Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Para
los que llevamos (y quedamos) en Internet desde sus inicios, allá por la
primera mitad de los años 90, no dejamos de hacernos preguntas sobre cómo ha
sido esta evolución del idealismo de una sociedad virtual alternativa a la
degradación del mundo comercial e interesado, manipulador y cruel, a lo que
ahora tenemos delante cada vez que entramos en un ordenador, un teléfono o
cualquier otro dispositivo digital que lo permita.
Hemos
pasado de concebirlo como un mundo autónomo que permitía ser creativos y libres
y del que había que mantener alejados a todos los males que se achacaban al
mundo material a... esto.
Me ha
venido como un flash a la memoria el nombre del documento que mejor sintetizaba
ese deseo de un mundo digital nuevo, libre, puro... Era el Manifiesto por la
Independencia del Ciberespacio, firmado por John Perry Barlow en 1996 y cuyo comienzo
era este:
Gobiernos del Mundo Industrial,
vosotros, cansados gigantes de carne y acero, vengo del Ciberespacio, el nuevo
hogar de la Mente. En nombre del futuro, os pido en el pasado que nos dejéis en
paz. No sois bienvenidos entre nosotros. No ejercéis ninguna soberanía sobre el
lugar donde nos reunimos.
No hemos elegido ningún gobierno,
ni pretendemos tenerlo, así que me dirijo a vosotros sin más autoridad que
aquélla con la que la libertad siempre habla. Declaro el espacio social global
que estamos construyendo independiente por naturaleza de las tiranías que
estáis buscando imponernos. No tenéis ningún derecho moral a gobernarnos ni
poseéis métodos para hacernos cumplir vuestra ley que debamos temer
verdaderamente.
Los gobiernos derivan sus justos
poderes del consentimiento de los que son gobernados. No habéis pedido ni
recibido el nuestro. No os hemos invitado. No nos conocéis, ni conocéis nuestro
mundo. El Ciberespacio no se halla dentro de vuestras fronteras. No penséis que
podéis construirlo, como si fuera un proyecto público de construcción. No
podéis. Es un acto natural que crece de nuestras acciones colectivas.
No os habéis unido a nuestra gran
conversación colectiva, ni creasteis la riqueza de nuestros mercados. No
conocéis nuestra cultura, nuestra ética, o los códigos no escritos que ya
proporcionan a nuestra sociedad más orden que el que podría obtenerse por
cualquiera de vuestras imposiciones.
Y más
adelante se señalaba:
Estamos creando un mundo en el
que todos pueden entrar, sin privilegios o prejuicios debidos a la raza, el
poder económico, la fuerza militar, o el lugar de nacimiento.
Estamos creando un mundo donde
cualquiera, en cualquier sitio, puede expresar sus creencias, sin importar lo
singulares que sean, sin miedo a ser coaccionado al silencio o el conformismo.
Vuestros conceptos legales sobre
propiedad, expresión, identidad, movimiento y contexto no se aplican a
nosotros. Se basan en la materia. Aquí no hay materia.
Nuestras identidades no tienen
cuerpo, así que, a diferencia de vosotros, no podemos obtener orden por
coacción física. Creemos que nuestra autoridad emanará de la moral, de un
progresista interés propio, y del bien común. Nuestras identidades pueden
distribuirse a través de muchas jurisdicciones. La única ley que todas nuestras
culturas reconocerían es la Regla Dorada. Esperamos poder construir nuestras
soluciones particulares sobre esa base. Pero no podemos aceptar las soluciones
que estáis tratando de imponer. (...)
Davos, Suiza. 8 de febrero de
1996
El
manifiesto recogía la voluntad de crear un mundo virtual nuevo en el que se trazaba
una clara frontera entre el salvaje mundo material, lleno de intereses, dominación
e injusticia y el nuevo mundo, desmaterializado, un mundo en el que cada uno
podía ser quien quisiera sin límite más allá de la imaginación y el deseo.
