Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Trump
ha hecho un canto no tanto a la "paz" sino al fin de una
"guerra", a la que solo ha llamado por su nombre para anunciar la
"paz": la "Guerra de los 12 días". Todo esto es paradójico,
como hemos venido señalando estos días. Lo es especialmente porque el objetivo
anunciado por Netanyahu es el fin del régimen iraní, al que considera una
"amenaza existencial", que en términos de Israel significa la
"extinción del régimen". Tendríamos que preguntarnos también qué
significa para Netanyahu "extinción", claro.
La
pregunta no es retórica a la vista de la limpieza étnica emprendida para acabar
con otra "amenaza existencial", la del pueblo palestino,
especialmente de mujeres y niños, principales víctimas de sus bombardeos.
Netanyahu,
tras arrastrar a Estados Unidos, le ha dejado el emotivo detalle de decidir
cómo llamar a este extraño episodio que
ha servido para promocionar un tipo de bombardero y experimentar con un tipo de
bombas, estas que estallan bajo tierra en su búsqueda de objetivos. De esta
forma Trump presume de tecnología, de eficacia y de llevar la paz al mundo.
Pero a
nadie se le oculta, que más allá del auto bombo de Donald Trump, el problema
sigue estando en la idea de Israel de hacer desaparecer del mapa todo aquello
que cuestione su existencia y medidas. Israel ha rechazado sistemáticamente la
solución de los "dos estados" porque sería la consolidación de sus enemigos. Prefiere destruirlos antes que reconocerlos.
No ha
habido una presión más allá de las bonitas palabras, ni por parte de Occidente
o de los propios vecinos árabes, claramente alineados junto a Estados Unidos
para ser amparados frente a la agresividad de Irán, desplegada como amenaza con
su apoyo a los grupos rebeldes.
En el
fondo muchos intereses, pero también una guerra que apenas se invoca, la
disputa por la "verdad" entre chiíes y suníes, con centros en Irán y
en Arabia Saudí, subyacente en el mundo islámico, plagado de celos por el
control de la "palabra" en las diversas teocracias. Incapaces de
entender esta disputa, es una guerra sobre la "interpretación" de la
"palabra" islámica que supone a la vez una interpretación del mundo
desde ella. Lo que en sitio se controla desde la Universidad de Al-Azhar, desde
otro se hace desde el régimen teocrático de los ayatolás. La creciente
"sionización" de Israel hace el conjunto explosivo y le pone las
cosas difíciles para hallar cualquier solución que no sea desde el radicalismo,
para lo que necesita cada vez más el apoyo norteamericano.
Oriente
Medio se ha convertido en un espacio en el que la estrategia consiste en elevar
el nivel de amenaza para ser respaldado, como bien ha demostrado Netanyahu al
arrastrar al los Estados Unidos con un Trump deseoso de notoriedad y demostrar
que apuesta por la paz aunque para demostrarlo tenga que montar una guerra, la
de los "12 días",
Hoy las
apuestas internacionales se hacen sobre cuánto va a durar la "paz" o,
lo que es casi lo mismo, si habrá que cambiarle el número al nombre dado por
Trump. Si Israel sigue adelante con sus
bombardeos, a Irán no le quedará más remedio que seguir y a Trump continuar con
lo empezado.
Trump
ha pedido, por favor, que respeten la tregua. No hay mucho margen. Lo cierto es
que con sus actos y estrategias, con sus decisiones y declaraciones. Trump ha
cambiado las relaciones en el mundo de aliados surgido tras la II Guerra Mundial.
El recelo pasa a ser el centro. Veremos cómo va la reunión de la OTAN hoy.
Echo un vistazo a los titulares de la prensa antes de subir el texto y todos hablan de acusaciones de rupturas del alto el fuego. Trump se va a enfadar.




No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.