Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Siempre
es una decisión complicada la película con la que comenzamos cada curso (son ya
15 años). Hay muchas a las que quieres dedicar este puesto inaugural que tienen
siempre algo de compromiso, algo especial. Y Perro blanco lo tiene.
Para
los que no conozcan la película les daré algunos datos. El primero es que es un
alegato contra el racismo. La protagonista atropella un perro al inicio de la
película, lo cuida y lo mete en su vida de actriz aspirante. Descubrirá que el
perro es un "perro blanco", es decir, un animal al que se ha
condicionado para atacar a los negros.
No es
necesario adelantar más. Con este arranque ya sabemos cuál fue el destino de la
película y del propio Fuller. Se negaron a distribuirla y apenas se hicieron
algunas copias para cubrir el expediente. Fuller se fue del país prometiendo
que no volvería a rodar en los Estados Unidos. Francia le acogió. Es lo que
suele llamar una "película maldita" por motivos evidentes.
El
filme nos ha permitido hablar ampliamente y conectar con el peligroso mundo que
estamos creando. Era inevitable conectarla con otra película reciente que
ahonda en el problema del "supremacismo blanco", del racismo, como es
"Una batalla tras otra" (Paul Thomas Anderson 2025).
Creo
que es necesario hacer revisiones de estos filmes que de repente se nos muestran
como peligrosamente actuales. Las cuestiones del racismo, de la xenofobia, de
los ataques a la inmigración vuelven a estar en las primeras páginas porque han
pasado a estar presentes en nuestra realidad social con mayor o menor
intensidad en los llamados "discursos y actos de odio".
¿Es
posible que no avancemos, que sigamos estancados en estas cuestiones? En lo que
se nos describe, en sus raíces, no hay mucha diferencia entre lo que nos
muestra Fuller y en lo que nos muestra Paul Thomas Anderson, que nos actualiza
una novela de Thomas Pynchon de 1990.
La
novela de R. Gary y la de Th. Pynchon nos ofrecen, desde perspectivas muy diferentes, una
misma realidad, la del racismo metido hasta las raíces más profundas de la América
que permanece impertérrita ante este fenómeno. El tono de ambos filmes, las formas son muy distintas, pero sus realidades no lo son tanto.
Hay una
América que no cambia, de raíces profundas. Cuando nos hablan del origen de los
"perros blancos" señalan su persecución de los esclavos que se
fugaban. Los perros los perseguían hasta matarlos a dentelladas. Se acabó la
esclavitud, pero no el odio racista que los creó. Es un momento clave en la
película escuchar el odio y el orgullo con los que se habla de esos
"perros blancos", una máquina animal creada para matar.
Hoy
volvemos a tener los mismos discursos de odio. Lo hemos visto y escuchado en
los discursos de las raíces "blancas" y "evangélicas" del
trumpismo. Ese "nuevo pueblo elegido", el norteamericano, es "blanco"
y solo desear ser de ese color. Mata en las fronteras, crea muros, hace
redadas, manda al ejército a detener a miles de personas.
En la
película de Paul Thomas Anderson han de jurar que no han tenido "relaciones"
con personas de "color", de cualquier "color". Se penaliza
con la muerte. Es considerado como el peor de los pecados, una contaminación
intolerable.
Creo
que "Perro blanco" ha sido una buena elección para nuestro seminario
de cine, para nuestro cinefórum. Hay que hablar de cine, de estas películas que
nos obligan a enfrentarnos a nuestros demonios. Hay que preguntarse por los
filmes sin caer en la trampa del tecnicismo, de aislarlos como si no tuvieran
relación con el mundo que los produce y aquel que los recibe.
Les animo a que ven las películas que he mencionado y, especialmente, a que hablen de ellas, que debatan. Un arte que se queda en lo estético no sirve de mucho. No sé si las películas pueden cambiar el mundo, pero sí nuestras mentes. Al menos las de algunos.



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