Hoy
vemos con ironía todo esto. Fue muy poco el tiempo transcurrido para que todos
esos monstruos del mundo material entraran a saco y se hicieran con el nuevo
mundo convirtiéndolo en una prolongación.
La
libertad de estar se convirtió en la obligación de ser a través de la
manipulación. Bancos, partidos políticos, administraciones públicas, empresas
con todo tipo de intereses lo colonizaron rápidamente y establecieron nuevas
formas sorprendentes de manipulación, de construcción de las identidades tanto
individuales como colectivas. La generación que ha crecido con acceso desde la
cuna es ya otra. Las generaciones anteriores se fueron incorporando cambiando
sus hábitos y costumbres de forma gradual.

Un
ejemplo de hoy mismo nos lo ofrecen en El Mundo: el llanto. Un magnífico
reportaje de Rebeca Yanke, titulado "Por qué los jóvenes exhiben sus
llantos en redes sociales: "Llorar ha pasado de ser algo vergonzoso a
percibirse como auténtico""**. La posibilidad de llorar en
"público virtual" crea una serie de condiciones nuevas respecto a lo
que era "llorar en público" a secas. Las emociones privadas se convierte en espectáculo. Se ha transformado la comunicación,
el sentimiento y la forma de expresarlo. Escribe Rebeca Yanke:
Llorar es también una forma de conexión
social que en las redes sociales de 2025 se ve así: lágrimas (aunque sean
pocas), una canción conmovedora (normalmente de fondo), dos o tres líneas
desoladas y el rostro de alguien sufriendo. Llorando con congoja o hiperventilando,
con ataque de ansiedad o de pánico, con el corazón roto o con sensación de
fracaso. Y la cámara grabando el espectáculo.
La pregunta ahora es si este fenómeno del
llanto público conseguirá no sólo trasladar el cambio a otras generaciones más
distantes de la expresión emocional, como la X o la boomer, sino también una evolución del paradigma cultural de la
tristeza, el dolor y la lágrima, que podría dejar de ser algo circunscrito a
esferas más privadas e incluso íntimas.**
Sin
duda lo hará, pero cuando el cambio se produzca, la nueva generación que llegue
creará otras normas de expresión. Las cosas son eficaces menos tiempo y hacer
algo nuevo significa eliminar una posibilidad y buscar otras para que sea efectiva.
Esa es la nueva ley intergeneracional: todo cambia, nada dura; lo estable deja
de significar.
Con
esto aumenta la distancia generacional, pues dejan de compartir elementos
comunicativos. La misma nomenclatura de las generaciones —Boomer, Z, X...— nos
indica ese efecto burbuja creado por los que controlan los medios y redes.
Necesitan, a la vez, segmentar y normalizar dentro del segmento, una técnica
comercial que se ha convertido en social. Somos consumidores y producto a la
vez.
Pero
esto despierta un sentido crítico particular, sobre modas concretas y
cambiantes (la palabra moda es
esencial) y del plano general, es decir, del escenario de todo este movimiento, el ciberespacio, la nueva "realidad", un mundo para el que se vive y en el que nos relacionamos. Rodrigo Terrasa y Carmen Casado nos dan esta evaluación de este mundo virtual:
Enshittification:
dícese del empeoramiento de una plataforma digital o red social debido a la
reducción de la calidad de su servicio hasta convertirse en... en... en una
auténtica mierda.
El
5 de enero del año pasado, cerca de 300 expertos en lingüística se reunieron en
el Hotel Sheraton de Times Square, en Nueva York, a apenas 800 metros de la
Trump Tower de la Quinta Avenida, para comer canapés y deliberar sobre cuál
debía ser la palabra del año para la American Dialect Society,
una institución con 135 años de historia. Allí había lingüistas, lexicógrafos,
etimólogos, expertos en gramática, historiadores, investigadores, escritores,
editores, estudiantes y académicos independientes. Cuentan que ésta es la
votación más larga de las muchas votaciones de palabras del año que se realizan
alrededor del mundo. Esa noche, la American Name Society eligió Gaza
y Barbie como nombres propios del año y la Sociedad del
Dialecto escogió como mejor palabra enshittification.
