Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Puede
que alguien tenga todavía dudas sobre los escenarios que las nuevas tecnologías
han abierto sobre las formas políticas y bélicas. La palabra que parecía vieja,
"propaganda", ha quedado en un primer término remozada con las nuevas
características de la incapacidad de determinar su procedencia —incluso si es
humana— y su verdad. Estamos de lleno en una época en la que la virtualidad ha
alcanzado una dimensión insólita en un mundo de pantallas y flujos de información.
Los hechos —al fin lo comprendemos— son inasibles y adquieren su fuerza como
"relatos", como narrativas circulantes que se resisten a ser
silenciadas en un mundo de ecos.
El
diario El País titula "Los piratas rusos intentaron desacreditar a Robert
Mueller tras el triunfo de Trump, según dos informes" y añade para ir
preparando el texto: «Las investigaciones sostienen que la fábrica
de noticias falsas relacionó al fiscal especial con grupos islámicos y casos de
corrupción». Incluso el término "piratas" es una forma metafórica para
referirse a una realidad pasada: los viejos piratas de los mares cuyo nombre
fue adquirido o asignado a aquellos que entraban a saco en los sistemas informáticos.
"Piratear" un sistema adquiría un significado entre el asalto y la
copia, entre el abordaje y el pillaje informático. Pero estos
"piratas" han pasado a ser más bien "corsarios", malvados
agentes a sueldo de unas potencias para "hundir" los barcos ajenos,
en este caso la figura del encargado de investigar la trama rusa de Donald Trump.
El
diario nos informa sobre este asalto a Robert Mueller:
Los piratas rusos intentaron desacreditar a
Robert Mueller tras el triunfo de Trump, según dos informes Así funcionaba la
fábrica rusa de las noticias falsas
Los piratas rusos intentaron desacreditar a
Robert Mueller tras el triunfo de Trump, según dos informes Twitter detecta más
de 50.000 cuentas relacionadas con la injerencia rusa.
Las investigaciones realizadas por
universidades y empresas privadas revelan que el papel de Instagram, filial de
Facebook, se ha subestimado. Los rusos controlaban 133 cuentas en esta
plataforma, que sumaban 2.600 publicaciones al mes en 2016. La frecuencia de
publicación se disparó estrepitosamente después de las elecciones, alcanzando
las 6.000 mensuales en 2017. Una de las imágenes subidas a la aplicación
afirmaba que Mueller había trabajado para "grupos islámicos
radicales". En Facebook y Twitter hicieron circular mensajes donde
afirmaban falsamente que el exdirector del FBI era corrupto y que las
acusaciones de la injerencia rusa eran conspiraciones sin sentido, según recoge
el Post.
“Lamentablemente, parece que [los
responsables de] las plataformas pueden haber tergiversado o evadido
información en algunas de sus declaraciones ante el Congreso”, afirma el
informe producido por New Knowledge, una empresa de ciberseguridad, junto con
investigadores de la Universidad de Columbia y Canfield Research LLC. La
documentación sostiene que la presencia en Instagram de la Agencia de
Investigación de Internet (IRA, en sus siglas en inglés), la organización
creada por informáticos rusos para interferir en las elecciones, puede haber
sido igual o incluso más efectiva que la de Facebook.*
La
capacidad de manipulación de la información va más allá de la mentira
tradicional. Es la forma en que se construye el "yo representado",
aquel que adquiere forma ante los ojos de los demás. No es lo que somos,
concepto filosófico metafísico y caduco. Es el "yo" que los otros
perciben a través de la información disponible lo que tiene trascendencia en un
mundo en el que los hechos son
sustituidos por sus descripciones y las personas por sus "narrativas".
Hoy, "ser"
es una tarea vana. Es el control que tenemos de la representación lo que es
realmente determinante. Y ese control es prácticamente inútil Por mucho que
exijamos leyes para conocer, proteger y borrar, si así lo deseamos, nuestros
datos, lo cierto es que eso es absolutamente inútil.
Debemos
aprender a vivir con nuestras ficciones incontroladas, con la circulación de lo
que antes se llamaba calumnia, difamación, mentira, rumor... todo aquellos que
se predica de nosotros y que se aleja de la facticidad. Comprendemos al fin que
somos efímeros y que es la información la que desborda nuestros límites.
Durante siglos lo intentamos con estatuas, retratos, biografías, historia. Hoy
ni el emperador ni el vasallo controlan su propia imagen. Los pintores de la
corte son solo una parte; los poetas laureados que cantan nuestras hazañas
agotan sus versos laudatorios ante los miles de piratas, vivos o automáticos,
empeñados en el desprestigio. Es batalla perdida.
Robert Mueller
es una víctima más de esta forma de guerra cuyas bombas caen sobre la realidad
—otro concepto anticuado— pulverizándola, dejándola hecha cenizas, más allá del ser.
The New York Times hoy |
*
"Los piratas rusos intentaron desacreditar a Robert Mueller tras el
triunfo de Trump, según dos informes" El País 18/12/2018 https://elpais.com/internacional/2018/12/17/actualidad/1545073300_737388.html
The New York Times hoy |
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