Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
titular del diario El País "Un exiliado demanda a una empresa de
ciberseguridad israelí por ayudar a Arabia Saudí a espiar a Khashoggi"
crea más incertidumbres que información. Lo podemos leer con detalle y darnos
cuenta que van surgiendo preguntas en cada palabra. La CNN, el medio que dio la
exclusiva, en cambio es directa: "Jamal Khashoggi's private WhatsApp
messages may offer new clues to killing". Lo sustancial no es la demanda
ni el demandante, sino lo que ofrece en el caso respecto a la actuación de
Mohamed Bin Salman, el príncipe heredero y hacia el que apuntan todas las
sospechas sobre la orden dada.
Los
hechos se pueden abordar desde varias perspectivas. Evidentemente, la
prioritaria es lo que puede suponer de ayuda para aclarar el caso del asesinato
de Khashoggi. Es la perspectiva que la CNN considera prioritaria y traslada a
su titular. En esta línea, se considera todo aquello que sirva para aclarar por
qué y para quién Khashoggi era un peligro que debía ser eliminado. Un segundo
aspecto, más general, es el del acuerdo entre Arabia Saudí e Israel, sin el
cual no sería posible la venta de un software de este tipo, del que la CNN dice
algo más, que fue desarrollado a instancias de Arabia Saudí. Aquí el foco es el
estado real de las relaciones entre Israel y Arabia Saudí (y con ella los
países bajo su manto, como Egipto). Para Israel, la estabilidad de Arabia Saudí
es una necesidad (como lo es para Estados Unidos), ya que son los islamistas
los que usan a la ocupación de Palestina y el conflicto interno para acusar a las
autoridades de los regímenes de connivencia con Israel y Estados Unidos. Es un
indicador más de la hipocresía "antioccidental" de algunos. Pero el
hecho de que una empresa israelí haya colaborado desarrollando un programa que
sirva a los servicios secretos de Arabia Saudí a vigilar y eliminar a sus
disidentes es un paso más, una aclaración reveladora del verdadero estado de
cosas en Oriente Medio, por si alguno tenía dudas.
La
tercera perspectiva es sobre el motivo que llevó a hacer desaparecer a Jamal
Khashoggi, es decir, por qué pasó a ser una amenaza directa y para quién. En
este sentido se confirma lo que nos permitía intuir la columna póstuma del
periodista en The Washington Post, la necesidad de articular la oposición en el
mundo árabe a través de algún medio no controlado, de un medio propio que
permitiera articular las voces disidentes. Lo llamaron las "abejas digitales", un ejército molesto con sus aguijones informativos.
En la
CNN se recogen los planes de Khashoggi y del disidente que ha formulado la
denuncia a través de los mensajes de WhatsApp, los mismos que fueron
interceptados por el software malicioso introducido en los teléfonos:
In almost daily exchanges between October 2017
and August 2018, Khashoggi and Abdulaziz conceived plans to form an electronic
army to engage young Saudis back home and debunk state propaganda on social
media, leveraging Khashoggi's establishment profile and the 27-year-old
Abdulaziz's 340,000-strong Twitter following.
The digital offensive, dubbed the "cyber
bees," had emerged from earlier discussions about creating a portal for
documenting human rights abuses in their homeland as well an initiative to
produce short films for mobile distribution. "We have no parliament; we
just have Twitter," said Abdulaziz, adding that Twitter is also the Saudi
government's strongest weapon. "Twitter is the only tool they're using to
fight and to spread their rumors. We've been attacked, we've been insulted,
we'd been threatened so many times, and we decided to do something."
The pair's scheme involved two key elements
that Saudi Arabia might well have viewed as hostile acts. The first involved
sending foreign SIM cards to dissidents back home so they could tweet without
being traced. The second was money. According to Abdulaziz, Khashoggi pledged
an initial $30,000 and promised to drum up support from rich donors under the
radar.
In one exchange, dated May this year, Abdulaziz
writes to Khashoggi. "I sent you some ideas about the electronic army. By
email."
"Brilliant report," Khashoggi
replies. "I will try to sort out the money. We have to do something."
A month later, another message sent by
Abdulaziz confirms the first $5,000 transfer has arrived. Khashoggi replies
with a thumbs up.
But in early August, he says he received word
from Saudi Arabia that government officials were aware of the pair's online
project. He passed the news to Khashoggi.
"How did they know?" asks Khashoggi
in a message.
"There must have been a gap," says
Abdulaziz.
Three minutes pass before Khashoggi writes
back: "God help us."*
La CNN informa de que Abdulaziz fue requerido por la
embajada para cumplimentar unos papeles y que fue el propio Khashoggi quien le
dijo que no fuera. Él mismo incumplió la prevención, lo que le costó la vida
dentro del consulado saudí en Turquía.