«Es
un término lamentablemente adecuado para describir cómo se han
degradado gradualmente nuestras vidas online», aseguró Ben Zimmer,
presidente del Comité de Nuevas Palabras de la institución y columnista de
idiomas de The Wall Street Journal.
El
palabro en cuestión podríamos traducirlo aquí de forma muy gráfica como mierdificación
(shit es mierda en inglés) y básicamente resume lo que
ustedes ya habrán percibido en los últimos tiempos: que las redes
sociales se han convertido en un insoportable lodazal que todo lo
acaba infestando.
Y,
sin embargo, ahí seguimos. Enshitificados hasta el cuello. ***

Lo
expuesto no requiere excesiva explicación. La percepción sobre las redes ha
pasado del idealismo de los 90 a la "mierdificación" de los momentos
actuales. Son muchos los factores implicados es estos cambios, especialmente la
ruptura generacional que se produce con la llegada de los "nuevos" a
los que no se entiende y de forma clara la sobre exposición que padecemos. En
algún punto se rompió el equilibrio y hoy se nos obliga a depender de las
redes. Eso afecta a las relaciones con la administración, con los bancos que ya
apenas nos atiende, al teletrabajo, las videoconferencias, etc. Lo que era
"libertad" ha pasado a ser esclavitud por la obligación. El malestar
es grande entre las generaciones mayores (que comienza a ser mayoritarias) en
sociedades envejecidas y a las que se deja de atender en persona. Todo esto
genera un sentimiento de soledad en una sociedad hiperconectada. Padecemos
agresividad basada en el anonimato a través de las redes, algo que se convierte
en el bullying, el ciberacoso, las difamaciones y ataques, etc.
Indudablemente,
la sociedad virtual tiene aspectos beneficiosos, pero es cierto que estos
pueden no ser los que más resalten, sino que lo sean los de saturación,
distanciamiento, soledad, imitación, etc. La sociedad de la información nos hace más débiles porque
necesita vencer las resistencias para intensificar las dependencias. Eso hace
que seamos más sensibles a los cambios y, a la vez, situaciones normalizadas.
Esto se traduce en la actual preocupación por la salud mental y por la
agresividad creciente, de la infancia a los adultos.
Hace
falta equilibrar la situación, no dejarse arrastrar, resistir. Hay que crear
una burbuja personal dentro de la burbuja en la que nos meten. La gente llega ya tocada a la etapa adulta después de la constante manipulación a la que se ve sometida desde la infancia. Quedamos moldeados por el sistema y no todos tienen la capacidad crítica de resistir a los aspectos más nocivos. Pero los que manejan todo esto son muy poderosos en muchos niveles y no es fácil intervenir para remediar esta situación.
* John Perry Barlow (1996) "Manifiesto
por la Independencia del Ciberespacio". Recogido en Universidad de Huelva https://www.uhu.es/ramon.correa/nn_tt_edusocial/documentos/docs/declaracion_independencia.pdf
** Rebeca Yanke "Por qué los jóvenes
exhiben sus llantos en redes sociales: "Llorar ha pasado de ser algo
vergonzoso a percibirse como auténtico"" El Mundo /Papel
23/10/2025
https://www.elmundo.es/papel/historias/2025/10/23/68fa2c68fc6c831a268b4582.html
*** Rodrigo Terrasa y Carmen Casado
"Atrapados en la 'mierdificación' de internet: cómo las redes sociales
cambiaron a tus amigos por basura" 22/10/2025
https://www.elmundo.es/papel/historias/2025/10/22/68f2399afc6c8306598b4579.html