Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Leo en
el diario El País que a Bryce
Echenique le han tenido que hacer entrega del premio concedido por la Feria del
Libro de Guadalajara (México) en su casa de Lima*, en privado, para evitar el
posible escándalo en una entrega oficial en tierras mejicanas, en las que
estaba el ambiente bastante caldeado.
El
barullo viene de las acusaciones de plagio vertidas contra él por sus artículos
periodísticos, algo de lo que ha ocurrido con cierta frecuencia. La respuesta
queda explícita en el titular de la entrevista de El País: «¡Que se jodan!». Señala el
escritor que todo ha sido por la "maldad" de alguien, por "envidia",
gente que "quieren los premios para ellos". Una extraña mescolanza
defensiva que no acaba uno de entender.
Nos cuenta el diario:
Con un panorama dividido entre la indiscutible calidad de la obra de
ficción de Bryce Echenique y su obra periodística en entredicho, la FIL
decidió, en un hecho inédito, entregarle el premio la semana pasada en su casa
de Lima, y no durante la celebración de la feria, del 24 de noviembre al 2 de
diciembre. El escritor se muestra un poco triste y al tiempo comprensivo ante
esta medida de precaución: “Allá me querían linchar”.
Ante las reflexiones de escritores como Juan
Villoro que argumentan que “la ética de un autor no puede estar al margen de su
escritura”, Bryce Echenique insiste en que no ha plagiado, y acto seguido
pregunta: “¿Cuántos poetas han estado fuera de la ética?”. Lo dice en su
habitual tono tranquilo, pausado y sin inmutarse.*
Conocí hace
algo más veinte años a Alfredo Bryce Echenique durante una cena aquí en Madrid.
Conversador afable y con gran sentido del humor, con un verbo pausado, tiene un
innegable sentido dramático de la narración. Nos contó una anécdota que me
viene ahora a la mente, una perfecta pieza, medida en sus detalles y efectos. No
tengo más constancia de ella que sus palabras. Comenzó describiendo sus
primeros años en París, sin dinero, buscándose la vida, cargando las tintas en
la situación precaria de un joven en la gran ciudad. Después, llegado a ese
punto en el que todos podíamos ver con nuestra imaginación a nuestro pobre,
pobre joven peruano vagando por un París cosmopolita, pasó a describirnos su
entrada en una librería en la que, entre miles de libros, como una aparición milagrosa,
surgía un libro suyo, su primer libro. Pasaba entonces el autor a contarnos su
profunda emoción ante la visión del libro publicado, nos transmitía lo que
aquello iba a suponer para toda su familia y amigos. Casi podíamos llorar con
la emoción del momento, nos parecía vivirla. Pronto llegaba el tercer acto: ¡no
tenía dinero para comprarlo! Pasaba a referirnos el drama, la lucha interior
del joven que tenía ante sí aquella obra que le consagraría pero que no podía
comprar por encontrarse casi en la indigencia. Pero, como si fuera un personaje
de Dostoievski, decidía lanzarse al crimen y robar el libro de los estantes.
Describía cómo tomó el libro y lo escondió bajo su abrigo. Tenso, se encaminó
hacia la puerta y, cuando estaba casi alcanzando la salida, una mano posada sobre
su hombro acompañada de una voz que gritaba "¡alto!", le detenían.
Tras el miedo del robo, llegaba el terror de la detención. El joven entonces,
con voz llorosa, decía «¡Sí, sí... Lo he robado! Pero,
miren, ¡soy el autor!», mientras señalaba su nombre en la portada. Eso nos contó en la cena.
No sé si la historia es cierta. Solo sé que él nos
la contó. La maestría con que lo hizo provienen tanto de su calidad narrativa
como del disfrute que contar aquella historia, plagada de estereotipos, le
producía. No sé si Bryce Echenique la ha contado más veces; me imagino que sí,
porque lo merece.
