Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La
guerra en Ucrania está sirviendo para poder establecer las diferencias entre
unos y otros. El test es sencillo: ¿de qué lado estás? ¿Justificas o condenas?
Después hay muchas pequeñas preguntas que te pueden ayudar a perfilar lo básico
para evitar que te engañen con fenómenos como los que analizábamos en este
lugar hace unos días bajo la denominación de "los listos", término
que englobaba a los "equidistantes", a los "salomónicos" y
ese ejército de retóricos cuyos principios son tan profundos que todo lo
justifican. Muchos de ellos son putinistas
a su pesar, pues así se debe calificar al que sostiene cualquier excusa para no
condenar o incluso apoyar. Han vuelto a repartir panfletos en la salida del
metro de la Universidad coreando que están en
contra de la guerra; este acto se reserva solo para los "grandes momentos",
en los que a pie de calle intentan convencerte de que vives en un planeta
distinto. La gente pasa masivamente de ellos.
En una revisión ayer del diario argentino La Nación, me hizo encontrarme con un interesante artículo de Luciana Vázquez que, con el título "El escándalo de apoyar a Putin es todo kirchnerista", en donde nos hacía un repaso de las formas de reacción política en la Argentina ante el caso de la agresión a Ucrania. Señalaba ayer Luciana Vázquez en el inicio:
Una nueva grieta ordena la política en la
Argentina. Ahora, la identidad de los dos extremos de la polarización enfrenta
a putinistas de un lado y antiputinistas del otro. Las aguas que antes dividía
Venezuela ahora las parten al medio Putin y Rusia y la invasión a Ucrania.
Aunque dentro del kirchnerismo, tanto entre sus políticos de más peso como
entre kirchneristas de a pie que participan en la discusión pública a través de
las redes sociales, los posicionamientos en torno a Putin se mueven en un
espectro amplio que tiene al rechazo y su defensa en los dos extremos, algo
está claro: si se presta atención a las fuerzas políticas mayoritarias, los
dirigentes políticos y figuras públicas que apoyan a Putin y a Rusia
directamente, o relativizan el drama que representa la invasión rusa a Ucrania,
caen del lado del kirchnerismo.
No hay ninguna transversalidad en el escándalo lógico, político y ético que representa el apoyo y la defensa del líder autócrata, responsable de una invasión no provocada a un país soberano que se muestra cada vez más cruel y peligrosa a 20 días de su inicio. El Ejército ruso ahora arremete contra ciudadanos indefensos, incluidos bebés y niños, embarazadas, ancianos. En la Argentina, el escándalo de apoyar a Putin es todo kirchnerista.*
La
política argentina es todo un mundo, la mayoría de las veces intrincado e
inexplicable desde el observador exterior. En este caso, es el test del
putinismo el que nos revela un aspecto importante, las variaciones de las
respuestas y la concentración del putinismo en torno al fenómeno kirchnerista,
que la autora del artículo se encarga de ilustrar al respecto.
Las
acciones de la Rusia de Putin tienen efectos en el complejo entramado que el
dirigente ruso ha ido labrando en sus décadas en el poder. Ahora salen a la luz
(o vuelven a hacerlo por enésima vez) las relaciones cercanas del putinismo con
países y grupos de poder en ellos.
En este
sentido, es importante por estas relaciones que quedan en evidencia, sobre su
origen y explicación, sobre qué tipo de beneficios se han establecido para
evitar las condenas. Esto es importante porque los cambios ocasionados por las
invasión de Ucrania en todo el mundo se sostendrán en función de esos lazos
anteriores, cuidadosamente tejidos y favorecidos por apoyos de diverso tipo.
Putin ha creado una tela de araña que incluye a políticos, ex políticos y empresarios,
a partidos políticos y gobiernos enteros. Los medios occidentales han ido
sacando a la luz las conexiones de estos personajes con la Rusia de Putin, un
conglomerado de intereses que van del enriquecimiento de sus oligarcas y el
beneficio de ex políticos en las grandes empresas rusas o controladas por
capital ruso, hasta los apoyos militares para controlar la rebeldía de países
que Putin quiere bajo su sombra.