Lo que ocurrió después ya lo sabemos: secuestro, tortura y
asesinato; desaparición del cuerpo.
El episodio se nos muestra como una batalla en el campo de
la información. Jamal Khashoggi veía la necesidad de articular la disidencia a
través de un gran medio de comunicación que sirviera de referencia al mundo árabe
disidente. El diseño del portal estaba en marcha y la estructura de Twitter
para la distribución, junto con el plan de la SIMs indetectables por el gobierno
saudí enviadas a los disidentes para evitar que fueran rastreados.
El mundo árabe está bajo un estricto control, bajo
vigilancia continua, como ha mostrado el caso. Las embajadas de distintos
países vigilan a sus expatriados controlando sus movimientos. Cualquier persona
fuera siente esa presión en el momento que son detectadas actividades
contrarias a los regímenes.
La excusa del terrorismo sirve para tener bajo vigilancia a
todo el país en regímenes que poseen una dimensión policial y en donde los
servicios secretos son una fuerza muy poderosa.
El asesinato de Jamal Khashoggi y lo que ha revelado del
funcionamiento real de Arabia Saudí, un socio y aliado occidental, ha hecho cuestionar
el sentido de esta alianza. No se puede ser cómplices de regímenes así. No se
puede vender armas o tecnología para la represión dentro y la agresión fuera.
Los que decían no querer elegir entre "el pan y la paz" deben estar
indigestos.
En la versión que El País da de la exclusiva de la CNN, se
citan estos mensajes de Khashoggi y su interlocutor en Canadá:
"[Bin Salmán] es como una
bestia pac-man [comecocos], cuantas más víctimas come, más quiere. No me
sorprenderá que la opresión llegue incluso a los que lo vitorean", escribió
el periodista disidente a su contacto canadiense. "¿Hay alguna posibilidad
de que cuando sea coronado muestre clemencia?", preguntaba el joven Abdulaziz.
"Esto es lo que dice la lógica", reflexionaba en voz alta Khashoggi,
"pero ya no tengo fe en ella para analizar la mente de este hombre".
El exiliado saudí recibió la visita de enviados de Riad en Canadá que le
invitaron a regresar a su país, donde le sugirieron que recibiría grandes sumas
de dinero. Antes tenía que pasar por la embajada saudí en Ottawa para
solucionar los últimos trámites.**
Hoy Omar Abdulaziz sigue vivo; ha podido contarlo gracias al
consejo que Khashoggi le dio, que no fuera. Es él quien presenta la de denuncia
contra la empresa israelí. Sabe que no prosperará, pero ha servido para llevar
a las páginas del mundo el vínculo entre Arabia Saudí e Israel. Es una obviedad
que el software solo se ha vendido con la autorización expresa de las
autoridades de Israel, siempre tan celosas de su seguridad.
La caza de disidentes árabes, de personas que buscan una
situación diferente para sus países se camufla en muchas ocasiones como
"terrorismo". Hay sin duda un terrorismo real, pero también es la
excusa para deshacerse de la disidencia, de los críticos que recurren a la
difusión de información denunciando la situación que viven en prácticamente
toda la zona.
Como señala la CNN, los mensajes de Khashoggi dejan ver con
más claridad el motivo de su asesinato, quedando evidente que no fue un
"error", como el mismo gobierno saudí trata de hacer creer. La
creación de un "ejército electrónico" para difundir al mundo lo que
el régimen quiere impedir que se sepa les pareció una situación peligrosa. El
príncipe Bin Salman no está dispuesto a consentirlo; no quieren que le amarguen
su reinado.
Pese a la teatralidad amable de Vladimir Putin para con el
príncipe heredero saudí, chocando manos e intercambiando amplias sonrisas durante el G20, lo
cierto es que sus situación exterior es insostenible y que el retrato que de él
dejó Jamal Khashoggi en los mensajes intercambiados se nos hace más realista.
La expresión "¡Que Dios nos ayude!" lo decía todo. Omar Alzahrani, otro de los disidentes participantes en el chat, le contestó con un refrán, "aquellos que surcan el mar no deberían temer ahogarse". Poco podían imaginarse los tiburones que ya estaban rondando bajo sus aguas.
El molesto ejército de abejas digitales que habían imaginado tendrá que esperar.
* "Un exiliado demanda a una empresa de ciberseguridad
israelí por ayudar a Arabia Saudí a espiar a Khashoggi" El País 3/12/2018
https://elpais.com/internacional/2018/12/03/actualidad/1543844902_001614.html
**
"Jamal Khashoggi's private WhatsApp messages may offer new clues to killing"
CNN 3/12/2018
https://edition.cnn.com/2018/12/02/middleeast/jamal-khashoggi-whatsapp-messages-intl/index.html
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