Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El País
reproduce un preocupante artículo del diario Le Soir, firmado por Marine Buisson, con el título "La galaxia
identitaria se expande cada vez más en Europa"*. Es preocupante porque nos
avisa del crecimiento de movimientos alternativos por la derecha, claramente
xenófobos cuando no directamente racistas. Entre los anti sistema y los ultra
sistema, el porvenir que nos espera es cada día más conflictivo. Ya tenemos
muestras de lo que ha ocurrido en los Estados Unidos, cuyo electorado se
identificó con las reaccionarias propuestas de Trump, que contó con grupos
alternativos, como supremacistas blancos o el KKK, que le dieron algo más que
el voto.
Cada
vez es más difícil encontrar elementos que sirvan de referencia en las clases
políticas europeas, llenas de tecnócratas y demagogos, personas que han hecho
de la virulencia y la descalificación su forma de entender la política.
Encontrar a un político "tranquilo", capaz de explicar sus ideas sin
insultar a nadie, capaz de ejercer la crítica sin caer en la demagogia, etc. es
cada vez más difícil. Los discursos apocalípticos abundan porque llegan antes y
mejor a unos electores aburridos o enervados por las campañas de insultos
rutinarios.
Nos describen
así a estos jóvenes en busca de identidad:
Según dicen, no pretenden gobernar, aunque
apoyan a los partidos de extrema derecha de sus respectivos países. Lo que
quieren es “introducirse en las mentes”, cuenta el austriaco Hintsteiner. Desde
París hasta Viena, pasando por Italia, Alemania, Polonia o incluso Dinamarca,
el movimiento ha aprovechado la creciente obsesión con la identidad en Europa,
intelectualizada y difundida en Francia por Eric Zemmour y por personas como
Alain Finkielkraut.
Generación Identitaria, presentada
oficialmente en 2012 en Francia, llamó la atención al ocupar las obras de una
mezquita en Poitiers para protestar contra “la islamización de Francia”. Desde
entonces, el movimiento apuesta por las acciones espectaculares —respondiendo a
los principios del agitprop (contracción de “agitación” y “propaganda”)—
bordeando habitualmente los límites de la legalidad. Los militantes transmiten
todo masivamente en las redes sociales. El golpe de comunicación más destacado
fue, sin duda, su operación para bloquear los barcos fletados para socorrer a
las embarcaciones de inmigrantes en el Mediterráneo en el mes de agosto. La
operación, que lógicamente cubrieron los medios de comunicación, puso al
movimiento bajo los focos. En las redes sociales, Generación Identitaria
aprovechó la repercusión de la operación para profesionalizarse. Todas las
ramas —desde España hasta Alemania—
adoptaron el mismo logotipo —el signo lambda en homenaje a los escudos
espartanos (por el pacifismo, volveremos sobre ello)— y multiplicaron el envío
de vídeos para documentar sus acciones.*
No es
fácil entender este proceso si se separa de otros. Son crisis que auguran un
fin de ciclo, el fin de unas formas de convivencia y de unos valores solidarios.
Es un odio que ha ido creciendo gracias
a la canalización de la frustración, uno de los mecanismos más rentables de la
manipulación. No se dan respuestas sanas a los problemas que se repiten cada
día y es difícil evitar la atracción por esta violencia que se disfraza con
palabras grandilocuentes. ¿"Generación identitaria"?
No sé
si estas sociedades actuales generan más frustración que las anteriores, pero
la sensación de que el mundo conspira contra ti es constante y repetida. Estas conspiraciones son discursos cuya finalidad
es la manipulación del otro para hacerle actuar a nuestra conveniencia. Unen
mucho y marcan a los culpables señalándoles con el dedo.
En
estos días del viaje de Trump a China en el que ha contento con el trato que le
han dado, muchos medios han recordado los momentos de su campaña en los que
China era el artífice de todos los males
de Estados Unidos. No era verdad, pero a la gente le gustaba escucharlo, al
igual que echar las culpas sobre los mejicanos. En su visión, los Estados
Unidos son un paraíso del que hay que sacar a la serpiente, expulsarla. La serpiente unos días habla español, otros
chino o cualquier otra lengua ajena a la nuestra. Son los "bad
hombres" que perturban la tranquilidad del edén imaginario que son las
naciones virginales.
Estas
identidades que se fabrican no son más que el envoltorio sentimental del
clasismo y del racismo tradicionales que se recubren de aires nacionales,
patrióticos. Sacar lo peor en nombre de los conceptos más elevados.
Esta
generación tiene una poderosa herramienta con la que no contaron las anteriores
y que se cita en el texto: la comunicación. Son expertos en el manejo de los
nuevos medios, es decir, en las formas de llamar
la atención, variante perversa de la atracción intelectual. Es una
generación que solo lee manuales de uso, carente de argumentos más allá de las soflamas.
Son movidos en la sombra por ideólogos con más inteligencia que ellos, pero que
prefieren dejar caer las ideas para que otros las recojan.
Con las
universidades reducidas a centros de egoísmo para la acumulación de méritos auto
promocionales, los ideólogos pescan en los cubos de la ignorancia. Dicen en el
texto que su objetivo es “introducirse en las mentes” y es fácil hacerlo en pisos
sin amueblar.
Es
evidente que esta mezcla de sociedad de consumo y de la atención, una mezcla
explosiva, ha conseguido transmitir el vacío tecnocrático como valor supremo. Ese
vacío, producido por una educación defectuosa, centrada en aspectos livianos,
intranscendentes, lejos de los debates reales sobre la sociedad y sus
problemas, es rellenado por estas ideologías intensas y emocionales, que manejan
sentimientos "nacionales", "religiosos", etc. Es la incapacidad
del sistema de producir un pensamiento crítico útil, es decir, que trate de
mejorar el sistema, y no de destruirlo, lo que más estamos padeciendo en todos
los órdenes, lo que facilita la penetración.
A esto
contribuye el fraccionamiento de los saberes —que impiden tener visión de
conjunto—, la concentración en protocolos —que exime de responsabilidades— y la
trivialización de la sociedad del espectáculo. En una sociedad así, es fácil
atraer a los que no se sienten completos o han sido seducidos por el lado
oscuro, por la senda peligrosa. La fantasía heroica es típica de las sociedades
aburridas. Y la nuestra lo es.
El
detalle de salir a impedir que un barco atienda inmigrantes en peligro de
naufragio, en medio de un mar de tumbas, retrata a esa extraña identidad capaz de cometer la peor
bajeza en nombre de palabras "sagradas". A Papá Le Pen se le ocurrió
un día celebrar la existencia del virus del Ébola como remedio contra la
llegada de inmigrantes a Francia. Un par de epidemias y dejarán de venir, dijo.
Basta con dejar que mueran. ¡Papá siempre tan gracioso!
Que estas
viejas formas perversas resulten tan atractivas hoy, anuncia tiempos oscuros. Dicen que "defienden Europa". No nos engañemos; son la parte oscura de Europa, los viejos fascismos intransigentes de siempre. Avanzan de nuevo ganando terrero a la placidez y a la simpleza con la que nos gusta codearnos. Enterramos lo mejor de nuestro pensamiento lúcido, de nuestros valores humanitarios tragados, como escribiría T.S. Eliot, por un bostezo. Si no enseñamos a pensar, la estupidez nos devorará con cualquiera de sus múltiples disfraces.
*
"La galaxia identitaria se expande cada vez más en Europa" El País
28/11/2017
https://elpais.com/internacional/2017/11/28/actualidad/1511879520_399955.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.