Putin
ha creado lazos con gran parte de los partidos populistas europeos para sembrar
la confusión en la Unión; está detrás del apoyo a grupos independentistas (como
se ha denunciado en Cataluña y está siendo investigado en las instituciones europeas)
en diferentes países; estuvo detrás del apoyo al Brexit; creó toda una serie de
movimientos de intoxicación electoral para favorecer la llegada de Donald Trump
a la presidencia, que , por cierto, siempre manifestó su admiración
considerándolo un "genio"; algunos países europeos tuvieron que crear
legislaciones especiales para los periodos electorales para evitar los ataques
masivos rusos con la intención de desestabilizarlos. Podrían citarse ejemplos y
más ejemplos sobre lo que significa el putinismo y porqué existe miedo en las repúblicas
circundantes de Rusia, de porqué lo que empieza con "prorrusos" acaba
en la rusificación completa. La Rusia de Putin solo entiende de fuerza, violencia,
presión y desestabilización. No hay más argumentos en su cartera histórica y es
lo único que ha tenido en su historia. En cuanto al mando, esa misma historia solo
muestra obediencia, sumisión incondicional, o destrucción.
Rusia
no es el vecino ideal para nadie. Los que padecen la condena geográfica de
estar en sus fronteras saben que finalmente serán tragados por Rusia o
convertidos en marionetas, como Bielorrusia o Chechenia. Cuando algún país
limítrofe, como es el caso de Ucrania, trata de buscar amparo, Putin decreta
que es una "amenaza" y lo invade, lo pisotea.
Pero esto, que a muchos parece una descripción de lo monstruoso, tiene también sus crecientes admiradores. En el tercer párrafo del artículo de La Nación, Luciana Vázquez escribe respecto a ese apoyo del kirchnerismo:
Ese apoyo tiene versiones distintas. En su grado más brutal, la admiración por Putin se deriva de una serie de ensoñaciones kirchneristas que, de algún modo, Putin realiza. Por un lado, la admiración por una autoridad férrea que además tiene éxito en su política de medios estatales y su control de los medios independientes y las redes sociales: por el momento, Putin es efectivo en la construcción de un relato engañoso que para millones de rusos coincide con los bordes de la realidad. La admiración también se deriva en el supuesto apoyo popular del que goza Putin, que lo emparenta con pretensiones hegemónicas kirchneristas en torno a Cristina. También, funciona en los kirchneristas putinistas una confusión entre la Rusia de Putin y la realización de una utopía igualitaria y progresista que en realidad desconoce cuán “capitalista de amigos”, desigual y estancada es la Rusia de hoy. Casi la realización de algunos aspectos que se adivinan en la Argentina delineada después de tantos años de kirchnerismo.*
Podríamos
hablar, con esa diferenciación, de putinismo pragmático y putinismo utópico.
Los primeros se centran en hecho y resultados: el poder se mantiene, sus
estructuras se refuerzan en lo que estos días han llamado la "pirámide del
poder", la estructura de control cuya cima es el poder personalizado en
Vladimir Putin, amo absoluto del que desciende, como una forma de gracia, el
poder que otros utilizan en su nombre. Son los que ven la realidad de su
persistencia, la destrucción de sus enemigos, el control social y mediático, el
estar por encima del bien y del mal, la adoración de masas contagiadas de
revanchismo histórico, ansiosos de hegemonía mundial, que se arrodillen a su
paso o con solo mencionar su nombre.
