Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Cada
cierto tiempo, en España llega a los medios la polémica sobre las Humanidades.
Unos y otros se tiran trastos a la cabeza sobre lo que debe ser el proyecto
educativo y qué se puede incorporar a él. Como ocurre en este caso con la
Filosofía, unos y otros se lanzan los trastos a la cabeza señalando
insensibilidades, olvidos, ignorancia, una mezcla en la que nadamos todos.
Lo que
ocurre con la Filosofía es el reflejo del estado de esta sociedad en la que se
valoran otras cosas que se confunden con el pensamiento, como el ingenio. En un
mundo cada vez más mecanizado, sujeto a protocolos
y en el que ha hecho fortuna esa desafortunada frase de "no te pagan por
pensar", el papel de la Filosofía debe ser explicado. Lo malo es que cuando
tienes qué explicar a alguien para qué sirven las humanidades es signo de que
no lo va a entender, por lo que no merece mucho la pena ponerse a ello. Si hay
que explicar su "utilidad" es que estamos ya perdidos.
Convertimos
lo que es previo, el pensamiento y su papel en la cultura, en un campo que
puede ser ordenado, clasificado, resumido, convertido en manual. Y es por ahí
por donde la Filosofía, nombre puesto a un conjunto de ideas y escritos muy
diversos, repartido de formas muy diferentes, que van de novelas como El extranjero, de Albert Camus, a
tratados como los de Spinoza o Kant, de ensayos como los de Montaigne a obras
de teatro como Las manos sucias, de Jean-Paul Sartre. "Filósofos" y
"Filosofía" son un intento de poner puertas al campo del pensamiento
humano. Es una forma de convertir en libros de texto manejables lo que por su
propia naturaleza es cambiante y expansivo. La filosofía, como dijo J. Derrida
de la "deconstrucción", es todo y nada. Es nuestro amplio pensamiento
enfrentado a las preguntas que el mundo nos plantea si estamos despiertos, lo
que no es frecuente.
El
abandono, rechazo, ignorancia, desprecio, etc. de la Filosofía es un signo de
estos tiempo "huecos" (también T.S. Eliot hizo filosofía a través de
la poesía). Ha estado viva cuando hemos estado vivos y se ha disfrazado de
múltiples maneras, unas con sencillez y otras de forma muy compleja. Su
pensamiento, además, se ha ido desgajando para ejercer la reflexión sobre el
mundo y nosotros en él desde otros campos, lo que ha creado, recelos y
suspicacias.
Lo que
hay que separar claramente es el pensamiento del cómo del pensamiento del qué.
Al convertirse en "materia" escolar o académica, algo que se enseña,
se produce siempre una reducción. Aprender el pensamiento de otros puede ser
útil, pero lo es más aprender a pensar por uno mismo, que es lo que hicieron
esos pensadores a los que admiramos por su sentido crítico. Desgraciadamente el
sistema educativo apuesta pocas veces por la independencia de criterio y tiene
más como función uniformar a todos con apenas variantes. este es en gran parte
el drama de las Humanidades en su conjunto, que se consideran un fin en sí
mismas, un material que aprender, y no un punto de partida para la maduración
intelectual de cada uno a su manera, con sus escritores, pintores, filósofos favoritos,
que serían aquellos cuyas visiones del mundo nos satisfacen más. Pro ¿a quién
le importa esto en un mundo trivial, donde se aprende a manipular a las
personas para que voten o compren (apenas hay diferencias)?
La
falta de sensibilidad ante la Filosofía se produce por la incapacidad
manifiesta para comprender qué sentido tiene. Es el resultado de un mundo
plano, unidireccional, que se olvida de su pasado, de su historia y legados, de cómo se
ha visto el mundo y al ser humano. Eso ya está reflejado en los propios sistemas
educativos y en sus resultados, las mentes.
Las
peleas políticas sobre la asignatura de Filosofía, las sectoriales, etc. son ya
el reflejo melancólico de aquello que se ha perdido, al igual que los
románticos idealizaron una Naturaleza que ya estaba perdida o María Antonieta se disfrazaba de pastorcita.
La
confianza depositada en las máquinas y en la Inteligencia Artificial no
muestran que no vemos el futuro dentro de nosotros mismos, sino atendiendo a
una máquina que piense por nosotros. Los filósofos no piensan por nosotros ni
para nosotros. Su pensamiento real es un intento de cuadrar problemas, solución
provisional tras solución provisional. Hoy queremos "resultados", "reducciones",
"simplificaciones", "protocolos"... ¿A quién le hace falta
la "filosofía"? dicen algunos.
Hace
unos días un compañero se escandalizó al grito de "¡esto es
filosofía!" cuando vio que mis alumnos recurrían a Michel Foucault en sus
trabajos de análisis del poder y el control de los discursos, que utilizaba las ideas de Lotman para analizar las relaciones interculturales o que hacían trabajos
partiendo de la idea nietzscheana de "metáfora". La palabra
"filosofía" resultaba obscena en su boca, "¡esto es
filosofía!". ¡Era un escándalo!
En este mundo donde se redirige al profesorado hacia estrechos caminos de especialización, donde cada uno solo lee aquello que le sirve para un artículo, que solo se cita lo que es de tu campo, etc., ¿qué podemos esperar? Se recoge lo que se siembra y a veces ha sequías e inundaciones.
Si no
pensamos en la sociedad de otra manera, más allá de las rutinas que ponemos en
marcha, de los pobres objetivos que nos planteamos a través del sistema
educativo y laboral, difícilmente podremos valorar la presencia de los autores
diversos que han intentado darnos sus visiones críticas, reflexivas del mundo y
de nuestra condición. El sistema prefiere aduladores, confirmadores de que esto
que tenemos es lo mejor y lo necesario.
Muchos
filósofos nos han informado de lo incómodo que resulta llevar la contraria a la
corriente principal, pensar por uno mismo. Hoy, en un mundo mediático, es más
fácil pensar en términos de manipulación que en términos críticos. La Filosofía
es un estímulo para el pensamiento, para ponernos en marcha fuera de las
rutinas a que estamos sometidos, un mundo cada vez más limitado en lo esencial
y más variopinto en los circunstancial. Se nos invita a recorrerlo, pero no a
profundizar en él, de la misma manera que se nos invita al narcisismo y no a la
reflexión interior.
La polémica actual tiene muchos niveles, pero un solo problema: hay que convencer al que no lo entiende de porqué es necesario salir del camino trillado. Y cada vez son más las resistencias, dentro del utilitarismo que nos guía. Estas aumentan en un mundo que se desprende a pasos agigantados del pensamiento, que lo considera un obstáculo.
Que tengamos que explicar la importancia de la Filosofía, que haya que debatir sobre ello, ya es un fracaso.
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