Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Creo
que se equivoca Telecinco; además, de forma grave. La querella contra Pablo
Herreros es un error en todos los niveles: comunicativo, comercial y ético.
Dejo de lado el problema jurídico que creo que tienen también perdido. Me
parece que les han hecho un flaco favor aceptando la querella y siguiendo
adelante con todo esto.
El
periodista Pablo Herreros, para quienes desconozcan el caso, publicó una
entrada de su blog "Comunicación se llama el juego" en la que
criticaba la presencia pagada en el programa "La noria" de la cadena
televisiva T5 de la madre de una de las personas encarceladas por el crimen de
Marta del Castillo. La señora recibió 9.000 euros por su presencia en el
programa. Herreros está en contra de que se gane dinero con los crímenes y, por
ello, que los criminales o sus familias puedan ir de plató en plató contando o
respondiendo a preguntas sobre los delitos cometidos por ellos o por sus familiares. Para ello Herreros utilizó
el procedimiento de la presión popular sobre los anunciantes,
responsabilizándolos de la financiación de esos programas mediante la
publicidad. Advertía que la participación publicitaria podría llevar a que se
boicotearan los productos de las marcas anunciadas durante el programa por
entender que formaban parte de la cadena que sostenía la aparición en el
programa.
La
campaña de recogida de firma tuvo éxito en número y en repercusión, de tal
forma que los anunciantes se retiraron del programa, cuya única publicidad
entre los cortes fue, valga la ironía, la de una vidente noctámbula con la que
la cadena rellena sus huecos en la noche. Todos los anunciantes se retiraron y
ahora T5 le pide al periodista bloguero la cantidad de 3'7 millones de euros y
hasta 3 años de cárcel. T5 canceló el programa y creó otro nuevo similar.
El
periodista daba la siguiente explicación en su artículo en el blog ayer:
Entre las miles de palabras escritas por mí
en este tema, el eje de su querella se fundamenta en una sola frase de la carta
que dirigimos a las marcas, por la que además me disculpé seis días después sin
mediar querella alguna:
Si no se
adhirieran a nuestra propuesta, seguiríamos exigiéndoselo en adelante y
promoveríamos un boicot de sus productos. Pero estamos seguros de que ustedes son los
primeros que no quieren arropar con sus marcas hechos tan lamentables y tan
dolorosos para las familias de las víctimas, como la de Marta del Castillo y
tantas otras que han pasado por experiencias similares. Esperamos con ilusión
su respuesta. Reciban un saludo cordial,*
Volvamos
al principio: Telecinco se equivoca. No se entiende muy bien lo que pretende, pues sabe —o debería saber, como así ha ocurrido— que la querella iba a
suscitar una reacción todavía más virulenta e indignada contra la cadena, que
se hace responsable no solo de ganar dinero pagando intervenciones éticamente más que
discutibles, sino de además perseguir a los que se lo dicen.
El
mecanismo de presión habitual sobre los medios cuando incurren en este tipo de
prácticas es sobre sus anunciantes. El motivo por el que se anuncian en estos
programas es evidentemente la visibilidad, algo que se convierte en negativo
cuando se asocia con elementos que suscitan rechazo social. Las marcas buscan
aumentar sus ventas, pero corren el riesgo de que estas disminuyan cuando se ven
inmersos en casos en los que las audiencias pueden rechazar lo que el programa
les ofrezca.
La
libertad de criticar a la cadena, al programa y sus invitados está lógicamente
garantizada. Pablo Herreros, como cualquier otro, está en su derecho. En la
medida en que los ingresos de T5 dependen de la aceptación de sus audiencias, como
forma de regulación de sus tarifas publicitarias, no puede quejarse y tampoco de que las
audiencias se organicen señalando el rechazo que sus prácticas les merecen.
Todos podemos decir que un programa es deleznable y comunicarlo a los demás. En
estos tiempos virales, en que son las propias empresas las que usan estas
herramientas, deberían entender que se usen también en su contra. Estamos en el imperio del "me gusta" o "no me gusta". Los pulgares mandan.
