Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La
política española es tan débil por la ausencia de mayorías que den estabilidad
y criterio que los gobiernos (incluidos algunos autonómicos) deben salir cada
día a la palestra a definirse y redefinirse, a buscar la caza diaria que les
permita subsistir en una larga agonía. Esta vez ha sido Trump y su cinco por ciento frente al que se opone
un "2,1%" que nos coloca fuera del sistema, primeros en la cola de
los europeos pobres.
Pero la
necesidad de encontrar "gigantes" a los que enfrentarse para asumir
su cuota de heroicidad tienen un pequeño problema: que esta vez los gigantes no
son molinos, sino gigantes de verdad. En términos políticos y económicos, el
choque con los gigantes nos puede costar un ojo de la cara.
Demasiada prisa se han dado en decir que Trump "no puede" negociar la política arancelaria fuera de Europa. "No puede· es una expresión que motiva especialmente a Trump; le encanta, podríamos decir a la vista de la experiencia. La machada de Sánchez la podemos pagar todos los españoles si empieza a subir los aranceles a productos específicos de nuestro país o si le da por prohibir su entrada.
Creo
que poner por delante la legalidad en el caso de Trump es ser demasiado optimista.
Sánchez además se lo ha puesto en bandeja. Pero esto del cinco por ciento nos
enfrenta igualmente al resto de la OTAN, a Europa, que no puede ver con buenos
ojos que un miembro decida no pagar lo mismo que ellos. ¿Qué es eso del
"modelo social", del "bienestar", etc. que se esgrime para
el incumplimiento?
No deja
de ser sorprendente que Sánchez levante el escudo europeo de la política
económica común cuando se aleja del común europeo en defensa. ¿Funciona todavía
lo de "OTAN no, bases fuera" y aquel ambiguo "OTAN de entrada
no" con el que fu sustituido? Algo debe quedar en el inconsciente
histórico colectivo español.
El negarse al cinco por ciento le sirve a Sánchez para atraer de nuevo a socios que le aprietan por la corrupción dentro del partido, algo que no hay por dónde agarrarlo, por más que dentro algunos de defiendan a capa y espada. Y tiene un colchón: cuando se apliqué el 5% ¡puede que ya no esté en el poder! Él habrá defendido algo que no lo necesitaba por inexistente y el marrón le caerá al siguiente... que es poco probable que sea él!
Dentro
de este carácter sistémico de la política española, que Sánchez reciba apoyos
relativos desde la izquierda, obliga al PP de Núñez Feijoo a acercarse al
trumpismo sumiso de la OTAN y a llevarse este las broncas de Vox, que le acusa
de incongruente en sus críticas al PSOE que dice es apoyado por el PP.
Lo
irónico de este anti trumpismo es que lleva a hacer causa justa de lo contrario
que se ha firmado alcanzar, ese 5%. Eso sirve para que acusen a Sánchez de mentiroso y
para que Trump se lo tome como la excusa perfecta para matar mosquitos, es
decir, nosotros.
Por si
fuera poco, necesitado de causas justas, Sánchez se lanza de cabeza contra
Israel. Al igual que con lo de la OTAN, las posiciones de los países son
contradictorias. Sánchez necesita convertirse en un presunto líder europeo al
que nadie sigue. Se lo pone fácil a Benjamín Netanyahu, que le coloca como
enemigo declarado, como "anti israelí".
De
nuevo, ese movimiento tiene sus ventajas de cara a los apoyos internos, pero
sirve de muy poco. Cada medida que proponga, como ya está sucediendo, le hará
estar más solo en Europa, donde la patética imagen de la foto final con un
marginado y solitario Sánchez no le hace ningún favor. Pronto será un apestado
y hasta Rutte hará algún chiste a su costa. Seguro que ya está en ello.
La
larga agonía de Sánchez en el poder da para una serie televisiva de médicos y hospitales.
Dispuesto como está a resistir, su postura le debilita en Europa donde, por la
mitad, ya habría dimitido la mayoría.
Tampoco
internamente en el partido le va bien. Los movimientos desde dentro, con gente
de paso que ya no está en el aparato, firmando cartas y manifiestos, le hacen
daño indudablemente. Por más que salgan algunos preguntándose "si Felipe
González se ha hecho de derechas", la cuestión no es esa.
Los
partidos, de forma sana o de forma corrupta, se han convertido en espacios de
intereses personales y la idea de dimisión es un extremo que muchos no tienen
en su lista de acciones políticas. Los que temen que no quede nada de PSOE tras
Sánchez se suman a los que piensan que fue Sánchez quien los creo desde una
nada militante. Unos le salieron bien y otros andan por los juzgados. Lo que
está claro es que si Sánchez sale, quedará poco en pie porque hay muchos
esperando en la puerta a que les avisen.
Si
empiezan los problemas personalizados a España por ese "5%" que se
resiste aunque se haya firmado, que Europa ignora y a Trump motiva, las miradas
se dirigirán de nuevo a Sánchez que tendrá que buscarse nuevas gestas heroicas
para mantenerse en el poder.
Como el título de aquel famoso disco: "¿Crisis? ¿Qué crisis?".





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