Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Mientras
los políticos preguntan a los directivos de Google por qué al escribir la
palabra "idiota" surgen las imágenes de Donald Trump, la revista Time ha nombrado "Personas del
Año" a una serie de profesionales de la información cuyas preguntas a los
políticos no suelen ser tan obvias (recuérdese el caso reciente de Jim Acosta,
periodista de CNN, expulsado por Trump de la Casa Blanca), cuyas historias
contadas entrañan riesgos para su propia seguridad, o cuyo compromiso con la
libertad de expresión e información les lleva a la tumba (como el caso del
periodista saudí Jamal Khashoggi, entre los galardonados).
Ser
periodista se ha convertido en una profesión cada día más arriesgada. Lo es
porque las luchas del mundo ya no son solo las que se dan en los campos de
batalla, sino porque hoy las batallas se dan sobre todo en las mentes y por las
mentes como efecto precisamente de la conversión del mundo en un espacio
mediático, en un ecosistema informativo que desea ser controlado, en el que no
molesta bombardear Yemen o que se asesine a quien lo denuncia sino que parezca
tu rostro al buscar "idiota" o que se difunda un meme con orejas de
Mickey Mouse (como ocurrió con el presidente egipcio, al-Sisi).
La PressGazzette (Fighting
for Jounalism es su lema) celebra así el reconocimiento honorífico de
personas del año a los periodistas:
Under the heading “The Guardians and the War on
Truth” Time has released four separate covers (see below). Gracing them are:
Slain Saudi journalist Jamal Khashoggi
Jailed Reuters reporters Wa Lone and Kyaw Soe
Oo
Persecuted editor Maria Ressa
Journalists at the Capital Gazette where five
were killed in a gun attack
Time editor-in-chief Edward Felsenthal said
they were “representative of a broader fight by countless others around the
world… who risk all to tell the story of our time”.
The magazine said: “For taking great risks in
pursuit of greater truths, for the imperfect but essential quest for facts, for
speaking up and for speaking out, the Guardians… are Time’s Person of the
Year.”*
Es casi una norma que cuando los periodistas son premiados
es porque el periodismo se ve atacado, como ocurre en estos momentos en todo el
mundo. Como señalábamos, la información se hace más importante en un mundo que
se construye con informaciones. Las voces críticas se ven como obstáculos
frente a los planes de colonización informativa de las mentes.
El gran problema al que nos enfrentamos es que cada vez se
hace más evidente asimetría de la lucha entre lo que los profesionales de la
información consideran que debe ser contado y las versiones oficiales de la
"realidad". Lo que Time ha llamado "la historia de nuestro
tiempo", señalando que es compromiso del periodista contarla, es un
escenario conflictivo, la descripción, la escritura misma, se ha convertido en
un ejercicio arriesgado.
La realidad no es
algo que se describe, sino algo que se crea
mediante la escritura. Ese principio posmoderno sobre el valor del discurso,
esa precedencia del texto que genera su propia realidad tras él, es el
escenario de la lucha. Gran parte de la discusión sobre el discurso
historiográfico —la Historia como hecho,
la Historia como discurso sobre los
hechos— queda ampliada al comprender que los hechos mismos son construcciones
discursivas, descripciones. Que lo acontecido desaparece, quedando su huella.
Por supuesto, ocurren cosas, hechos. Pero es el discurso
donde quedan configurados, toman forma, son interpretados, convertidos en parte
de series históricas", comparado, contrastados, difundidos
reinterpretados, etc., toda una serie de operaciones retóricas que convierten
el acto de informar en parte de esa batalla por algo que se llama
"verdad", "realidad" o términos que los cierran como textos.
El escándalo de los trumponianos y similares es que no ven
esto como un problema, sino como una
ventaja. El gran escándalo es ver cómo a la reflexión sobre los hechos y su
conversión en discurso responden con la fabricación de los hechos calificándolos
como "alternativos" y lo centran en la llamada "voluntad de
verdad", es decir, la capacidad de imponer una versión como verdadera, como de referencia en un
universo de posibilidades.