Nueva campaña pidiendo a los anunciantes que retiren la publicidad |
La
acusación contra Pablo Herreros es por "amenazas y coacciones". Lo
curioso del caso es que esas palabras —por las que se disculpó por el tono— no iban
dirigidas a T5 sino a los anunciantes, que no se han querellado contra el
periodista. Al contrario que T5, que es quien se creó su propio problema con el contenido, los
anunciantes sí obtuvieron un beneficio comunicativo al desmarcarse del programa
y sus prácticas poco éticas. Solo la vidente de la cadena quedó en evidencia.
Porque
lo que los anunciantes entendieron no es que les presionaran, sino que Herreros
tenía "razón". Por eso salieron todos haciendo comunicados
disculpando su participación en el programa y señalando que no sabían lo que
iba a ocurrir en él. Es decir, los anunciantes no se sintieron "amenazados"
por Herreros, sino "comprometidos" por Telecinco. La prueba más
evidente de ello son los comunicados de esas empresas —Bayer, Mercedes Benz,
Vodafone, Panrico...—, empresas importantes en sus sectores, que emitieron
todas ellas comunicados desligándose de los contenidos del programa y
explicando incluso su repulsa por ellos.
Creo
que es este el punto que a T5 más le ha afectado. La cadena está, desde hace
mucho tiempo, en boca de muchos por este tipo de productos rozando el límite,
lo que le ha causado descrédito y repulsa en partes importantes de la audiencia. Eso no le impide liderar las audiencias en muchos momentos, tal como tiene a gala. Pero las políticas de este tipo se acaban pagando y tantos años de dedicar miles de
horas a programas como "Gran Hermano" o "La Noria" misma tienen sus efectos en la configuración de la imagen pública.
Se
equivoca, sí. No hace falta ser demasiado listo para darse cuenta que la defensa no
tiene más que llamar a los anunciantes para que digan que ellos "no se
sintieron coaccionados", sino que lo hicieron motu propio, porque quieren ser éticamente irreprochables, como es
lógico. No pueden decir otra cosa, porque si lo hacen reconocerían que fue por miedo y no por
principios y quedarán mal ante sus clientes, que mirarán con lupa sus
respuestas. Corre el riesgo, además, de que le digan en los tribunales que sus
prácticas son deleznables, que será lo que se entenderá si no prosperan sus
tesis en la querella.
Y si
ganara, también perderá, porque tendrá en contra, amplificado, a todo el mundo
que entenderá que la cadena considera que sus prácticas son viables, algo que ya debería
haber entendido que no comparte un sector importante de las audiencias y de los
anunciantes. Cuanto mayor sea el rechazo, cuanto más virulento, las retiradas de anunciantes —sin necesidad de advertencias de boicot— serán mayores y no
serán solo a programas como La Noria y sus sucesores, sino al conjunto de la
cadena. El rechazo será cada vez más global, como ya ocurre, y no puntual, a casos concretos.
Sigo
sin entender por qué Telecinco se ha metido en esto porque va contra las normas
más elementales del funcionamiento comunicativo y corporativo. Lo peor del caso
es que Telecinco no tiene defensa. Haga lo que haga saldrá perdiendo y ha
revivido un caso que debería olvidar. Lejos de rectificar, ahondan en el
problema de fondo, que no es otro que la propia estrategia de la cadena.
Las
campañas que se realizan por las redes sociales contra la cadena dejan como
algo infantil la realizada por Pablo Herreros. Desde la "Cada vez que
enciendes T5, un libro se suicida" hasta "Dos días sin Telecinco por
Marta del Castillo", las campañas contra la cadena se suceden en los años
debido a una estrategia que le lleva a tener audiencias altas pero a costa de
este tipo de desprestigios.
Vivir
del escándalo y del exceso tiene un coste. Telecinco es hijo de sus acciones y padre de sus errores. Este es uno más.
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