miércoles, 9 de marzo de 2022

El chantaje energético o pan para hoy

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Ya sabemos el dicho, "pan para hoy, hambre para mañana". Viene a cuento de la estrategia europea para frenar el arma más eficaz contra Putin, que es la independencia energética.

En una obviedad decir que tu enemigo te controla a través de aquello que más necesitas. No solo es la base de los conflictos, sino del modelo capitalista, que basa el valor en la carencia. Es lo que está permitiendo a Occidente frenar a Putin y es la misma arma que él utiliza contra nosotros. Se trata de saber quién aguanta más. El problema está en que Putin tiene dos armas, la guerra y sus consecuencias trágicas para los ucranianos, y, en segundo lugar, la guerra económica que no solo destruye los recursos e infraestructuras ucranianas, sino que golpea a Europa y parte del mundo allí donde más le duele, en la bolsa. La base de Europa fue el llamado "Mercado Común", que fue el exitoso intento de convertir a los belicistas europeos en tenderos con ventas más amplias. ¿Por qué pelearte con alguien cuando pueden venderle algo?, podría ser ese lema que luego se compensó con un incompleto y mal repartido espíritu europeísta.

Todo esto fortalece a Putin que solo tiene que hacer sonar sus limitaciones energéticas para todas nuestras sanciones económicas, de las que tanto presumimos, se conviertan en algo testimonial. ¿Le están haciendo "realmente daño" nuestras sanciones o es lo que queremos creer? Y las suyas, ¿nos hacen daño desde el minuto uno?


Durante dos décadas, Putin ha hecho lo que ha querido; ha encarcelado, asesinado, expulsado, reprimido en las calles, invadido, montado guerras, colocado sicarios al frente de las naciones..., de todo. Pero su gas, petróleo, etc. eran todos "sanísimos", baratos y a granel.

Hoy Rusia invade, bombardea, vuela instalaciones, mata a civiles, provoca el éxodo de, por el momento, dos millones de personas hacia los países vecinos. En las ciudades de todo el mundo se le condena en manifestaciones callejeras, todos los parlamentos aprueban condenas, nos ponemos banderas amarillas y azules en las solapas, las colgamos en balcones y en puertas, las pintan en las caras.

Pero todo esto a Vladimir Putin le da igual, no le hacen parpadear. Le basta con insinuar que nos deja sin gas y el mundo de viene abajo. En el diario El País, su edición digital luce en su sitio preferente el titular "La UE se resiste a cortar los lazos energéticos con Rusia", un artículo de Bernardo de Miguel desde Bruselas: 

La decisión de Washington y Londres de cortar las importaciones de petróleo ruso redobla la presión sobre la Unión Europea para que adopte un castigo similar. Pero la UE se resiste a cortar la importación de petróleo por temor a que Moscú responda con un corte del suministro de gas que desencadenaría consecuencias muy graves para las economías del Viejo Continente y, en particular, para Alemania.

El viceprimer ministro ruso para asuntos energéticos, Alexander Novak, ya ha advertido este martes que Moscú cortará el flujo del gasoducto Nord Stream I si la UE sigue poniendo en duda la credibilidad y estabilidad del suministro ruso de hidrocarburos. “Sabemos que estamos completamente legitimados para tomar esa decisión y declarar un embargo del gas que transita por el Nord Stream I, que está funcionando al 100% de su capacidad”. Ese gasoducto, con capacidad de 55.000 millones de metros cúbicos, llega directamente desde Rusia hasta la costa de Alemania por el lecho del mar Báltico. “No hemos tomado esa decisión”, ha señalado el dirigente ruso, que ha precisado que en esta batalla de la UE por reducir su dependencia “no habrá ganadores”.*


¿Ganadores? El lenguaje expresado por Moscú trata de evitar mediante la perspectiva económica la decisión de que su gas se quede allí. Es una amenaza rusa a corto plazo frente a una amenaza europea a medio y largo plazo. La cuestión es que Putin insinúa un corte radical, cuando a Europa le "interesa" una disminución progresiva, una respuesta lógica. Era ingenuo pensar que Putin nos iba a dejar desconectarnos en el momento más propicio para nosotros. Una vez más nos lleva a rastras hasta la pared junto con la espada que nos pone al pecho.

