Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Sobre
que los políticos puedan ser corruptos hay una amplia historia, pero esto de
escucharlos en directo por las grabaciones (¿quién graba a quién?) está
haciendo que el debate se traslade a uno de sus flancos débiles: el machismo.
Sí, los corruptos son además machistas, asquerosamente machistas.
Sobre
esto se pueden establecer diversas perspectivas, desde lo individual hasta lo
sociológico, desde lo que le viene de nacimiento a la perversión del cargo, que
conlleva ciertos comportamientos.
Algunos
que callaban por lo que pudiera pasar, han saltado con el tema del machismo, ya
sea por indignación real o, como salida más fácil, para poder decir lo que
realmente pensaba pero sin temor a ser acusados de "traidores" o de
echar más leña al fuego. Por decirlo claramente: se silencia antes la
corrupción que el machismo. La corrupción tiene muchas
"explicaciones" en la debilidad (ya saben, la tentación), mientras
que ese machismo en su salsa que se ha desvelado en esas conversaciones privadas son difícilmente aceptadas por
la sociedad.
Lo
sorprendente es que a Trump se las disculparon y le eligieron presidente. Pero
aquí no se pasan y se convierte en el centro de atracción para la crítica de
mucha gente. Esta diferencia es más importante de lo que pudiera parecer pues
revela lo que para una sociedad (o para muchos millones de votantes) es
disculpable y que no. La sociedad norteamericana consideró un simple detalle
las conversaciones grabadas (puede incluso que le hiciera ganar algunos votos).
Pero Trump decía algo muy claro: el poder también se aprovecha sexualmente o es
su complemento. ¿De qué te sirve el poder -se preguntaba Trump- si no te sirve
para conseguir lo que deseas? Como sabemos, ni los pagos fraudulento para
silenciar a las actrices porno le detuvieron demostrando que la sociedad
norteamericana entiende mayoritariamente que sexo y poder van juntos, algo que
Clinton ya había demostrado en el escándalo Lewinsky.
La
sociedad española, en medio de los escándalos por corrupción desde el poder parece
haber asumido una perspectiva diferente, lo cual dice algo en nuestro favor.
Los chanchullos de corrupción forman parte del poder, pero el machismo de los
poderosos no se tolera demasiado.
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| Ana Iris Simón El País, 21/06/2025 |
Otra intervención clara en el mismo medio es la de El Roto y su viñeta, que entra de lleno en el problema de fondo:
La idea aquí va en otro sentido, bastante coherente. Ellas hacen lo suyo, pero ellos hacen lo que no debería hacer. El énfasis se pone en la hipocresía de este machismo entre supuestos progresistas, que se nos muestran como lo que son: machistas, mentirosos, hipócritas, con toda seguridad, y "presuntamente" corruptos.
La
sensibilidad española a este machismo debería ser virtuosa. Sin embargo, las
cifras dicen otra cosa. El aumento de la violencia de género, el descenso de la
edad de los acosos y ataques a las mujeres que se producen en escuelas e
institutos, el aumento de la creencia entre jóvenes de que la violencia
significa "interés" (algo que reflejan las encuestas) o la idea expansiva
de la ultraderecha de que el feminismo se trata de una "ideología de
género", etc. nos deberían hacer reflexionar sobre lo ocurrido.
No sé si hay corruptos feministas. Por ahora sabemos lo contrario: que hay corruptos machistas. La gran pregunta nos vuelve a llevar a la cuestión del "poder", a lo que supone de transgresión de los límites. Que personas que se sienten "poderosas" tengan la idea de que este tipo de machismo les permite sentirse en privado por encima de los demás, a los que engañan y usan, quizá sea un malentendido de la forma de ver la política.
Unos
llegan a la política con vocación de servicio, como se decía antes; otros, en
cambio, con ambición de servirse. Algunos llegan para ayudar a los demás;
otros, para ayudarse a ellos mismos, sentirse poderosos. Esa forma de ver el
poder puede implicar la idea de un machismo despectivo, posesivo, etc. Y es lo
que hay que ver.
No nos
quedemos en la anécdota. Es una manifestación más de que hay muchas cosas que
no hemos podido cambiar como sociedad, cosas que permanecen insertadas en el
sistema y que, según parece, son fáciles de esconder.
Que la corrupción política saque a la luz otro tipo de comportamientos poco ejemplares por parte de representantes públicos y sus allegados levanta muchas dudas sobre el propio sistema. Hay que revisar los imperfectos mecanismos que permiten no solo que asciendan estos individuos sino que lleguen muy alto en los partidos y en la administración. Desde allí es fácil montar sus tramas y mantener su comportamiento. El miedo, la falsa prudencia, la malentendida disciplina de partido, etc. hacen el resto.
* Ana Iris Simón "Ni novias ni amigas: son prostitutas" El País 21/06/2025 https://elpais.com/opinion/2025-06-21/ni-novias-ni-amigas-son-prostitutas.html








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