Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Suerte,
fortuna, destino o como lo queramos llamar. Es algo que nos fascina y nos
asusta, como todo lo que no podemos controlar. Por eso, cuando nos llegan
ciertas noticias sobre cómo el destino parece burlarse de nuestras metas y
deseos, adquieren un cierto sentido de fábula, de lección de la vida y de lo
poco que contamos en esta.
Puedes irte a Tailandia, después de años de ahorro e ilusión, y morir atravesado por el colmillo de un elefante que no sabía nada del turismo mientras le lavabas con toda la ilusión, como le ha pasado a una turista española. ¿Qué sentido tiene esto para los que lo leen, para los que la conocían? ¿Absurdo?
Cuando no teníamos la pretensión de saberlo todo, había una frase que resumía esa vana pretensión: "¡No somos nadie!". Nos explican que se decían en los funerales, dando el pésame. Es el reconocimiento de que la muerte no necesita invitación, que no depende de nosotros, que se presenta cuando quiere, sin preguntar.
Puede que las nuevas generaciones, las crecidas en
la creencia en la inmortalidad (es decir, en pensar poco en los riesgos), no
entiendan el sentido de la frase. Tiene poca lógica en un mundo en el que eres lo
que tu imagen muestra, en el que el retoque es un asunto esencial. Tiene poca lógica, sí, en un mundo en que puedes quedarte como programa hecho por las IA
para charlar con los que se quedan de este lado.
"¡No
somos nadie!" puede ser demasiado derrotista para algunos, empeñados en
que "son todo", como se nos repite a cada momento. Luego los hechos
incontrolables —una dana, un gigantesco incendio, un elefante, un resbalón en
un selfie arriesgado...— nos ponen en nuestro lugar.
En 20minutos nos traen una de esas historias que dan ese aire de fábula fatalista. La titulan "El único lujo que se dio Emilio Lusquiños, el coruñés hallado muerto tres meses después de ganar 1,2 millones de euros en la Bonoloto"* Es un titulo largo para una historia corta que el título anticipa:
Emilio Lusquiños nunca fue un hombre de grandes lujos. Ni siquiera después de haberle tocado 1,2 millones de euros en la Bonoloto el pasado 17 de octubre. El dinero le llegó casi sin querer. Su cuenta del banco alcanzó las siete cifras, pero no pareció importarle mucho. Seguía siendo el mismo de siempre. Incluso sus amigos tuvieron que convencerle para comprar un piso. Y solamente se dio un único capricho antes de que la Policía lo encontrase muerto en su casa.
Emilio era una persona muy humilde. Cuando se enteró de que era millonario, apenas mostró alegría, según cuentan algunos conocidos a La Voz de Galicia. Él siguió viviendo su vida como siempre, aunque con más tranquilidad. En sus tres cortos pero intensos meses siendo rico, solo se dio un único lujo: un viaje a Tenerife para ver a su querido Deportivo. Como buen aficionado, se compró las entradas para el partido del 15 de diciembre en el estadio Heliodoro Rodríguez López.
El encuentro no llegó a disputarse por el mal tiempo, pero Emilio aprovechó el viaje para quedarse una semana en la isla. También tenía pendiente viajar hasta Málaga este fin de semana para ver a los de Óscar Gilsanz, que se enfrentan a los andaluces este sábado, 11 de enero. Se había comprado los billetes y la entrada, aunque ya no podrá disfrutarla. Su intención era acompañar a su equipo a todas las ciudades.*
La historia, lo que se nos cuenta, no puede ocultar que "no somos nadie". La palabra clave es precisamente la más frustrante: "intención". Emilio Lusquiños fue modesto, humilde, poco expresivo, nos dicen, durante su vida. Se compró un piso porque los amigos le presionaron. Sus sueños eran sencillos, seguir al Deportivo en sus desplazamientos.
¿Cómo leer sin inquietud que su desplazamiento a Canarias fue acompañado por tan mal tiempo que no se celebró el partido, que se quedó una semana en Canarias, pese al mal tiempo?
En un mundo cada vez más narcisista, en el que se finge a menudo lo que no se tiene o no se es, la historia de Emilio merece reflexión o, quizá, no pensar en ella más de un segundo. Representa lo que el ser humano siempre ha temido, lo que antes se llamaba "golpe del destino" y hoy "giro de guión". Puede que no creamos ya en el destino, pero sí en los guiones, que los escribimos nosotros. La vida acaba siendo una película a la que otros dan sentido.
Decía Huxley, en El genio y la diosa, que solo las ficciones tienen sentido**. Novelas y películas, obras de teatro, etc. nos dan la sensación de que el mundo va hacia donde pensamos que va, con nosotros dentro. Esto no es La rosa púrpura del Cairo. ¡Si pudiéramos ver la película de nuestra vida! Quizá por eso las autobiografías suelen ser bastante fantasiosas.
Si hiciéramos una película con la historia de Emilio, muchos opinarían que se han "cargado las tintas", otra expresión mediática. Preferimos el final feliz: te ha tocado la lotería y ya puedes cumplir tus sueños. ¿Es mucho soñar con que haga buen tiempo en Canarias?
* Lúa Rodríguez "El único lujo que se dio Emilio Lusquiños, el coruñés hallado muerto tres meses después de ganar 1,2 millones de euros en la Bonoloto" 20minutos 10/01/2025 https://www.20minutos.es/noticia/5671207/0/unico-lujo-emilio-lusquinos-corunes-encontraron-muerto-meses-despues-ganar-millones-euros/?autoplay
** "—Lo fastidioso en la novela —dijo John Rivers— es que tiene demasiado sentido. La realidad nunca lo tiene." El genio y la diosa.
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