Los
otros, los utópicos, son los que le siguen viendo —como bien se señala, por
rechazo a Estados Unidos y a Europa— la emergencia de una extraña república
paternalista e igualitaria, progresista. Ignoran qué poco de progreso tiene ese régimen, creado en la
corrupción, el sometimiento de los jueces y demás instituciones, meras
marionetas del poder. No, no hay progreso, solo el enriquecimiento de unos
pocos que engañan señalando que sus beneficios son un signo de la nueva gloria
de Rusia. Sus yates multimillonarios, repartidos por los puertos del
Mediterráneo, cerca de lujosas villas y lejos de las miradas de los que viven
en Rusia con su propia miseria. El control de los medios es esencial para
evitar que la realidad se abra paso en Rusia creándose una burbuja que presenta
con rasgos heroicos y justicieros al nuevo Zar absoluto.
Con
todo, el modelo Putin tiene muchos adeptos en los autócratas y aspirante a ello
de todo el mundo. Es curioso que al repasar la prensa egipcia, apenas
encontremos referencias a la guerra contra Ucrania. El ejército egipcio es el segundo
en financiación norteamericana, lo que no impidió llenar la avenida y puentes
del Nilo de retratos de Putin cuando este se presentó allí hace unos años.
Putin suministraba turistas rusos a Egipto cuando este estaba en época
inestable. La colocación de una bomba en una avión egipcio no fue reconocida
como atentado por el gobierno de al-Sisi, lo que supuso el corte de los vuelos
de compañías rusas. No ha sido hasta hace poco que han vuelto los turistas, una
fuente esencial de financiación en una economía como la egipcia financiada
desde el exterior por países tan distintos como Arabia Saudí, China y Rusia.
Los medios egipcios evitan referirse a Ucrania y se preocupan más por los efectos que pueda tener en las relaciones con Rusia en caso de sanciones. Los medios privados evitan manifestar grandes titulares en sus páginas de portadas y dejan que sean los periódicos oficiales los que marquen el paso en este desfile. El editorial en Ahram Online, el periódico estatal egipcio, que reproduce el de Al-Ahram Weekly, semillero ideológico habitual, establece una forma clara de putinismo al atacar la decisión ucraniana de admitir a soldados reclutados en el extranjero y combatir junto a los ucranianos. El titular no deja mucho margen de duda, "Ukraine and terrorism" y en él se trata de hacer unos ejercicios malabares estableciendo comparaciones malintencionadas. Se señala en el editorial:
The legitimisation given to foreign recruits
(or mercenaries) after Ukrainian President Volodymyr Zelenskyy announced they
could enlist at his country’s embassies abroad, in response to which Russia
hinted that it would accept 16,000 volunteers from the Middle East, is another
indication that the consequences of that conflict will not be confined to
Ukraine’s borders. Henceforth, every country will be able to cite Ukrainian
precedent. Yet, in Ukraine’s case, Western governments have decided to
encourage the “international legion” and look the other way when their citizens
go off to fight even though enlisting in foreign forces is a punishable
criminal offence in many of those countries. Under international law, IS and
Al-Qaeda are international terrorist groups. Travelling abroad to join their
ranks has also been criminalised by many governments. That Western governments
are making exceptions to their own laws when it comes to Ukraine has fuelled a
heated debate over the question of the recruitment of foreign fighters. **
Las comparaciones son odiosas, pero más en este caso. Es tal la desproporción entre el ejército invasor ruso y las fuerzas resistentes ucranianas, que está sumando a sus filas personas sin formación militar alguna o con solo algunos días de entrenamiento con armas de cartón o tarugos de madera, que resulta un insulto a la inteligencia y a la dignidad establecer la comparación de las situaciones. Es otro ejemplo de esa desvergonzada equidistancia que compara el abuso de una superpotencia destruyendo un país porque le apetece estar más segura con la resistencia de ciudadanos dejados a su suerte. Compararlos además con el terrorismo internacional o con los militantes del Estado Islámico es una bellaquería más. Los 16.000 "sirios" que Moscú ha reclutado van a "invadir un país", por más que nos cuenten que están "defendiendo a Ucrania" o incluso "defendiendo a Rusia", como reproduce con insistencia el sistema de propaganda de Putin. El editorial es indigno y retrata la ambigüedad siempre interesada del gobierno egipcio, intentando acercarse al sol que más calienta. Los equilibrios de al-Sisi parecen no tener límites.
