miércoles, 22 de octubre de 2025

Pantallas y sus efectos

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Nos lo repiten continuamente, pero hacemos poco caso. Nos advierten de los efectos nocivos de las pantallas en los niños. La edad en que se les da una es cada vez más temprana y entra ya en momentos en que tienen efectos que comenzamos a atisbar, como es en el lenguaje y en la comunicación, dos sectores básicos e interrelacionados profundamente, El lenguaje nos permite decirnos internamente y modelar el mundo que nos rodea, hacerlo compresible y ordenado. No solo introducimos el lenguaje en nuestra mente modelándola, sino que este nos permite la acción socializadora a través de la comunicación con los otros donde no solo aprendemos a transmitir y recibir conocimientos, sino a desarrollar la afectividad, a comprender a los otros y a relacionarnos con ellos. Todo ello se ve afectado por el uso temprano de las pantallas. Frustramos lo que miles de años de evolución han desarrollado, el momento en que damos el salto de animal a especie humana. Los seres humanos nacemos profundamente inmaduros porque al nacimiento le sigue un largo periodo de formación exterior en la que nuestro cerebro necesita interactuar, recibid información que modele nuestra personalidad, nuestros conocimientos necesarios y nuestros afectos, la vida social y emocional.

Todo esto se ve alterados por el uso temprano de las pantallas, que centrar nuestra atención en el dispositivo y dejamos de interactuar con otras personas en unos momentos clave, esenciales para nuestra formación y marcarán nuestro yo en formación, individualmente y socialmente.

La pantalla es un problema que altera lo que la Naturaleza ha programado durante milenios, Responsabilizamos a las pantallas, pero eso es como condenar a una pistola por el crimen cometido por un asesino.

En el diario El País, Jorge Marzo Arauzo firma hoy mismo un artículo titulado * "¿Está afectando el uso de pantallas al desarrollo del lenguaje en los niños?", al que le sigue la siguiente entradilla: "El uso diario de dispositivos electrónicos puede dificultar que los pequeños entre 12 y 36 meses aprendan a hablar correctamente por la falta de comunicación e interacción con las personas cara a cara".

En el inicio del texto se nos muestra la opinión de expertos en el desarrollo del lenguaje en los siguientes términos:

La llegada y, sobre todo, la implantación de las pantallas en los hogares con niños en el día a día ha supuesto un cambio en cuanto a cómo los pequeños interactúan con otras personas y, en consecuencia, cómo es su desarrollo del lenguaje. Al poder llegar a pasar varias horas delante de las pantallas, ya sean móviles o televisiones, el desarrollo del aprendizaje nativo se puede mermar y no evolucionar de manera óptima. “El hecho de tenerlas hace que el menor esté separado de sus cuidadores. Esto puede afectar a toda la parte de protoconversaciones —interacciones preverbales— que se tienen que desarrollar, como la atención conjunta o la reciprocidad entre el bebé y el cuidador”, expone Jenifer Andreu, psicóloga sanitaria.

Los cambios en los hábitos de vida de las personas derivados de la pandemia también pueden haber afectado a que el desarrollo del lenguaje en los niños haya disminuido. “De unos años para acá ha habido un incremento en casos de niños con inmadurez o alteración en los trastornos del sonido del habla. Creo que como tenemos menos tiempo para pasar con ellos, todo el estrés se traduce en alteraciones del lenguaje”, alerta Zayda Castro, directora clínica del centro de logopedia Senza, en Madrid.*


Esto, que se puede percibir inmediatamente por observación, es, sin embargo, una barrera del desarrollo, un muro contra una normalidad que va siendo más extraña porque esos hoy adultos fueron ya niños criados entre pantallas. Es la segunda generación con una pantalla en las manos.

Responsabilizar a las pantallas es un ejercicio de hipocresía porque son los adultos los que les dejan las pantallas para poder mantenerse en las suyas sin "distracciones". En mis recorrido de calle distingo a los adultos que no interactúan con sus hijos, aburridos en cochecitos guiados con una sola mano porque la otra está ocupada con su teléfono, de aquellos otros que interactúan con sus hijos, les hablan y expresan con sus caras las reacciones que los niños esperan recibir.

El panorama mayoritario es ver cómo esos adultos no diferencian entre pasear a sus hijos y pasear al perro. Aquello de lanzar la pelota al perro y jugar con él se ha visto tan reducido como en el caso de los niños. Tiran de la correa mientras el perro, aburrido, espera algún gesto de su aburrido amo pegado al teléfono.

Ayer vi a cuatro adolescentes que iba en dos parejas. Cada uno de ellos miraba su teléfono mientras caminaban. Eran un grupo, sí, pero un grupo de cuatro personas aisladas en sí mismas, que lo más que llegan a hacer es mostrarse alguna novedad en sus teléfonos para volver inmediatamente a ellos. No saben comunicarse entre ellos; se agrupan y poco más.

Son los hijos de esos adultos que ya plantean problemas de comunicación y dejaron móviles a sus hijos para que no les molestaran en su día a día telefónico, absortos en sus pantallas, Cuando se plantea, como ya han hecho diferentes países, evitar los teléfonos en los colegios se evita entrar en el conflicto de que son las familias las que les compran los móviles.

