Joaquín Mª Aguirre (UCM)
A veces
sobran las palabras. Ver caminar a un marginal Pedro Sánchez tras la foto final
de la reunión de la OTAN decía mucho más que las palabras que se pudieran decir
en la rueda de prensa. La sensación de soledad era absoluta. Nadie quiere tener
amigos como Pedro en ese club.
La
situación de España y de Pedro confluyen en el panorama internacional donde se
supone que las personas que hay en la reunión de la OTAN representan la postura
de un país. Y Trump no habla de "Pedro Sánchez", habla de
"España".
Si no
tuviésemos la caótica situación interna que tenemos, quizá se habría producido
una situación diferente, pero lo que transmitía Sánchez era una triste y
profunda soledad. Arrinconado por los escándalos familiares, de partido y ahora
arrinconado también en la OTAN, lo raro es que Sánchez no convoque elecciones
por puro hartazgo, por una insoportable situación anímica. Esto no es ya amor al cargo, ambición política, aunque
no sepamos muy bien cómo calificarlo. Es más que resistencia; es otra cosa.
En la
reunión de la OTAN de la que Sánchez esperaba salir con su "victoria"
del 2,1% de inversión en defensa para retener a sus socios de legislatura,
Sánchez ha salido trasquilado. Dentro se le llama "mentiroso",
"traidor" por haber aceptado supuestamente el "5%" y
fuera... fuera ha pasado a ser el objeto de las iras personalizadas de Donald
Trump y de las risas de ese ser grotesco que se llama Rutte, el Secretario
General, que pasará a la historia como el reidor oficial de las gracias del
nuevo "daddy". Le ha hecho tanta gracia a Trump el mal chiste de
Rutte que a la bajada del avión de vuelta ya se presentaba bajo esa etiqueta:
"¡Daddy está de vuelta en
casa!". Todo un logro que le garantiza algún contrato televisivo al
finalizar su mandato.
La
capacidad de convertir la política en un circo que tiene Donald Trump en el que
domina el centro de la pista necesita de esa otra pieza del número de los
payasos: necesita del payaso tonto para que se perciba el listo. Trump necesita
siempre alguien que se convierta en la pieza que necesita para que le funcione
el número. En este caso ha sido Pedro Sánchez el que le ha permitido
interpretar ese papel de daddy que
Rutte le ha servido en bandeja a costa del presidente español.
En
España, la cuestión OTAN es la cuestión Sánchez. Las prisas porque salga del
poder están repartidas por todo el espectro político; unos porque le ven débil
y consideran que es el momento de atacar; otros porque temen verse arrastrados
por pifias y desastres y tratan de mantener su cuota de poder y beneficio
político. Que Sánchez se vea cuestionado desde todos los ángulos, incluido el
propio del PSOE en el que los depurados del partido afilan sus sables en
preparación de la caída previsible y otros se vuelven tibios en la defensa por
temor a que sigan saliendo escándalos de corrupción. Las lágrimas en el PSOE lo
han sido por la traición, por darse cuenta que han sido engañados por personas
a escasos metros de ellos y no se dieron cuenta. Eso da algo más que rabia y
vergüenza. Crea un sentimiento de inseguridad muy fuerte ante lo que pueda
pasar.
Y ahora
Europa, ahora la OTAN. No sabemos si la soledad europea de Sánchez es por el
gasto o por el desgaste. No tenemos claro si su marginación se debe a que no
quiere pasar del 2,1% o porque se han excedido los límites de la decencia
política y lo ven rodeado de casos peligrosos, que hubieran hecho dimitir en
otras países. ¿Se entiende en Europa que no dimita y convoque elecciones?
Probablemente no. Lo que nos lleva a preguntarnos si el empecinamiento en el
2,1% es una falsa tapadera, una actitud firme ante la realidad contraria. ¿Es
el 2,1% una forma de aparentar firmeza fuera cuando por dentro todo hace agua?
La amenaza de Trump de guerra comercial contra España ha hecho que Núñez Feijoo cambie de estrategia no vaya a aparecer como trumpista, algo que no ha incomodado a alguna dirigente del PP. La respuesta del gobierno es que Trump no puede tratar con España la cuestión arancelaria. Pero pueden suceder varias cosas: a) que Trump no lo sepa; b) que a Trump no le importe y c) que Trump lo sepa y le importe un pimiento. En cualquier caso, Daddy buscará la forma más dañina de castigar a los hijos díscolos para ejemplo del resto y hacer América Grande Otra Vez. Si bombardea Irán, no tiene problema en tomar medidas para mostrar quién es Daddy. El negocio de Trump está en la guerra, las armas y los aranceles. Sánchez no le va a cambiar esto.
¿Quiere
pasar a la Historia, a falta de algo mejor, como "Pedro 2,1% Sánchez"?
Mejor pasar así que por lo que se va acumulando y sigue creciendo en casa. ¿Está
dispuesto el PSOE en sacrificar a Sánchez para que cargue con la culpa de los
culpables?
La imagen patética de su soledad europea, el ser señalado directamente por Trump diciendo que España pagará el "doble" mediante aranceles y lo que le esperaba al llegar a casa, no son motivos de alegría o calma. Ha acumulado nuevos ataques desde todos los ángulos y eso tiene un coste personal e institucional.
Da
igual que el motivo sea una buena causa, algo que Sánchez busca
desesperadamente. El problema es que se le tuercen. Si todos los miembros de la
OTAN aceptan el 5%, está claro que el papel de España no se va a entender.
Trump lo sabe, los miembros de la OTAN lo saben... y Pedro Sánchez lo sabe.
La imagen final del encuentro es suficiente para entenderlo con claridad. Debe pasar muy lento el día cuando se espera la llegada de la siguiente crisis.






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