La autocracia egipcia, admiradores pragmáticos de Putin, ve en Rusia un amigo y un modelo, el "populista dictatorial" que le gusta al presidente al-Sisi, con una vigilancia constante, represión de opositores, el encarcelamiento de los que osan presentarse contra el presidente en las elecciones, el control de jueces, de los medios, etc. Todo ello es una forma que se ha ido reforzando con la amistad rusa. A diferencia de occidente democrático, Putin no le hace ascos a ningún criminal, dictador. Su pragmatismo es bienvenido por los que no quieren ser juzgados. Putin solo sonríe a los dictadores; con ellos mantiene una sintonía evidente.
La equidistancia egipcia comparando a los 16.000 sirios, profesionales de la guerra urbana, llevados a contribuir a la agresión no deja de ser una bajeza institucional, un impuesto que Rusia les cobra y que ellos pagan con esperanza de futuro.
Ucrania está cercada por el Este, invadida desde Bielorrusia, bombardeada desde el aire sin que nadie se atreva a crear una zona de exclusión aérea. Putin ha agarrado su presa y la arrastra sin que se pueda hacer mucho más. Esos voluntarios que van a luchar a Ucrania no son los criminales que Putin usará para limpiar las ciudades. Su finalidad es la resistencia. Si Egipto no ve la diferencia, peor para Egipto, que —como ocurre en la Argentina kirchnerista— reinterpreta lo que ocurre desde un putinismo cínico e hipócrita.
El putinismo ha avanzado mucho más de lo que pensamos. Va más allá de Ucrania, va más allá de Argentina, España o cualquier otro lugar. Es un cáncer autoritario que va ganando adeptos frente al sentimiento de convivencia democrática, de principios firmes de convivencia y creación de lazos positivos.
Desde nuestro lado, debemos iniciar una gran tarea reflexiva, de análisis de errores cometidos, de principios incumplidos que han contribuido a que se genere ese sentido de prevalencia del poder autoritario y de métodos criminales convertidos en norma. El modelo de comportamiento mafioso, de control de los medios, de fomento del populismo manipulador, etc. avanza y eso significa que los conflictos se disparan en muchos centros de fricción, por un lado, pero también que se instala entre nosotros el modelo de "agitación" y "confusión", algo que el propio Putin fomenta apoyando a unos, atacando a otros, directa o indirectamente.
Las calles engalanada de El Cairo por visita de V. Putin a Egipto en 2015
Necesitamos otros modelos basados en principios y responsabilidad, no en la economía como interés prioritario que nos lleva a depender de países que, como Rusia, han elegido su propio sistema y lo exportan. Este modelo, como se citaba en el artículo de la Nación, tiene un fondo anti europeo y anti occidente que les resulta rentable para la agitación populista. Putin es el amigo fiel, el que no juzga y no pregunta; el que te ayuda a deshacerte de tus enemigos y, como en El padrino, te indica que ya se cobrará el favor cuando lo necesite.
Es interesante salir de nuestro propio círculo, en este caso a Argentina y Egipto, para ver formas diferentes de reacción ante el drama ucraniano. Hay muchas variantes, tanto en el apoyo a Ucrania como en el apoyo, la justificación o la comprensión de la agresión a un país como Ucrania.
Putin ha ido extendiendo su modelo y sus lazos ante la mirada indiferente de muchos que ahora se escandalizan. Ahora es el momento en que recoge su cosecha en diversas maneras.
** Editorial "Ukraine and terrorism"
AhramOnline / Al-Ahram Weekly 15/03/2022
https://english.ahram.org.eg/NewsContent/50/1204/462909/AlAhram-Weekly/Opinion/Ukraine--and-terrorism.aspx
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