miércoles, 8 de enero de 2025

El imperialismo norteamericano

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Podemos dividir el mundo entre "los que creen en lo que dice Donald Trump que va a hacer", "los que no lo creen" y, finalmente, Donald Trump. Son tres categorías que pueden a su vez  permitir diversas subcategorías. Como siempre, volvemos a la idea central: ¿cómo entienden todo esto los que le votaron?

Quizá algunos recuerden aquellas imágenes televisivas de la primera reunión internacional a la que asistió Trump, cómo daba codazos para poder salir en primera línea para salir en las fotos. Lo que se debatiera en la reunión con los líderes mundiales no tenía importancia; lo importante era salir en las fotos en lugar preferente, bien visible, que el mundo supiera que estaba allí.

¿Qué sentido tiene esto? No lo sé. Podría apuntar a que solo le importa dar la nota, figurar, estar ahí. Pero podría apuntar a que ese figurar va en la línea que él mismo planteó directamente: ser el mejor presidente de la historia de los Estados Unidos, algo que ya se considera. Por supuesto, lo que hace es bueno, sin cuestionarse. Es bueno porque él lo hace. Es bueno para los Estados Unidos. Él escribe la Historia porque es la Historia.

La lista de acciones inmediatas, con Canadá, México, Panamá, Ucrania, Groenlandia, el Polo, la OTAN y lo que se le pase por la cabeza, es abrumadora y de no saber de qué cabeza salen, parecerían propias de un villano de película de James Bond o similar.

Cuando hablábamos ayer de Elon Musk, el que se ha erigido en su alter ego, señalábamos el intercambio de papeles, el intento de Trump de parecer "moderado" a su lado, pero lo que estamos empezando a ver es una especie de rivalidad apocalíptica entre ambos. Señalamos hace también lo que podía ser una fisura entre dos personalidades narcisistas que no soportan tener a nadie delante. Demasiado ego para un solo planeta.

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Lo malo es que las perspectivas de frenar esto no son muchas. Todo depende, como señalábamos al inicio, de si creemos lo que dicen o no. Finalmente no es más que una apuesta, comprobar quién tiene razón. ¿Invadirá Groenlandia? ¿Le cambiará el nombre al "Golfo de México"?

Donald Trump llegó de forma atípica a la Casa Blanca. Se presentaba como un "antisistema", un "anti políticos", a los que acusaba de no hacer lo que debían, pero él era el que venía a "arreglarlo" todo. Muchos no creyeron que llegaría a la Casa Blanca. Lo hizo e intentó hacer lo que había dicho, incluido el "muro". La Justicia frenó algunas de sus propuestas e intentos. Pero hizo otras muchas cosas. Salió de la Casa Blanca y, como MacArthur y Terminator, prometió que volvería y lo hizo, multiplicado su poder. Para hacerlo dinamitó la oposición dentro del Partido Republicano, al que solo le quedó la opción de adorarle. En sus cuatro años fuera del poder atrajo más miradas que la propia presidencia.

Ahora ha prometido "MAGA" a los norteamericanos, solo que la "A" final, la del "again", no tiene precedentes. "MAGA" solo significa el fin de Estados Unidos como líder democrático, una palabra que falta en el mensaje trumpista. Aquello del "mundo libre" ha desaparecido y los Estados Unidos son vistos ahora como una amenaza para el resto.

En el fondo es la vieja idea de que la "democracia" o algo parecido es un privilegio americano, que para que ellos disfruten de la vida, deben decidir sobre la de los demás. Con Trump en el poder, desaparecen muchos conceptos y referencias. Si Trump se anexiona, con fuerza o sin ella, cualquier territorio ¿en qué se diferencia del dictador Putin o del genocida Netanyahu? Todo vale si tienes la fuerza para imponerlo. Como Rusia, Estados Unidos necesita más territorio. Ya lo hizo en el pasado y quiere volver a hacerlo.

Los medios, los comentaristas en los medios, oscilan en sus posiciones. Enuncian la gravedad de lo que escuchan, pero se restriegan los ojos para saber si se trata solo de una pesadilla. No es fácil asumir las implicaciones primero y las consecuencias después de lo que Trump, Musk o cualquiera de sus sicarios o acólitos dicen cada día. Asusta.

Se está dando entrada a toda una tradición mesiánica sobre el papel "divino" de los Estados Unidos. Es eso lo que ha salido a flote desde la oscuridad, lo que se ha ido convirtiendo en forma de pensar primero y de actuar después. Ahora quiere actuar fuera.

Para que el mundo no se desmorone en su forma actual, son los propios norteamericanos, sus instituciones, quienes deberían frenarlo. Pero eligieron presidente a quien promovió el asalto al Capitolio para evitar que el presidente electo pudiera tomar posesión. Finalmente no lo consiguió, pero ha vuelto, está ahí. 

¿Se darán cuenta los que han creado el monstruo de lo que han hecho? ¿Qué les ha cegado? ¿Por cuánto tiempo?

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