Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Nos lo
repiten continuamente, pero hacemos poco caso. Nos advierten de los efectos nocivos
de las pantallas en los niños. La edad en que se les da una es cada vez más
temprana y entra ya en momentos en que tienen efectos que comenzamos a atisbar,
como es en el lenguaje y en la comunicación, dos sectores básicos e
interrelacionados profundamente, El lenguaje nos permite decirnos internamente
y modelar el mundo que nos rodea, hacerlo compresible y ordenado. No solo
introducimos el lenguaje en nuestra mente modelándola, sino que este nos
permite la acción socializadora a través de la comunicación con los otros donde
no solo aprendemos a transmitir y recibir conocimientos, sino a desarrollar la
afectividad, a comprender a los otros y a relacionarnos con ellos. Todo ello se
ve afectado por el uso temprano de las pantallas. Frustramos lo que miles de
años de evolución han desarrollado, el momento en que damos el salto de animal
a especie humana. Los seres humanos nacemos profundamente inmaduros porque al
nacimiento le sigue un largo periodo de formación exterior en la que nuestro
cerebro necesita interactuar, recibid información que modele nuestra personalidad,
nuestros conocimientos necesarios y nuestros afectos, la vida social y
emocional.
Todo
esto se ve alterados por el uso temprano de las pantallas, que centrar nuestra
atención en el dispositivo y dejamos de interactuar con otras personas en unos
momentos clave, esenciales para nuestra formación y marcarán nuestro yo en
formación, individualmente y socialmente.
La
pantalla es un problema que altera lo que la Naturaleza ha programado durante
milenios, Responsabilizamos a las pantallas, pero eso es como condenar a una
pistola por el crimen cometido por un asesino.
En el
diario El País, Jorge Marzo Arauzo firma hoy mismo un artículo titulado *
"¿Está afectando el uso de pantallas al desarrollo del lenguaje en los
niños?", al que le sigue la siguiente entradilla: "El uso diario de
dispositivos electrónicos puede dificultar que los pequeños entre 12 y 36 meses
aprendan a hablar correctamente por la falta de comunicación e interacción con
las personas cara a cara".
En el
inicio del texto se nos muestra la opinión de expertos en el desarrollo del
lenguaje en los siguientes términos:
La llegada y, sobre todo, la implantación de
las pantallas en los hogares con niños en el día a día ha supuesto un cambio en
cuanto a cómo los pequeños interactúan con otras personas y, en consecuencia,
cómo es su desarrollo del lenguaje. Al poder llegar a pasar varias horas
delante de las pantallas, ya sean móviles o televisiones, el desarrollo del
aprendizaje nativo se puede mermar y no evolucionar de manera óptima. “El hecho
de tenerlas hace que el menor esté separado de sus cuidadores. Esto puede afectar
a toda la parte de protoconversaciones —interacciones preverbales— que se
tienen que desarrollar, como la atención conjunta o la reciprocidad entre el
bebé y el cuidador”, expone Jenifer Andreu, psicóloga sanitaria.
Los cambios en los hábitos de vida de las
personas derivados de la pandemia también pueden haber afectado a que el
desarrollo del lenguaje en los niños haya disminuido. “De unos años para acá ha
habido un incremento en casos de niños con inmadurez o alteración en los
trastornos del sonido del habla. Creo que como tenemos menos tiempo para pasar
con ellos, todo el estrés se traduce en alteraciones del lenguaje”, alerta
Zayda Castro, directora clínica del centro de logopedia Senza, en Madrid.*
Esto,
que se puede percibir inmediatamente por observación, es, sin embargo, una
barrera del desarrollo, un muro contra una normalidad
que va siendo más extraña porque esos hoy adultos fueron ya niños criados entre
pantallas. Es la segunda generación con una pantalla en las manos.
Responsabilizar
a las pantallas es un ejercicio de hipocresía porque son los adultos los que
les dejan las pantallas para poder mantenerse en las suyas sin "distracciones".
En mis recorrido de calle distingo a los adultos que no interactúan con sus
hijos, aburridos en cochecitos guiados con una sola mano porque la otra está
ocupada con su teléfono, de aquellos otros que interactúan con sus hijos, les
hablan y expresan con sus caras las reacciones que los niños esperan recibir.
El
panorama mayoritario es ver cómo esos adultos no diferencian entre pasear a sus
hijos y pasear al perro. Aquello de lanzar la pelota al perro y jugar con él se
ha visto tan reducido como en el caso de los niños. Tiran de la correa mientras
el perro, aburrido, espera algún gesto de su aburrido amo pegado al teléfono.
Ayer vi a cuatro adolescentes que iba en dos parejas. Cada uno de ellos miraba su teléfono mientras caminaban. Eran un grupo, sí, pero un grupo de cuatro personas aisladas en sí mismas, que lo más que llegan a hacer es mostrarse alguna novedad en sus teléfonos para volver inmediatamente a ellos. No saben comunicarse entre ellos; se agrupan y poco más.
