubiera pasado por un "control de avituallamiento", como en
las carreras ciclistas, en las que amables personas corren a su lado para
darles refresco y alimento. Pero no es así.
El
pobre cónsul sufre las consecuencias del bocazas de su colega político que,
desde la seguridad que da la tranquila Alemania, ha dicho que lo que hacen
3.000 funcionarios griegos lo hacen 1.000 funcionarios alemanes, una
desproporción bastante menor a la que mostraban las imágenes: unos 300 griegos
corriendo detrás de un alemán.
Entre
bocazas y matones estamos haciendo una Europa cada vez menos habitable. Algunos
justificarán a los asaltantes como "trabajadores llevados al límite de su
paciencia". Con los mismos motivos, la defensa de sus puestos de trabajo, otros justificarán también a los ultraderechistas y racistas
griegos que han asaltado, apaleado, etc., a trabajadores de distintos países
que habían recalado en Grecia por las tristes circunstancias de sus vidas y entornos. El "derecho
a perseguir" parece que se extiende y amplía. De la Europa de las instituciones a la Europa de las persecuciones.
Se empieza quemando retratos y banderas; se continúa persiguiendo a un cónsul y se acaba quemando coches de turistas alemanes (o del que toque) por la geografía europea. Ellos tienen la culpa de todo, claro. Nuestro bonito "espacio Schegen" se habrá convertido en un bonito recuerdo de otra época. Fue bonito mientras duró.
No sé
cuándo va a volver el "estado de bienestar" —o si volverá alguna vez—,
pero me preocupa más cuándo va a volver Europa a su "estado de
sensatez". Lo material no es lo único y estamos pervirtiendo nuestra
propia idea de la democracia por medio de la violencia, abriendo brechas.
Estamos "balcanizando" Europa y balcanizando a los europeos.
Hay que
tener mucho cuidado con esto de la justificación —incluso "diversión" para algunos— de la violencia.
Es violencia. No hay nada ejemplar ni reivindicativo en perseguir, zarandear,
insultar, escupir, arrojar café, agua o lo que sea. Es una agresión y deteriora
las posibilidades posteriores de convivencia. Puede que alguno —es obvio— no
tenga ningún interés en convivir con nadie y los argumentos le resbalen
olímpicamente. Pues allá él. O nos separamos de él o nos arrastrará. El poder se pervierte también en la violencia, en el mal uso de los mecanismos de autoridad. Todo acaba en un círculo vicioso en el que pierde siempre la ciudadanía.
Mantengo
intacto mi derecho a criticar y discrepar con las manos quietas, allí donde
deben estar, con una pancarta o en el bolsillo, sin necesidad de recurrir a la violencia. Y es preocupante su
aumento y, algo peor, la consideración de que es parte necesaria del proceso,
algo natural.
También la violencia es "espectáculo", forma parte del
repertorio de imágenes que se comunican y que buscan un efecto, en un sentido o
en otro, para mostrar la barbarie o para animarla. Hay actores de la violencia
como hay espectadores del espectáculo violento. Eso es peligroso.
La
prensa sensacionalista alemana (Bild)
titulaba "Die jungen Griechen, Spanier un Portugiesen kommen!". Es
solo un ejemplo, pero ya algunos preparan sus campañas en contra de los que
lleguen. Basta con que Alemania empeore un poco su economía, algo probable,
para que se cree el clima en el que en vez de tener griegos persiguiendo
alemanes, tengamos alemanes persiguiendo a españoles, portugueses o griegos,
como ya ocurrió con los turcos, como se encargó de mostrar el periodista alemán
Günter Wallraff en su libro reportaje "Cabeza de turco" (Ganz Unten, 1985), contando lo que vivió
en piel propia, en los años ochenta, haciéndose pasar por inmigrante turco.
Ya
tenemos a griegos persiguiendo a personas de distintas nacionalidades porque
están en "crisis" y eso, claro, lo justifica todo. Ya este verano nos
contaban:
Los inmigrantes en Grecia viven el mayor rechazo social desde que
comenzó la crisis. En los últimos seis meses cerca de 500 extranjeros han sido
atacados. Esta semana, ese acoso se ha cobrado una víctima mortal: un iraquí
fue apuñalado en un barrio de Atenas. El incremento de la violencia xenófoba
atemoriza a la población inmigrante.
[...] El Ministro de Defensa Civil afirmo que
el país se hundía y se enfrentaban a una invasión. Así justificaba la
repatriación de casi setecientas mil setecientas personas por no tener permiso
de trabajo.
Me
parece mal que se persiga a la gente. Parece ser que la alternativa al desastre
es perseguir a unos y a otros, a ricos y a pobres, a alemanes e iraquíes o de
cualquier otro sitio. Los Derechos Humanos hablan de no ser perseguido, no del
derecho a perseguir. Como se ponga en marcha esta práctica del acoso violento,
no sé si va a merecer la pena arreglar algo porque las heridas serán tan
profundas que no quedará nada de qué hablar, ni Europa en la que convivir.
No es
difícil imaginar el efecto que las imágenes de la persecución y humillación del
cónsul habrá tenido en Alemania. En pleno debate social y político sobre si
Alemania está siendo explotada por el resto de Europa para pagar sus excesos,
la imágenes son un jarro de agua fría para unos y un bidón de gasolina para
otros. Mientras el debate en Alemania es si deben dejarse "explotar"
por los griegos, portugueses, españoles, etc., el debate en los afectados por
la crisis es si deben dejarse mangonear por Alemania y ver sus países reducidos
a protectorados.
Algo
está fallando si los mecanismos de defensa de Europa pasan por incendiar
Europa, por que la flamante Premio Nobel de la Paz se convierta en un centro de
acosos y asaltos, de contenedores quemados, de palizas policiales, de persecuciones xenófobas, de
aumento del nacionalismo, del racismo, etc., con la excusa de que todos se han
vuelto agresores y vienen a por nosotros. No es posible que después de décadas
de construcción europea el resultado sea que unos persigan a otros por las
calles.
La noticia de EFE que reproduce ABC muestra un gran interés en las manchas de café de la camisa del cónsul alemán. No se me ocurre otra explicación de porqué tanto énfasis en ello más que el temor a que a alguien se le ocurriera pensar que son de otra cosa. Todo el mundo sabe que las manchas del café no salen bien, pero que hay otras que no salen nunca.
Sí,
algo falla.
* "Un
grupo de manifestantes lanzan agua y café al cónsul alemán en Tesalónica"
ABC 15/11/2012 http://www.abc.es/internacional/20121115/abci-atacado-consul-aleman-atenas-201211151919.html
**
"Alarma en Grecia ante el aumento de ataques xenófobos" Antena 3
15/08/2012http://www.antena3.com/noticias/mundo/inmigrantes-grecia-denuncian-aumento-racismo_2012081500049.html
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