Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Ya
sabemos el dicho, "pan para hoy, hambre para mañana". Viene a cuento
de la estrategia europea para frenar el arma más eficaz contra Putin, que es la
independencia energética.
En una
obviedad decir que tu enemigo te controla a través de aquello que más
necesitas. No solo es la base de los conflictos, sino del modelo capitalista,
que basa el valor en la carencia. Es lo que está permitiendo a Occidente frenar
a Putin y es la misma arma que él utiliza contra nosotros. Se trata de saber
quién aguanta más. El problema está en que Putin tiene dos armas, la guerra y
sus consecuencias trágicas para los ucranianos, y, en segundo lugar, la guerra
económica que no solo destruye los recursos e infraestructuras ucranianas, sino
que golpea a Europa y parte del mundo allí donde más le duele, en la bolsa. La
base de Europa fue el llamado "Mercado Común", que fue el exitoso
intento de convertir a los belicistas europeos en tenderos con ventas más
amplias. ¿Por qué pelearte con alguien cuando pueden venderle algo?, podría ser
ese lema que luego se compensó con un incompleto y mal repartido espíritu
europeísta.
Todo
esto fortalece a Putin que solo tiene que hacer sonar sus limitaciones
energéticas para todas nuestras sanciones económicas, de las que tanto presumimos,
se conviertan en algo testimonial. ¿Le están haciendo "realmente daño"
nuestras sanciones o es lo que queremos creer? Y las suyas, ¿nos hacen daño
desde el minuto uno?
Hoy Rusia invade, bombardea, vuela instalaciones, mata a civiles, provoca el éxodo de, por el momento, dos millones de personas hacia los países vecinos. En las ciudades de todo el mundo se le condena en manifestaciones callejeras, todos los parlamentos aprueban condenas, nos ponemos banderas amarillas y azules en las solapas, las colgamos en balcones y en puertas, las pintan en las caras.
Pero todo esto a Vladimir Putin le da igual, no le hacen parpadear. Le basta con insinuar que nos deja sin gas y el mundo de viene abajo. En el diario El País, su edición digital luce en su sitio preferente el titular "La UE se resiste a cortar los lazos energéticos con Rusia", un artículo de Bernardo de Miguel desde Bruselas:
La decisión de Washington y Londres de cortar
las importaciones de petróleo ruso redobla la presión sobre la Unión Europea
para que adopte un castigo similar. Pero la UE se resiste a cortar la
importación de petróleo por temor a que Moscú responda con un corte del
suministro de gas que desencadenaría consecuencias muy graves para las
economías del Viejo Continente y, en particular, para Alemania.
El viceprimer ministro ruso para asuntos
energéticos, Alexander Novak, ya ha advertido este martes que Moscú cortará el
flujo del gasoducto Nord Stream I si la UE sigue poniendo en duda la
credibilidad y estabilidad del suministro ruso de hidrocarburos. “Sabemos que
estamos completamente legitimados para tomar esa decisión y declarar un embargo
del gas que transita por el Nord Stream I, que está funcionando al 100% de su
capacidad”. Ese gasoducto, con capacidad de 55.000 millones de metros cúbicos,
llega directamente desde Rusia hasta la costa de Alemania por el lecho del mar
Báltico. “No hemos tomado esa decisión”, ha señalado el dirigente ruso, que ha
precisado que en esta batalla de la UE por reducir su dependencia “no habrá
ganadores”.*
¿Ganadores?
El lenguaje expresado por Moscú trata de evitar mediante la perspectiva
económica la decisión de que su gas se quede allí. Es una amenaza rusa a corto
plazo frente a una amenaza europea a medio y largo plazo. La cuestión es que
Putin insinúa un corte radical, cuando a Europa le "interesa" una
disminución progresiva, una respuesta lógica. Era ingenuo pensar que Putin nos
iba a dejar desconectarnos en el momento más propicio para nosotros. Una vez
más nos lleva a rastras hasta la pared junto con la espada que nos pone al
pecho.