Son los
hijos de esos adultos que ya plantean problemas de comunicación y dejaron
móviles a sus hijos para que no les molestaran
en su día a día telefónico, absortos en sus pantallas, Cuando se plantea, como
ya han hecho diferentes países, evitar los teléfonos en los colegios se evita
entrar en el conflicto de que son las familias las que les compran los móviles.
Me fijo
cuando veo esas madres y padres con cara inexpresiva de quienes los niños
esperan algún tipo de interacción, algo para alimentar su cerebro con una
situación que les permita crecer, madurar, avanzar en la adquisición del lenguaje,
aprender a manejarlo y con él mejorar su sociabilidad. Hace algunos días me
asustó ver la cara de una madre ante su hijo en el autobús. Le daba un biberón.
El niño la miraba esperando un gesto. No consiguió nada, Guardó el biberón
cuando terminó y sacó su teléfono.
Todo
esto tiene sus efectos. Se nos dice en el texto citado:
“Vemos muchos niños con alteraciones a nivel de
atención. Cuando quieres trabajar el lenguaje con ellos, se les ve muy
dispersos”, prosigue Castro. “Y también vemos alteraciones visuales, como
inmadurez en el movimiento sacádico del ojo para iniciar la lectoescritura;
físicas, porque estar sentados todo el día puede llevar a obesidad; y de sueño,
porque si usan mucho la pantalla puede acarrear problemas de insomnio”,
advierte.
Un estudio publicado en 2024 en Jama Pediatrics,
titulado Tiempo frente a la pantalla y conversación entre padres e hijos
cuando los niños tienen entre 12 y 36 meses, reveló que a mayor tiempo
frente a pantallas en esos rangos de edad, menor es la cantidad de palabras que
oyen y producen. Además, según el informe, también disminuye la frecuencia de
las interacciones verbales con los padres, y esto puede afectar al desarrollo
del lenguaje en los primeros años. En otro análisis publicado en la revista
científica Clinical Epidemiology and Global Health en 2024, titulado ¿El
tiempo que pasan los niños frente a una pantalla afecta a su desarrollo
lingüístico?, estudiaron el efecto del tiempo frente a la pantalla en el
desarrollo del lenguaje en niños menores de 12 años. La conclusión a la que
llegaron fue que, en la mayoría de casos, el uso excesivo de pantallas se
asocia con un impacto negativo en la adquisición del lenguaje, y esto se agrava
cuando hay poca interacción con adultos.
Pese a que se nos advierte por todas partes, uno de los efectos de esta
incomunicación es precisamente la exposición selectiva a aquello que interesa,
mientras que se obvia todo aquello que nos incomode.
Hay un factor económico en lo que se ha dado en llamar "capitalismo
digital" y en la "economía de la atención". Estas personas viven
en un entorno burbuja cuya puerta de entrada es la pantalla. Son consumidores de información en una
sociedad que la ha convertido en ganancia. Hay resistencias importantes para
ser restringida. Se trata de fabricar adictos a los que se pueda llegar
fácilmente a lo largo de la vida. El problema grave son la consecuencia:
violencia por incapacidad comunicativa, irritabilidad constante, problemas para
empatizar, etc. Pero eso a ellos les da igual. Se trata de estimular el consumo
de información, que se convierte en beneficio económico, y nos lleva al consumo
a secas.
De poco sirven los expertos o los apuntes en los medios. De poco vale que
avancemos en la comprensión de las "neuronas espejo" y de su papel
esencial en el aprendizaje mediante la interacción con otros, de su papel en la
adquisición del lenguaje, etc.
El artículo se cierra con este párrafo:
Andreu añade que los padres
deberían reducir el uso de móviles enfrente de sus hijos: “¿Cómo le puedes
decir al niño que no lo haga, si lo hacen sus modelos? Además, se podría tener
en casa una zona y unas horas libres de pantallas y que sean el momento de
interacción, comunicación y donde más se desarrolla el lenguaje”.*
Estamos entendiendo mal el problema. Seguimos pensando en términos de separación de niños y adultos, cuando hay que hacerlo en términos sistémicos, de interacciones. Los niños serán adultos y los adultos han sido niños. Los problemas de desarrollo y formación en la infancia no desaparecen cuando se llega a adultos. Seremos adultos defectuosos, con problemas de comunicación y empatía. Podemos esconder esta realidad fraccionando el problema, pero es el mismo.
Los resultados los vemos en esa incomunicación de efectos graves para el desarrollo. Los niños de hoy son los adultos de mañana. Tendremos una calidad humana acorde con lo que les ofrecemos desde la infancia. Una formación defectuosa del yo, una formación defectuosa del nosotros con efectos incontrolables: del acoso al maltrato, del fanatismo al egoísmo, son consecuencias de una socialización defectuosa.
* "¿Está afectando el uso de pantallas al desarrollo del lenguaje en los niños? El País 22/10/2025 https://elpais.com/mamas-papas/familia/2025-10-22/esta-afectando-el-uso-de-pantallas-al-desarrollo-del-lenguaje-en-los-ninos.html






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