Así, la lucha enmarañada por intentar una aproximación a lo
acontecido, siempre esquivo, los partidarios de las aguas turbias responden con
más agitación, favoreciendo la confusión. Ese es el sentido de las "fake
news", que siempre han existido, pero que ahora con la capacidad de
reproducción más allá de lo institucional pueden manipular las mentes hasta niveles
insospechados.
Euronews acaba de introducir en una de sus piezas
informativas sobre el atentado de Estrasburgo —escuchada hace unos minutos— la
idea atribuida a los "teóricos de la conspiración" de que este habría
sido un hecho producido para contener el movimiento de los "chalecos
amarillos" en Francia y evitar su "contagio" por Europa. La
elevación del nivel de seguridad ante los atentados frenaría las
manifestaciones. Sorprende que se acoja dentro de la propia noticia un
"rumor" sin fundamento o explicación. Su única justificación para
difundirlo (sin crítica alguna) es que lo dicen los "teóricos de la
conspiración". ¿Quiénes son? ¿Por qué lo dicen, cuál es su objetivo? Pero
nada de esto se analiza, solo se deja caer como un hecho más.
Así se teje una maraña de confusiones en la que lo que
sabemos se mezcla con lo que se rumorea interesadamente. No se trata de una investigación
sobre las "cloacas", simplemente un rumor fabricado con un fin. Hace
unos días veíamos cómo la prensa egipcia decía que eran los Hermanos Musulmanes
los que estaban tras el movimiento de los chalecos amarillos. Igualmente, la
manipulación informativa, al servicio del régimen era obvia. Los fines pueden
ser distintos, pero los procedimientos son los mismos. Se trata de dirigir la
opinión, de provocar la acción de respuesta en un sentido y otro.
Hoy la guerra se da en las noticias. Por ello el papel de los
periodistas honestos y meticulosos preguntando se ve como una forma peligrosa
de actuación. La expulsión de Acosta de
la Casa Blanca es un ejemplo de lo
molestas que pueden llegar a ser las preguntas para quien carece de respuestas.
Lo que la revista Time ha premiado o reconocido es el valor
y el riesgo que supone contar una realidad esquiva, "líquida",
"fuzzy", como la queramos llamar, en la que no solo la palabra es
cuestionada sino los son las formas aparentemente más estables de discurso,
como los audiovisuales. Hoy podemos ver imágenes retocadas, vídeos
falsificados, como hizo la propia Casa Blanca manipulando la grabación de las
imágenes de Jim Acosta con la joven que le retiraba el micrófono.
La labor el periodista es vivir entre mentiras y tratar de
destilar un poco de verdad, no renunciar a ser una fuente de fiabilidad para
aquellos que navegan cada día en este oscuro y picado mar de la información. Si
ya es complicado determinar los hechos, lo es todavía más luchar con los
discursos que los describen con ánimo de manipular o enfrentarse a los que nos
dan las versiones oficiales con la pretensión de que sean la última palabra, la
que cierre la serie, la que selle el pacto entre lo ocurrido y lo contado.
Si hay una profesión con una línea fina, muy fina de
demarcación entre lo heroico y la traición es la periodística. Hay que elegir
pronto entre enfrentarse a lo que se nos propone sin fundamento y lo que
honestamente pensamos o ser meros voceros de los que ofrecen la versión final
de la historia cuidadosamente empaquetada.
Time ha reconocido la labor de los primeros, la de aquellos
que se enfrentan con la escritura, con la palabra, con la imagen... a un mundo
confuso en el que tratan de poner un poco de luz para hacerlo inteligible. Están en cárceles, exiliados o muertos... por contar la historia de nuestro tiempo.
* "Time honours oppressed ournalists including Jamal Khashoggi and jailed Reuters duo with Person of the Year title" PressGazette 11/12/2018 https://pressgazette.co.uk/time-honours-oppressed-journalists-including-jamal-khashoggi-and-jailed-reuters-duo-with-person-of-the-year-title/
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