martes, 25 de diciembre de 2018

Cómo quitarse de encima un pésimo presidente

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Los ataques contra Donald Trump se suceden sin pausa. Es como si con el enfermo moribundo en su lecho, la gente se agolpara alrededor para discutir la forma de enterrarlo. Si ayer comentábamos el artículo que hablaba de la necesidad de sacarlo de la Casa Blanca sin pensar en las acciones de los militares, señalando que la función de los militares no era esa en la democracia americana, tras la salida del general James Mattis de la Secretaría de Defensa, hoy The New York Times le reservaba un día de Navidad poco navideño.
Esta vez el artículo del tres veces galardonado con el premio Pulitzer, el prestigioso Thomas L. Friedman, que manda un misil a la línea de flotación de Trump con el artículo titulado "Time for G.O.P. to Threaten to Fire Trump". Como puede observarse desde el mismo titular, la responsabilidad se le exige a los republicanos, que han sido quienes le ha puesto en la Casa Blanca. La tesis se está convirtiendo en corriente principal en la opinión: vosotros lo trajisteis, vosotros os lo lleváis. Se trata de dejarlo claro, no sea que los republicanos quieran que sean los demócratas quienes tengan que realizar el esfuerzo, responsabilizándolos después. No. Debe quedar claro que la salida de Trump no es una estrategia de partido, sino una cuestión de política nacional, de todos para evitar el desastre.


Al titular de ayer de Kori Shake, "The Generals Won’t Save Us", le sigue el de hoy, de Thomas L. Friedman, "Time for G.O.P. to Threaten to Fire Trump". Forman los dos parte de una frase dialógica, dos enunciados lanzados al espacio de la opinión. No les pidas a los militares lo que es obligación de los republicanos, los causantes del lío.
El artículo de Friedman no se anda por las ramas, Ya desde su mismo inicio expresa:

Up to now I have not favored removing President Trump from office. I felt strongly that it would be best for the country that he leave the way he came in, through the ballot box. But last week was a watershed moment for me, and I think for many Americans, including some Republicans.
It was the moment when you had to ask whether we really can survive two more years of Trump as president, whether this man and his demented behavior — which will get only worse as the Mueller investigation concludes — are going to destabilize our country, our markets, our key institutions and, by extension, the world. And therefore his removal from office now has to be on the table.
I believe that the only responsible choice for the Republican Party today is an intervention with the president that makes clear that if there is not a radical change in how he conducts himself — and I think that is unlikely — the party’s leadership will have no choice but to press for his resignation or join calls for his impeachment.
It has to start with Republicans, given both the numbers needed in the Senate and political reality. Removing this president has to be an act of national unity as much as possible — otherwise it will tear the country apart even more. I know that such an action is very difficult for today’s G.O.P., but the time is long past for it to rise to confront this crisis of American leadership.*


No se puede ser más claro.
¿Cómo se ha llegado a este extremo? ¿Cómo se ha llegado al punto en el que la democracia más poderosa del globo, la superpotencia mundial, etc. tenga que ponerse a discutir públicamente cómo deshacerse de su presidente, el presidente elegido en las urnas? No es sencillo, aunque explicaciones hay muchas y para todos los gustos.

Las últimas decisiones de Trump han cogido por sorpresa a todos, incluso a los afectados internacionales por ellas, como es el caso del anuncio unilateral de la retirada de tropas en Siria y Afganistán, caso especialmente grave.
En estos momentos, se ha producido lo que llaman el "cierre de la administración", es decir, muchos servicios quedan en el aire por la falta de presupuestos, un pulso que Trump, obsesionado con la construcción de un muro con México (¿su legado?) está dispuesto a mantener si no se realiza su voluntad. La bolsa se ha hundido tras sus críticas a la FED, considerándola, según sus palabras, el "único problema de la economía norteamericana". Es un alivio, porque hasta hace unos días, el gran mal de los Estados Unidos era la prensa. Ya tiene una nueva víctima de sus improperios.
La CIA le lleva la contraria en su defensa del príncipe Mohamed Bin Salman, al que apadrina y defiende sin pudor, pese a ser considerado el responsable del secuestro, asesinato y descuartizamiento de Jamal Khashoggi, el periodista saudí disidente secuestrado en el consulado turco.
Acaba de decir que hay países "ricos" que son protegidos por los Estados Unidos, ahorrándose el gasto en defensa. Es la vuelta a los viejos temas. Más de una vez se ha manifestado a favor de cobrar la "protección". Esto no sería tan grave si no fuera porque es él quien está garantizando con sus crisis la necesidad de defenderse de los países, como ha ocurrido con la crisis con Irán a cuenta del tratado nuclear o en la situación de Israel. Desde que Trump llegó al poder, el mundo es mucho más peligroso. No se ha solucionado nada y se han reabierto o creado nuevas crisis.
El artículo de Friedman no se priva de ningún tipo de crítica y habla directamente de la personalidad de Trump, de su ignorancia de la que derivan todas sus desastrosas acciones:

Trump’s behavior has become so erratic, his lying so persistent, his willingness to fulfill the basic functions of the presidency — like reading briefing books, consulting government experts before making major changes and appointing a competent staff — so absent, his readiness to accommodate Russia and spurn allies so disturbing and his obsession with himself and his ego over all other considerations so consistent, two more years of him in office could pose a real threat to our nation. Vice President Mike Pence could not possibly be worse.
The damage an out-of-control Trump can do goes well beyond our borders. America is the keystone of global stability. Our world is the way it is today — a place that, despite all its problems, still enjoys more peace and prosperity than at any time in history — because America is the way it is (or at least was). And that is a nation that at its best has always stood up for the universal values of freedom and human rights, has always paid extra to stabilize the global system from which we were the biggest beneficiary and has always nurtured and protected alliances with like-minded nations.*

Pero difícilmente se puede reconocer ese modelo americano en las acciones y actitudes de Donald Trump, empeñado desde el principio de su mandato en reunirse y abrazarse con los dictadores más cruentos del panorama mundial, mientras discutía con aquellos líderes de países democráticos (Macron, Trudeau, Merkel...) que trataban de hacerle ver lo que estaba provocando.


No se puede llegar a la cima de la política mundial y actuar como si se estuviera en una partida de Monopoly. Y es lo que ha hecho Trump, exhibir su ignorancia monumental como una especie de virtud frente a un mundo que no ha entendido jamás, desde sus atalayas de las torres Trump, los grills de sus campos de golf o las mesas con velas de sus restaurantes, hacia los que ha derivado sus negocios costando millones a los norteamericanos. Nada estaba bien; solo lo suyo.
En este panorama, el tono hacía su sustitución en la Casa Blanca (Mike Pence no puede ser peor, dice Friedman) crece y habrá que esperar la respuesta airada de Trump, que se resiste a entenderlo. Y es imposible que lo hagan.
Repetimos que el paso de Trump por la presidencia de los Estados Unidos ha de ser cuidadosamente analizado. Por complejo que sea, por doloroso que pueda resultar, es necesario comprender qué está ocurriendo en la política mundial para que este y otros fenómenos conectados se estén produciendo.
Eso que se ha dado en llamar el "populismo" forma parte del fenómeno. Hay que investigar las formas en que se está influyendo en la política de terceros mediante la financiación, infiltración de grupos, redes sociales, etc. Hay que tratar de reconducir la política hacia los ciudadanos y que estos no se sientan marginados o pisoteados por unas clases privilegiadas que controlan los resortes del poder y sometidas a intereses exteriores. Hay que acabar con el aventurerismo político que lleva a los partidos a personas sin más interés que el del poder, de hacer carrera en las administraciones.
Hay que recuperar el sentido de servicio de la política, actuar para la mayoría y fomentar la estabilidad social, algo esencial en un mundo interconectado. Es necesario dejar de lado la imagen y empezar a trabajar sobre los principios buscando la confianza perdida que arroja a las masas a manos de personas como Donald Trump. No es el único caso. Son peligrosos porque sus metas son muchas veces inconfesables.


No es fácil encontrar otro Trump, no. Pero es fácil encontrar personas capaces de hacerse con el poder desde los intereses y arrastrar a los pueblos con su demagogia. El conocimiento de la psicología, del funcionamiento social, etc. con el añadido de las tecnologías de las comunicaciones hacen mucho más fácil la demagogia. Y aumenta el peligro si el sistema da síntomas de debilidad y hace tiempo que los está dando. Con todo, el sistema democrático es más consistente que este aventurerismo populista que está arrastrando a los conflictos, disolviendo los acuerdos internacionales y proponiendo el uso de la fuerza como manera habitual de resolver los conflictos.
Recogen diversos medios norteamericanos la pregunta que Trump le ha hecho a un niño de siete años sobre si "todavía" cree en Santa Claus. Nos muestra el tipo de sentido común que Trump no tiene. Podría haberle preguntado si todavía creía en el presidente de los Estados Unidos. La respuesta del niño habría sido "no".


* Thomas L. Friedman "Time for G.O.P. to Threaten to Fire Trump" The New York Times 24/12/2018 https://www.nytimes.com/2018/12/24/opinion/impeach-fire-president-trump.html

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