sábado, 21 de junio de 2025

Corrupción y machismo

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Sobre que los políticos puedan ser corruptos hay una amplia historia, pero esto de escucharlos en directo por las grabaciones (¿quién graba a quién?) está haciendo que el debate se traslade a uno de sus flancos débiles: el machismo. Sí, los corruptos son además machistas, asquerosamente machistas.

Sobre esto se pueden establecer diversas perspectivas, desde lo individual hasta lo sociológico, desde lo que le viene de nacimiento a la perversión del cargo, que conlleva ciertos comportamientos.

Algunos que callaban por lo que pudiera pasar, han saltado con el tema del machismo, ya sea por indignación real o, como salida más fácil, para poder decir lo que realmente pensaba pero sin temor a ser acusados de "traidores" o de echar más leña al fuego. Por decirlo claramente: se silencia antes la corrupción que el machismo. La corrupción tiene muchas "explicaciones" en la debilidad (ya saben, la tentación), mientras que ese machismo en su salsa que se ha desvelado en esas conversaciones privadas son difícilmente aceptadas por la sociedad.

Lo sorprendente es que a Trump se las disculparon y le eligieron presidente. Pero aquí no se pasan y se convierte en el centro de atracción para la crítica de mucha gente. Esta diferencia es más importante de lo que pudiera parecer pues revela lo que para una sociedad (o para muchos millones de votantes) es disculpable y que no. La sociedad norteamericana consideró un simple detalle las conversaciones grabadas (puede incluso que le hiciera ganar algunos votos). Pero Trump decía algo muy claro: el poder también se aprovecha sexualmente o es su complemento. ¿De qué te sirve el poder -se preguntaba Trump- si no te sirve para conseguir lo que deseas? Como sabemos, ni los pagos fraudulento para silenciar a las actrices porno le detuvieron demostrando que la sociedad norteamericana entiende mayoritariamente que sexo y poder van juntos, algo que Clinton ya había demostrado en el escándalo Lewinsky.

La sociedad española, en medio de los escándalos por corrupción desde el poder parece haber asumido una perspectiva diferente, lo cual dice algo en nuestro favor. Los chanchullos de corrupción forman parte del poder, pero el machismo de los poderosos no se tolera demasiado.

Ana Iris Simón El País, 21/06/2025


En el diario El País, Ana Iris Simón plantea un problema terminológico, el de cómo referirse a esas "acompañantes" (algún término habrá que utilizar) de estos políticos. El título de su columna de opinión ya nos dice con claridad su idea: "Ni novias ni amigas: son prostitutas"*. Pone la mirada en esta especie de eufemismo continuo, no se sabe muy bien hacia quien, si hacia ellas o hacia ellos (quizás a los dos). Lo inhabitual de entremezclar en los medios dos campos diferentes hace que quienes deben describirlo, ponerle nombre a ese vínculo (¿relación es excesivo?). El debate constante sobre la legalización de la prostitución hace que este se convierta también en cuestión sobre la mesa. Sin embargo, una cosa son las palabras y otra los hechos. La tesis de Ana Iris Simón es que nos da más miedo llamar a las cosas por su nombre que lo realmente existente. Evidentemente "su nombre" es algo variable, pero nos gusta pensar o utilizar esa idea.

Otra intervención clara en el mismo medio es la de El Roto y su viñeta, que entra de lleno en el problema de fondo: 

La idea aquí va en otro sentido, bastante coherente. Ellas hacen lo suyo, pero ellos hacen lo que no debería hacer. El énfasis se pone en la hipocresía de este machismo entre supuestos progresistas, que se nos muestran como lo que son: machistas, mentirosos, hipócritas, con toda seguridad, y "presuntamente" corruptos.

La sensibilidad española a este machismo debería ser virtuosa. Sin embargo, las cifras dicen otra cosa. El aumento de la violencia de género, el descenso de la edad de los acosos y ataques a las mujeres que se producen en escuelas e institutos, el aumento de la creencia entre jóvenes de que la violencia significa "interés" (algo que reflejan las encuestas) o la idea expansiva de la ultraderecha de que el feminismo se trata de una "ideología de género", etc. nos deberían hacer reflexionar sobre lo ocurrido.


Que tras partidos que defiende ideas de progreso se encuentren escondidas personas con una forma muy "patriarcal" de ver las relaciones ha impactado. No dudamos de las ideas en sí; pero nos hacen dudar de las personas que las proclaman en los límites que se establecen entre discursos y proclamas y los hechos y palabras en la sombra.

No sé si hay corruptos feministas. Por ahora sabemos lo contrario: que hay corruptos machistas. La gran pregunta nos vuelve a llevar a la cuestión del "poder", a lo que supone de transgresión de los límites. Que personas que se sienten "poderosas" tengan la idea de que este tipo de machismo les permite sentirse en privado por encima de los demás, a los que engañan y usan, quizá sea un malentendido de la forma de ver la política.

Unos llegan a la política con vocación de servicio, como se decía antes; otros, en cambio, con ambición de servirse. Algunos llegan para ayudar a los demás; otros, para ayudarse a ellos mismos, sentirse poderosos. Esa forma de ver el poder puede implicar la idea de un machismo despectivo, posesivo, etc. Y es lo que hay que ver.


Si caemos en la tentación de un uso mediático y escandaloso, cometemos un error. Lo que ha ocurrido es grave, indignante, pero también revelador de cómo se construye ese otro poder del que no se habla hasta que sale a la luz. El machismo revelado ha sido para muchas la gota que ha hecho rebosar el vaso. Podían callar, tragarse su indignación, pero el machismo les ha dejado sin argumentos. Y han estallado.

No nos quedemos en la anécdota. Es una manifestación más de que hay muchas cosas que no hemos podido cambiar como sociedad, cosas que permanecen insertadas en el sistema y que, según parece, son fáciles de esconder.


No la utilicemos tampoco para desviar el debate. Hay debate sobre corrupción y hay debate sobre el machismo subyacente. Los dos debates son necesarios porque siguen siendo problemas cada uno en su orden. La corrupción está en el poder; el machismo por muchos más. Si se juntan es una buena ocasión para poner ambos sobre la mesa. Y ponernos nosotros también en la medida en que se ha hecho ante nuestros ojos, instituciones y urnas. Son males sociales. También lo son el puritanismo y la hipocresía.

Que la corrupción política saque a la luz otro tipo de comportamientos poco ejemplares por parte de representantes públicos y sus allegados levanta muchas dudas sobre el propio sistema. Hay que revisar los imperfectos mecanismos que permiten no solo que asciendan estos individuos sino que lleguen muy alto en los partidos y en la administración. Desde allí es fácil montar sus tramas y mantener su comportamiento. El miedo, la falsa prudencia, la malentendida disciplina de partido, etc. hacen el resto.

* Ana Iris Simón "Ni novias ni amigas: son prostitutas" El País 21/06/2025 https://elpais.com/opinion/2025-06-21/ni-novias-ni-amigas-son-prostitutas.html 

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