Me fijo cuando veo esas madres y padres con cara inexpresiva de quienes los niños esperan algún tipo de interacción, algo para alimentar su cerebro con una situación que les permita crecer, madurar, avanzar en la adquisición del lenguaje, aprender a manejarlo y con él mejorar su sociabilidad. Hace algunos días me asustó ver la cara de una madre ante su hijo en el autobús. Le daba un biberón. El niño la miraba esperando un gesto. No consiguió nada, Guardó el biberón cuando terminó y sacó su teléfono.

Todo esto tiene sus efectos. Se nos dice en el texto citado:

“Vemos muchos niños con alteraciones a nivel de atención. Cuando quieres trabajar el lenguaje con ellos, se les ve muy dispersos”, prosigue Castro. “Y también vemos alteraciones visuales, como inmadurez en el movimiento sacádico del ojo para iniciar la lectoescritura; físicas, porque estar sentados todo el día puede llevar a obesidad; y de sueño, porque si usan mucho la pantalla puede acarrear problemas de insomnio”, advierte.

Un estudio publicado en 2024 en Jama Pediatrics, titulado Tiempo frente a la pantalla y conversación entre padres e hijos cuando los niños tienen entre 12 y 36 meses, reveló que a mayor tiempo frente a pantallas en esos rangos de edad, menor es la cantidad de palabras que oyen y producen. Además, según el informe, también disminuye la frecuencia de las interacciones verbales con los padres, y esto puede afectar al desarrollo del lenguaje en los primeros años. En otro análisis publicado en la revista científica Clinical Epidemiology and Global Health en 2024, titulado ¿El tiempo que pasan los niños frente a una pantalla afecta a su desarrollo lingüístico?, estudiaron el efecto del tiempo frente a la pantalla en el desarrollo del lenguaje en niños menores de 12 años. La conclusión a la que llegaron fue que, en la mayoría de casos, el uso excesivo de pantallas se asocia con un impacto negativo en la adquisición del lenguaje, y esto se agrava cuando hay poca interacción con adultos.

Pese a que se nos advierte por todas partes, uno de los efectos de esta incomunicación es precisamente la exposición selectiva a aquello que interesa, mientras que se obvia todo aquello que nos incomode.

Hay un factor económico en lo que se ha dado en llamar "capitalismo digital" y en la "economía de la atención". Estas personas viven en un entorno burbuja cuya puerta de entrada es la pantalla. Son consumidores de información en una sociedad que la ha convertido en ganancia. Hay resistencias importantes para ser restringida. Se trata de fabricar adictos a los que se pueda llegar fácilmente a lo largo de la vida. El problema grave son la consecuencia: violencia por incapacidad comunicativa, irritabilidad constante, problemas para empatizar, etc. Pero eso a ellos les da igual. Se trata de estimular el consumo de información, que se convierte en beneficio económico, y nos lleva al consumo a secas.


De poco sirven los expertos o los apuntes en los medios. De poco vale que avancemos en la comprensión de las "neuronas espejo" y de su papel esencial en el aprendizaje mediante la interacción con otros, de su papel en la adquisición del lenguaje, etc.

El artículo se cierra con este párrafo:

Andreu añade que los padres deberían reducir el uso de móviles enfrente de sus hijos: “¿Cómo le puedes decir al niño que no lo haga, si lo hacen sus modelos? Además, se podría tener en casa una zona y unas horas libres de pantallas y que sean el momento de interacción, comunicación y donde más se desarrolla el lenguaje”.*

 Es mucho pedir a estos padres que no contaban con que sus hijos requerirían atención o creían que podrían controlar su uso de las pantallas propias. Hace falta mucho más que estos esporádicos intentos de vencer ese hábito que nos crean las pantallas. Todo está diseñado para convertirnos en adictos a las pantallas. Es una lucha feroz por mantenernos quietos ante ellas. Se desarrollan técnicas comunicativas para hacer adictivos los mensajes; para ello se recogen o financian las investigaciones en neurociencias y otros campos.

Estamos entendiendo mal el problema. Seguimos pensando en términos de separación de niños y adultos, cuando hay que hacerlo en términos sistémicos, de interacciones. Los niños serán adultos y los adultos han sido niños. Los problemas de desarrollo y formación en la infancia no desaparecen cuando se llega a adultos. Seremos adultos defectuosos, con problemas de comunicación y empatía. Podemos esconder esta realidad fraccionando el problema, pero es el mismo.

Los resultados los vemos en esa incomunicación de efectos graves para el desarrollo. Los niños de hoy son los adultos de mañana. Tendremos una calidad humana acorde con lo que les ofrecemos desde la infancia. Una formación defectuosa del yo, una formación defectuosa del nosotros con efectos incontrolables: del acoso al maltrato, del fanatismo al egoísmo, son consecuencias de una socialización defectuosa.

 

 

* "¿Está afectando el uso de pantallas al desarrollo del lenguaje en los niños? El País 22/10/2025 https://elpais.com/mamas-papas/familia/2025-10-22/esta-afectando-el-uso-de-pantallas-al-desarrollo-del-lenguaje-en-los-ninos.html

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