Cuando Alfredo Bryce Echenique pregunta
"¿cuántos poetas han estado fuera de la ética?", como hace en el
párrafo citado en la entrevista comete un grave error literario y probablemente
ético. Efectivamente, puede discutirse si personas carentes de "ética"
pueden producir obra de "calidad", algo que la historia nos confirma
a través de la biografía de grandes canallas que han sido maravillosos artistas
en casi todos los campos. La virtud hace mucho que dejó de ser una cualidad
literaria. Pero el valor de la obra no exime al hombre que la produce de juicio; eso es pedir demasiado, aunque se ha intentado. El rechazo de la persona no es el rechazo de la obra, aunque a nadie
se le puede negar el derecho a despreciar al hombre por sus actos repudiables; luego podremos ignorar o rendirnos a sus obras. Todos elegimos a quién leer. La pregunta está fuera de lugar porque el que plagia deja de ser automáticamente "poeta", es decir, creador. El detalle es importante y sobre eso gira el concepto de "creador". La pregunta es entonces "¿cuántos plagiarios han estado fuera de la ética y de la estética?" La respuesta: todos. El plagio no es un acto estético; no hay poeta.
Entrevista en 2010 con diario que denunció el plagio, Perú 21 |
Todos podemos comprender la diferencia entre el que roba
un libro —aunque sea su autor— y el que roba una idea o plagia un texto. Puede
que Bryce Echenique sea un ciudadano ejemplar en muchas cosas, pero las protestas por el premio
de la Feria de Guadalajara no van por ese camino. Por el contrario, son
protestas contra una acción literaria negativa como es la copia de los
artículos que le achacan.
En su propio país, Perú, podemos leer en el diario
económico Gestión:
El escritor Alfredo Bryce Echenique plagió 16 artículos periodísticos
de 15 autores, publicados en diversos medios de comunicación, confirmó la Sala
de Propiedad Intelectual del Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y
de la Protección de la Propiedad Intelectual (Indecopi).
El ente decidió sancionar al escritor con una
multa de 20 Unidades Impositivas Tributarias (UIT), equivalentes a 71 mil
soles. Para fijar la multa tomó en cuenta que los plagios fueron reiterados y
se difundieron a través de medios de comunicación masiva.**
A pesar
de lo que se dice en la entrevista en El
País, Bryce no ha sido exonerado de ninguna de las acusaciones de plagio,
que, por el contrario, han sido confirmadas tras sus apelaciones. Todas las
instancias que han revisado el caso, lo han reafirmado. Lo de la "extrema derecha" que le persigue es patético, a menos que Bryce considere el plagio "comunismo literario".
En el
diario Clarín (en su Revista Eñe), de
Buenos Aires, Patricia Kolesnicov, en el artículo "El 'plagio' inevitable de Bryce", confirma lo señalado y pone, finalmente, el
dedo en la llaga:
Revisó una apelación el Tribunal de Defensa de la Competencia y de la
Propiedad Intelectual. La conclusión: la misma: plagio inteligente (con
cambios) y plagio servil.
No eran obras literarias, eran artículos periodísticos de distintos
autores que aparecían en otro medio con la firma ilustre de Bryce, un autor
admirado por obras como Un mundo para
Julius. En esas instancias, Bryce se defendió con muchos argumentos digamos
elusivos: que la institución no tenía competencia, que no lo notificaron
adecuadamente, que no se puede hablar de plagio sin preguntarles a los
autores “plagiados” porque puede haber
un acuerdo privado, esas cosas. Una sola vez, en la apelación, declara algo
concreto: que “No consintió jamás la publicación de sus artículos en ‘El
Comercio’ ni en ningún otro medio peruano”. Y que fuera de Perú, INDECOPI no
puede actuar. Alega, también, que la multa es excesiva. Esto es lo único que le
concede la apelación, que se la baja de 50 unidades tributarias (hoy, unos
70.000 dólares) a 20 (unos 28.000).
