Joaquín Mª Aguirre (UCM)
De vez
en cuando sale algún sabio (o sabia, como fue el último caso) preguntándose
"¿pero es que alguien cree que Ucrania va a vencer a Rusia?". Es una
pregunta siempre y cuando no esperes respuesta. Si la esperas es que eras algo
más que derrotista, eres alguien que no ha entendido que Ucrania es el
escenario, pero que todos somos los afectados porque todos somos los atacados.
A Ucrania le ha tocado la peor parte. La pregunta, pues, no es esa, sino
"¿crees que Putin se va a parar en Ucrania?". Los titulares de los
medios en este momento nos dicen en terrorífica unanimidad que Putin está
bombardeando posiciones a 25 kilómetros de la frontera polaca.
Estos
listos que juegan a pacifistas no se dan cuenta que la única paz que Putin
entiende es la eterna, la del descanse en paz. Lo que quedará de Ucrania, con
rusos dentro o fuera, es un país arrasado, con millones de exiliados, un país
sin infraestructuras industriales, energéticas o comunicativas, un país con
decenas o cientos de miles de muertos a los que estos "sabios" no
quieren dar la oportunidad de defenderse. No entienden ni quieren entender.
Para algunos la guerra es una molestia, suben los precios y todas esas cosas. Indudablemente, son molestias, pero es la forma de evitar otras mucho peores que esperemos que no lleguen. Y esto solo ocurrirá si nos enfrentamos a la realidad de los que está ocurriendo y dejamos de pensar en términos de "campañas de verano" y otras lindezas, como si no existiera la guerra, fuera algo ajeno o estuviéramos muy lejos de ella.
Junto a estos "sabios" mencionados están los "salomónicos", que es otro tipo de sabiduría. Estos salen a la calle con pancartas del tipo "Ni Putin ni la OTAN". Son de una equidistancia perversa porque comprendemos que. por muy mal que lo haga la OTAN, no ha disparado hasta el momento un solo tiro, mientras que Rusia recarga sus armas una y otra vez. Los salomónicos equidistantes son figuras que viven en un mundo inexistente; se ven a sí mismos como figuras de la justicia con la balanza siempre en una mano y en la otra el megáfono. Carecen de sentido del cambio histórico porque siguen anclados en viejos prejuicios. Sus pancartas son irreales porque si la OTAN se retirara la cuestión sería muy distinta para ellos, perdiendo la capacidad de sacar pancartas a la calle.
Están en la onda
de nuestras pacifistas oficiales, las que hablan de los "partidos de la
guerra" y otras simplezas. Deberían mirar cada día lo que el "único
partido de la guerra" existente hace cada día en Ucrania. Esto es una invasión
destructora cuya función es arrasar a un pueblo entero. Deberían darse cuenta del
retorcimiento demagógico que hacen de la palabra "paz" y de la
palabra "guerra", incluso de la palabra "diplomacia", que en sus labios suenan indecentes. Constituyen una nueva forma de negacionismo, el de la unilateralidad de la invasión rusa; según ellos, esta guerra es cosa de dos.
La realidad es que Putin
está violando los corredores humanitarios, en los que se bombardea a los
civiles; otros los redirige hacia Rusia para quedarse con rehenes. Está
bombardeando hospitales, escuelas y todo tipo de lugares civiles para sembrar
el terror, que es su arma más poderosa, esa que hacía pensar a nuestra
"sabia" mencionada.
Nos guste o no, estamos en esta guerra. No la hemos buscado, como no la ha buscado el resto de Europa. Es la guerra de Vladimir Putin, es la guerra de la Rusia que le apoya y aplaude, la de los países que están deseando entrar en ella, como Siria o Chechenia para mostrar al "boss" cómo le agradecen los crueles favores que anteriormente les ha hecho bañando de sangre sus países para que gobiernen en esa "paz eterna" que tanto le gusta a algunos.
Hay finalmente otra especie, la de los "ofendidos", que son los que se preguntan por qué Europa se siente tan solidaria con Ucrania y no lo hace con otros países atacados, bombardeados cada día. No seré yo quien les quite su dolor, pero sí decir que esta guerra es, desgraciadamente, "nuestra", "europea" al cien por cien, que los refugiados llegan a nuestras mismas fronteras desde el interior de Europa. Hay algo de "a mí no me importa tu guerra porque a ti no te importa la mía", algo que evidentemente no es cierto, como demuestran los millones en ayudas y la participación de múltiples agentes en ellas. ¿Que se puede hacer más? Totalmente de acuerdo. Estos mensajes deberían dirigirlo más a países como Arabia Saudí o Irán, que han desplegado sus peones por dos continentes. ¿Que no se ha hecho bastante para detenerlos? Absolutamente de acuerdo. Pero no dejes de estar al lado del que sufre por ello. Solo significa que no es bueno ignorar las guerras por estar lejanas, pero también que es suicida ignorar las propias, las que tienes encima, en tu misma frontera.
Putin está amenazando a un continente entero. No lo hace porque se sienta amenazado, como dice, sino porque se siente fuerte, justo lo contrario. Ayer explicábamos este sentimiento del que sabe que saldrá impune y probablemente indemne ante la desproporción de las fuerzas. Pero Putin sabe que cada día que pasa, necesita extremar su crueldad destructiva y que eso hace más rabioso el sentimiento de los ucranianos en su defensa y mayor solidaridad mundial, acallando y avergonzando a todas las especies de listos citadas. Nadie va a entregar Ucrania.
Con
Putin ha vuelto el mundo de la fuerza, el de la violencia, la destrucción del
mejor o peor orden surgido después de la II Guerra Mundial, tras la cual se crearon
instituciones internacionales para tratar de evitar esto que Rusia está creando
con sus acciones unilaterales y violentando el orden internacional con sus leyes y principios. La fuerza de Putin es la negación de la ley y la imposición de la fuerza y con ellas de la mentira constante. Los ucranianos, según Rusia, se bombardean ellos solos.
Los que
siguen pensando que esto volverá a su cauce pronto, que los yates de súper lujo
volverán a nuestras costas europeas, que los turistas volverán a pasearse, que
los productos rusos llegarán con fluidez, etc. se equivocan. Al salirse del
orden internacional, a Rusia no le queda más que crearse su propio
espacio con un orden alternativo y Rusia, eso está claro, solo puede crecer
tragándose su oeste, es decir, Europa. En su memoria el espacio de la Unión
Soviética, los países que se fagocitó tras la II Guerra Mundial. ¿Si lo hizo una vez,
por qué no dos? Los considera como suyos, prófugos, como hijos mal agradecidos
que huyen de la Madre Rusia y el Padrecito Putin, que vive en su propia burbuja fantástica, impenetrable, esculpida a golpe de fuerza en la realidad.
Ucrania es Europa y defendiéndose está defendiéndonos también a nosotros, todos los europeos. La amenaza va a estar ahí, para toda Europa, como lo ha estado en Ucrania en estos años previos. Cualquier otra idea es irreal y, probablemente, estúpida y peligrosa.
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