Europa va a pagar cara su energía barata. Antes de que se produjera la invasión, cuando comenzaron las enormes subidas del precio de la factura energética, a una ministra española se le ocurrió dejar caer que el responsable era Putin, que estaba apretando el precio del gas, y al que habría que pedir de lo rebajara. ¡Sabia mujer! Tras estas palabras desaparecieron las menciones a Putin en el panorama y se pasó al destino inevitable como explicación, algo de lo que nos hemos quejado aquí con frecuenta. El gas y la electricidad subían porque "subían", pero nuestros finos analistas no pasaban de ahí. No había mucho interés en hacerlo porque los beneficios de las empresas energéticas se disparaban. Europa no se atrevía a algo que ahora es urgente, la limitación del precio de las energías y de los beneficios de las empresas que se dedican a esto. La electricidad sube, nos dicen, porque se ha emparejado el precio del gas a ella. Subir el gas es hacer que todo suba sin necesidad de gasto. ¡Es la felicidad de Putin! ¡Le basta con presionar con el gas para que la trampa europea se cierre sobre sí misma! Ahora, con los precios estratosféricos y la amenaza de que sigan subiendo, se escuchan voces sobre desemparejar y poner topes. Otra cosa no se entendería por parte de los millones de europeos que miran aterrorizados las facturas energéticas que les llegan cada mes a casa y ven cómo sus dirigentes son incapaces de tomar una decisión que limite el precio.

Nos cuentan, para consolarnos, que España jugará un papel determinante como alternativa al gas ruso, ya que a nosotros nos viene por el sur, del norte de África, desde Argelia. Tenemos nuestros gaseoductos que nos llegan hasta los Pirineos. Seremos "importantes para Europa", dice nuestro presidente en su optimismo congénito. La pena es que ese gaseoducto no se terminó de construir por su elevado coste, pero, nos dicen, hay alternativas por mar para que siga hasta Europa. ¿Nos dejará Putin? ¿O tendremos que pagar también un precio extra al sur, dada la situación?

La próspera Europa paga su prosperidad. Lo hace mediante el aumento del gasto energético que nos cuesta producir todo lo que producimos, calentar nuestras casas, cocinar nuestras comidas, etc.

Las sanciones a la Rusia de Putin tienen un coste. No se va a quedar con los brazos cruzados escuchando en la radio con qué le sancionamos cada día. Sabemos que ya no podrá vestir ropa de Zara y que no podrá comerse sus hamburguesas favoritas, que sus oligarcas ya no lucirán morenos tan intensos tras salir sus súper yates de nuestros puertos y dejar sus villas en manos de sus mayordomos malagueños. No sabemos cuándo regresarán los señoritos, piensan desconsolados en muchas de nuestras poblaciones costeras.

Sanciones y sacrificios van unidos. Sancionar a Rusia conlleva cortar los lazos con ella. Unos cortes los decidimos nosotros y otros, obviamente, los decidirá Putin en este toma y daca. La cuestión se centra en las alternativas. Estados Unidos plantea desbloquear a Venezuela e Irán como alternativas petrolíferas. Podríamos aprovechar para invertir en otros países más pacíficos para estimular la producción de otras cosas que los rusos nos van a cortar. Muchos no podrán ser inmediatos, pero en algún momento hay que empezar. La lógica del capitalismo, con la que Rusia cuenta, dice que siempre vamos al supermercado más barato, pero si nos pilla un poco lejos, algunos días vamos a otros más caros pero más cercanos. Al final, todo lo traducimos a costes, a términos del bolsillo. Los únicos que no pueden hacerlo son los ucranianos, que no deciden, a los que les van quitando porciones del país en cada oleada rusa, les matan a la población y les destruyen ciudades y recursos para asegurarse su pobreza y dependencia.

Cabe preguntarse ahora si las subidas previas del gas y el arrastre de otras tarifas energéticas no fue una táctica premeditada para situar los precios ya elevados y dejar menos margen de maniobra a Europa. Habrían sido una especie de tráiler de lo que sería la actual película que vemos cada día. 

Podemos preguntarnos igualmente si los ataques realizados contra la mayor central nuclear de Europa, situada en Ucrania, no forman parte del mismo plan de guerra energético. Es, desde luego, un objetivo clave y que ha podido costarnos a todos un gigantesco desastre. Es evidente que Putin no invade Ucrania en una rabieta, sino con un bien meditado y sistemático plan en el que nosotros, los europeos, ya estábamos incluidos. No hay improvisación alguna y las piezas van encajando. Ha jugado con blancas llevando la iniciativa y con planes previstos paso a paso.

De nuevo, solidaridad con el pueblo ucraniano y rechazo total a una guerra que Rusia ha querido e iniciado, de la que es responsable.

* Bernardo de Miguel "La UE se resiste a cortar los lazos energéticos con Rusia" El País 09/03/2022 https://elpais.com/internacional/2022-03-09/la-ue-se-resiste-a-cortar-de-manera-tajante-los-lazos-energeticos-con-rusia.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.