Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El caso
de TikTok está siendo polémico en los Estados Unidos, donde fue declarado
"peligro nacional" y sus usuarios han dejado de poder acceder a sus
servicios. Hoy, la tenista estadounidense Coco Gauff, tras ganar su partido en
Australia, ha escrito para las pantallas, "RIP TikTok USA", toda una
declaración del sentir de los usuarios. Ella pensaba que, estando en Australia,
podría usar el servicio, pero no ha sido así, de lo que se queja amarga y
públicamente.
Parece
que a los Estados Unidos le basta con nombrar sus intereses o
su seguridad para deshacerse de TikTok y para el futuro, que ya se invoca,
quedarse por los mismos motivos con el Canal de Panamá o la riqueza nacional de Groenlandia. Querer es poder,
señalaba el dicho. Ahora el sentido se
ha invertido: Poder es querer.
Los
Estados Unidos, los paladines de la libertad de comercio, entre otras muchas,
parece que han cambiado de opinión, y se han vuelto "proteccionistas"
en el peor sentido comercial de término. Parece que lo que venga del otro lado es
peligroso y que puede conseguir lo que quiera por encima del derecho.
La
paradoja es que lo que esgrimen para considerar peligrosa a la red de origen chino podría
aplicarse a ellos mismos. Las grandes tecnológicas pueden ser consideradas ya una
forma de "influencia" norteamericana ahora que han apostado por Trump, como han
hecho sus magnates de Musk a Zuckerberg.
¿No
poseen ya los Estados Unidos información de todos los ciudadanos del mundo a
través de sus redes, de Facebook a Instagram, pasando por X? Los nuevos
derroteros políticos por los que se mueve USA, la proximidad de unos personajes
como Musk al gobierno, ¿no lo convierte en una cuestión de seguridad nacional
para, por ejemplo, Europa?
Se ha
ignorado durante mucho tiempo la cuestión política de las redes, del poder que
permiten para moldear y dirigir la opinión. No es solo la capacidad de manejar
la información de los usuarios, sino la capacidad de filtrar —esto es, de
censurar— las comunicaciones entre todos.
Las
redes han sido su propio cebo para la atracción. Ahora nos encontramos dentro.
La pena de Coco Gauff es la de cualquier persona de esa edad que ha construido
en gran parte su vida social a través de una red.
Recibo,
como los demás, mensajes en los que se me insta a dar datos para
"asegurarme" de no perder los correos de 15 años. Ellos los tienen,
no yo. Tengo que acceder, usar y guardar en un espacio virtual que desconozco
realmente. ¿Dónde está esa información que constituye mi pasado acumulado y mi
presente activo? Si desaparece o se me limita o se varían sus condiciones
podemos vernos en un problema serio. Pueden secuestrar nuestros datos y pedir
una "suscripción". Ya lo hacen de alguna forma.
La
gratuidad de las redes es un invento promocional. El precio somos nosotros;
pagamos con nuestros datos. No deja de ser curioso que la Unión Europea no haya
tenido la idea de crear redes europeas, garantizadas por la propia Unión, un
espacio propio. Ahora estamos expuestos a los chantajes norteamericanos o
chinos sobre nuestra vida virtual, sobre nuestra vida social, que es ya a través
de las redes.
Las
propias administraciones vuelcan sus informaciones a través de las páginas de
las redes en muchos casos. El correo de mi universidad, la más grande de
España, es un correo de Google. Datos personales, académicos, científicos,
circulan y se guardan en ella. Una caída nos deja incomunicados.
En estos
años, no solo dependemos de los Estados Unidos para la defensa. Francia ha
insistido mucho en la necesidad de crear un ejército europeo que garantice la
autonomía. Sin embargo no he escuchado sobre la necesidad de reducir la
dependencia virtual y comunicativa. Las "poderosas" empresas
norteamericanas son "grandes" porque controlan sin resistencia el
mundo.
Necesitamos liberar amarras de las tecnológicas que poseen acceso a nuestra vida directamente. Hay una manipulación económica, pero ya hay también una manipulación política que se traduce en influencia o censura.
En
varias ocasiones he comentado, por haberlas sufrido, las censuras. De repente,
un mensaje te anuncia que tu publicación ha sido eliminada. Curiosamente,
siempre ha sido por mencionar estas cuestiones de redes. Ellos deciden ya qué se puede
decir y qué no. Sin embargo, el peligro, nos dicen, está en que esos datos de norteamericanos lleguen al gobierno chino.
Creo que podemos empezar a ver que hay más peligros con la llegada de Trump al poder y la cooperación en ello de las grandes compañías tecnológicas y de las comunicaciones.
Después de quedar desconectada de Estados Unidos, Trump ha llegado como un ambiguo "salvador". Es un gesto de imagen del "gran arreglador". Muestra cómo puede "tratar" con China y ofrecer una solución a las personas que, como Coco Gauff, se encuentran "tristes" por la desaparición de su red favorita. Una jugada. La solución, claro está, pasa porque sean empresas norteamericanas las que se hagan al menos con el 50%.
Este texto no es a favor de TikTok o no, sino una llamada de atención sobre que todo esto empieza a crecer demasiado y se ha convertido en la forma de control político y económico. Necesitamos garantías de que nos podemos mover por las redes sin ser objeto de vigilancia o control.
Necesitamos unos espacios diferentes. Vivimos en las redes y estamos en manos de quienes las controlan.
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