Europa
va a pagar cara su energía barata. Antes de que se produjera la invasión,
cuando comenzaron las enormes subidas del precio de la factura energética, a
una ministra española se le ocurrió dejar caer que el responsable era Putin,
que estaba apretando el precio del gas, y al que habría que pedir de lo
rebajara. ¡Sabia mujer! Tras estas palabras desaparecieron las menciones a
Putin en el panorama y se pasó al destino inevitable como explicación, algo de
lo que nos hemos quejado aquí con frecuenta. El gas y la electricidad subían
porque "subían", pero nuestros finos analistas no pasaban de ahí. No
había mucho interés en hacerlo porque los beneficios de las empresas
energéticas se disparaban. Europa no se atrevía a algo que ahora es urgente, la
limitación del precio de las energías y de los beneficios de las empresas que
se dedican a esto. La electricidad sube, nos dicen, porque se ha emparejado el
precio del gas a ella. Subir el gas es hacer que todo suba sin necesidad de
gasto. ¡Es la felicidad de Putin! ¡Le basta con presionar con el gas para que
la trampa europea se cierre sobre sí misma! Ahora, con los precios estratosféricos
y la amenaza de que sigan subiendo, se escuchan voces sobre desemparejar y
poner topes. Otra cosa no se entendería por parte de los millones de europeos
que miran aterrorizados las facturas energéticas que les llegan cada mes a casa
y ven cómo sus dirigentes son incapaces de tomar una decisión que limite el
precio.
Nos cuentan, para consolarnos, que España jugará un papel determinante como alternativa al gas ruso, ya que a nosotros nos viene por el sur, del norte de África, desde Argelia. Tenemos nuestros gaseoductos que nos llegan hasta los Pirineos. Seremos "importantes para Europa", dice nuestro presidente en su optimismo congénito. La pena es que ese gaseoducto no se terminó de construir por su elevado coste, pero, nos dicen, hay alternativas por mar para que siga hasta Europa. ¿Nos dejará Putin? ¿O tendremos que pagar también un precio extra al sur, dada la situación?
La
próspera Europa paga su prosperidad. Lo hace mediante el aumento del gasto
energético que nos cuesta producir todo lo que producimos, calentar nuestras
casas, cocinar nuestras comidas, etc.
Las
sanciones a la Rusia de Putin tienen un coste. No se va a quedar con los brazos
cruzados escuchando en la radio con qué le sancionamos cada día. Sabemos que ya
no podrá vestir ropa de Zara y que no podrá comerse sus hamburguesas favoritas,
que sus oligarcas ya no lucirán morenos tan intensos tras salir sus súper yates
de nuestros puertos y dejar sus villas en manos de sus mayordomos malagueños. No sabemos cuándo regresarán los señoritos,
piensan desconsolados en muchas de nuestras poblaciones costeras.
Sanciones
y sacrificios van unidos. Sancionar a Rusia conlleva cortar los lazos con ella.
Unos cortes los decidimos nosotros y otros, obviamente, los decidirá Putin en
este toma y daca. La cuestión se centra en las alternativas. Estados Unidos
plantea desbloquear a Venezuela e Irán como alternativas petrolíferas.
Podríamos aprovechar para invertir en otros países más pacíficos para estimular
la producción de otras cosas que los rusos nos van a cortar. Muchos no podrán
ser inmediatos, pero en algún momento hay que empezar. La lógica del
capitalismo, con la que Rusia cuenta, dice que siempre vamos al supermercado
más barato, pero si nos pilla un poco lejos, algunos días vamos a otros más
caros pero más cercanos. Al final, todo lo traducimos a costes, a términos del
bolsillo. Los únicos que no pueden hacerlo son los ucranianos, que no deciden,
a los que les van quitando porciones del país en cada oleada rusa, les matan a
la población y les destruyen ciudades y recursos para asegurarse su pobreza y
dependencia.
Cabe preguntarse ahora si las subidas previas del gas y el arrastre de otras tarifas energéticas no fue una táctica premeditada para situar los precios ya elevados y dejar menos margen de maniobra a Europa. Habrían sido una especie de tráiler de lo que sería la actual película que vemos cada día.
Podemos preguntarnos igualmente si los ataques realizados contra la mayor central nuclear de Europa, situada en Ucrania, no forman parte del mismo plan de guerra energético. Es, desde luego, un objetivo clave y que ha podido costarnos a todos un gigantesco desastre. Es evidente que Putin no invade Ucrania en una rabieta, sino con un bien meditado y sistemático plan en el que nosotros, los europeos, ya estábamos incluidos. No hay improvisación alguna y las piezas van encajando. Ha jugado con blancas llevando la iniciativa y con planes previstos paso a paso.
De nuevo,
solidaridad con el pueblo ucraniano y rechazo total a una guerra que Rusia ha querido e
iniciado, de la que es responsable.
* Bernardo de Miguel "La UE se resiste a cortar los lazos energéticos con Rusia" El País 09/03/2022 https://elpais.com/internacional/2022-03-09/la-ue-se-resiste-a-cortar-de-manera-tajante-los-lazos-energeticos-con-rusia.html
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