En estos días, sin embargo, Bryce dijo que va
ganando y que le devolvieron plata, INDECOPI lo negó, salieron intelectuales a
pedir que se revea el premio y otros, como Jorge Volpi, a explicar que el
jurado –del que él es miembro– “consideró que no es función de un jurado
literario erigirse en jurado criminal”. Y habló de “inquisición literaria”. Más
sorprendente es lo del rumano Andrei Mihailescu, vocero del jurado, que explicó: “Desde nuestro punto de vista
creemos que el plagio de unos artículos, sea una o 17 columnas, de pequeños
artículos periodísticos, es algo menor que no toca a su gran obra”. Pequeños
artículos periodísticos, dice. ¿Qué problema? Y dijo más: “Después de haber
escrito 50 columnas empiezas a repetirte, en el caso de Bryce Echenique, cuando
hay un tipo de confluencia entre prensa diaria y literatura que es única, hay
momentos de crisis como este, yo no lo llamaría plagio sino plagio inevitable,
una repetición inevitable”. Raro: o yo entendí mal o a Bryce no lo multan por
repetirse, lo multan por ponerles su nombre a palabras de otros. ¿Esto
desmerece sus grandes novelas? Creo que no, pero ¿no vuelve un poco raro darle
plata, honores, aplausos?***
Tiene
razón Patricia Koleniscov. Es sorprendente que para defender a una persona de
un plagio comprobado, se atenúe su acción por la "inevitabilidad" del
plagio y por la "calidad" de la víctima. Pues no se trata aquí de
otra cosa que de una especie de racismo literario en el que el derecho de pernada se puede aplicar impunemente a la prensa, mientras que se desata la
ira de los dioses si se trata de un texto literario. El problema ya no es tanto Bryce como los argumentos que se esgrimen para justificar el premio. Es peor el remedio que la enfermedad.
Podemos
buscar todas las excusas que queramos, pero a menos que queramos incurrir en
una hipocresía galopante, como creo que ha hecho el jurado, no podemos ignorarlo. No me
refiero a los premios o a las multas, que son la parte terrenal del asunto. Me
refiero al hecho mismo del plagio, hecho textual, que afecta al menos a cuatro
instancias: al que firma lo que no debe (el plagiario), al que escribió lo que
no firma (el plagiado), al que lee atribuyendo a otro la autoría (el lector) y
al que paga lo que no es obra propia (al editor). El escándalo no es que
plagie; el verdadero escándalo son las excusas y justificaciones, auténtico
insulto y desprecio para las personas —profesionales respetables— que han sufrido el plagio. Bryce Echenique les
reconoció méritos literarios y periodísticos suficientes como para usarlos y
aprovecharse de su obra, pero les despreció al ignorar sus nombres.
Alfredo
Bryce Echenique puede ser un gran escritor. Y lo es. El premio dado no es a una
obra en concreto, sino al "conjunto de su obra". ¿Incluye eso los
artículos plagiados? Me temo que sí. ¿Le invalida eso para recibir premios? No
lo sé. Me imagino que unos sí y otros no. En cualquier caso lo que queda en
cuestión es la persona, sus prácticas, porque no son los jurados de los premios los únicos que
tienen derecho a juzgar. Ellos, efectivamente, juzgan obras y no personas. Sin
embargo, aquí lo que se cuestiona es la autoría, que afecta a la persona y a su
forma se actuar, y para justificar su propia decisión cometen una tropelía
mayor: despreciar a los artículos periodísticos escritos también por "personas".
Que es exactamente lo mismo que hizo Bryce Echenique cuando los eligió para
plagiarlos, despreciarlos.
Si en
la anécdota del robo en la librería parisina Bryce Echenique podía buscar la
complicidad y simpatía de los que le escuchamos relatarla y reírnos con aquel
tembloroso "¡Soy el autor!". Hoy es la única frase que no puede
esgrimir en su defensa cuando le señalen los dieciséis artículos resueltos como
plagiados.
El estudiante
pobre que robaba su propio libro porque no tenía dinero para comprarlo y quería
enseñárselo a su familia tenía nuestra simpatía cómplice. El afamado y presumiblemente
adinero autor que coge los textos periodísticos de otros y es bien pagado por poner
su firma al final, ya no tiene tanta simpatía.
El
"¡que se jodan!" de la entrevista resulta excesivo a la vista del
conjunto. No es ni ético ni estético.
* “Hay
algunos que quieren todos los premios para ellos... ¡que se jodan!” El País 6/11/2012
http://cultura.elpais.com/cultura/2012/11/05/actualidad/1352147480_768541.html
**
"Indecopi confirmó plagios de Alfredo Bryce" Gestión s/f
http://gestion.pe/noticia/363899/indecopi-confirmo-plagios-alfredo-bryce
***
Patricia Kolesnicov "El “plagio inevitable” de Bryce" Clarín / Revista Ñ 12/10/2012
http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Flora-fauna_0_790721158.html
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