Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La situación actual española nos deja unas cuantas imágenes curiosas, algunas sorprendentes. Lo que rodea a nuestra bulliciosa imagen es la guerra de Ucrania, la sangrienta invasión rusa de un país vecino al que se está arrasando y del que cuando se retiren solo quedarán ruinas y el orgullo de los ucranianos para levantarlo. Eso, claro está, si Rusia se retira o hace lo que ha hecho durante siglos: invadir, arrasar y repoblar. Esos prorrusos asentados en Ucrania y en los países vecinos son los restos que Rusia trae cuando hace desaparecer las poblaciones, a las que mandaba antes al corazón de Siberia.
Pero lo
que estamos viendo aquí, en esta situación extremadamente trágica, es algo muy
diferente. No hemos tenido que esperar a la guerra porque ya la teníamos
"preinstalada", lista para activar. Tengo dudas si lo que vemos es a
causa de la maldad o de la estupidez; pero de lo que no tengo dudas es de lo
insólito del panorama que contemplamos.
La inoperancia gubernamental ante la subida de los costes de la energía es obvia. Las promesas fallidas hacen que la gente recele de las siguientes. La energía no ha bajado, como se prometió, simplemente. Es difícil hacer que algo baje cuando algunos, los que sean se enriquecen o se benefician de forma política con ello. Lo que no entendíamos entonces —¿por qué es incontrolable?— lo entendemos un poco mejor ahora. La diferencia es que este lío está arrastrando al desastre a lo que queda sano en España gracias al control de un sector estratégico, como es el transporte, donde han quedado arrinconados patronal y sindicatos, a manos de una pequeña plataforma de transportistas empeñados en conseguir... ¿qué? No siempre se consigue lo que se quiere y muchas veces lo que se consigue no era lo esperado.
¿Cómo es posible que esté media España paralizada, desabastecida de muchas cosas, con fábricas parando la producción, granjas tirando leche, las cosechas pudriéndose porque no hay quien vaya a recogerlas, etc. en mitad de una guerra en la que se están utilizando este tipo de presiones energéticas como contraataque?
¿Qué
inoperancia es la de este gobierno, incapaz de atender un problema con el que
llevamos meses —¡meses!— y que introduce otros nuevos, como el del Sahara y el
colateral con Argelia, de quien más dependemos para el suministro de gas? ¿Cómo
es posible?
Podemos elegir maldad o estupidez, pero no nos queda mucho más donde elegir en el despropósito de unos y otros, mientras Europa trata de no verse arrastrada por las presiones energéticas de Putin. En vez de pensar cómo solucionar problemas, nos dedicamos unos a dar paseos por Europa y otros a dar paseos tocando el claxon por las calles y carreteras españolas. Son cientos de millones en pérdidas, creación de pánicos en la gente que ya no sabe qué comprar por temor a quedarse desabastecida.
Ha
habido muchos paros del transporte en otras ocasiones en las últimas décadas.
Ninguno más destructivo e inoportuno que este, ninguno más estúpido ante una
situación dramática que no debe servir de excusa para la inoperancia gubernamental,
especialmente después de lo ocurrido con el Sahara y las consecuencias
imprevisibles.
Cuantos
más problemas particulares acumulemos, más débiles seremos, más fácil será
hacernos daño y esto hará a los enemigos a los que Europa se enfrenta más
fuertes.
Lo que
ocurre ahora es el resultado de una falta de sentido del gobierno desde hace
mucho tiempo. No se puede escuchar a un ministro decir hace unos días que van a
"estudiar la problemática del sector", refiriéndose al transporte. No
se puede crear un caos destructivo desde un grupo minoritario al que se le van
sumando desde otros sectores creando la tormenta perfecta, el caos imprevisible
y seguir dando largas con las fechas europeas.
Pero lo
que ocurre con los transportistas es de una enorme irresponsabilidad en estos
momentos, por muy mal que se esté pasando. Puede que ya nadie se fie de las
largas continuas dadas por el gobierno, que haya que llegar a extremos, pero
esto es una enorme destrucción que se va a volver contra los propios
transportistas al estar saboteando a los propias empresas que son sus clientes.
No es
comprensible que se haya llegado a este extremo de violencia, con piquetes, pedradas
y hasta algún disparo, consiguiendo bloquear a los que quieren trabajar y
poniendo en duda al resto de las fuerzas sociales que negocian. Esto se parece
más a un secuestro que a una negociación. Es la consecuencia de la
palabrería, de las promesas incumplidas y, especialmente, de no querer tomar
decisiones que dañen la propia imagen en esa competición absurda entre
"socios" de gobierno. Lo del Sáhara ha sido el broche definitivo de
un intento de marcar goles ante los votantes frente a las continuas puñaladas
por la espalda.
Algunos piden que se les financie como a Alemania, pero ¿somos Alemania? Otros como a Francia y podemos repetir la pregunta. ¿Nos comportamos con ellos?
Volvamos al principio: maldad o estupidez. Elija. No se trata de dar la razón a nadie o de quitársela. Se trata de fines y medios, de límites. Se trata de entender, por un lado, que gobernar es resolver problemas, evitar que se pudran y no poner excusas, ni buscar salir en la foto a toda costa esquivando los conflictos. Gobernar es resolver problemas y no hacer turismo político. De la misma forma, no se puede hacer daño a los demás hasta los niveles a los que se está llegando, nunca vistos anteriormente.
Mientras en Ucrania se quedan sin alimentos, aislados, aquí tiramos la leche y dejamos de recoger cosechas o no tenemos con qué alimentar a cerdos y demás ganado. No es demagogia; son los hechos.
¿Esta es la demostración de cómo nos vamos a enfrentar a las consecuencias de las sanciones contra Rusia para llevarle a ceder y así al final de la guerra?
Ni
Putin lo hubiera hecho mejor.
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