Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
En
mitad teórica del esperpento que nos
está tocando vivir, se echan en falta palabras que iluminen, que pongan algo
luz más allá de las pasiones, que siempre han sido malas aproximaciones a los
hechos. La falta de sentido se acumula sobre situaciones que buscan arrastrar
hacia el caos, como territorio privilegiado de la disputa. Hay a quien el caos,
el río revuelto, beneficia a corto plazo, pero a la larga no beneficia a nadie.
Y cuanto antes se entienda, menores serán las consecuencias de una situación
que debe quedar resuelta con el menor número de cabos sueltos.
Me
gustaría traer las palabras que dan comienzo a la obra "Identidad",
de Zygmunt Bauman, ya que nos traen algo de luz sobre lo que nos ocurre:
Es una vieja costumbre de la Universidad
Carolina de Praga que se interprete el himno nacional de la persona que va a
ser nombrada doctor honoris causa durante la ceremonia de investidura. Cuando
me llegó el turno de recibir tanto honor, me pidieron que eligiera entre los
himnos británico y polaco… Pues bien, no me resultó fácil dar una
respuesta.
Inglaterra fue el país que yo elegí y que me
eligió a mí a través de una oferta de trabajo como profesor universitario, una
vez que ya no podía quedarme en Polonia, el país en el que nací, porque me
habían arrebatado mi derecho a enseñar. Pero allí, en Inglaterra, era un
inmigrante, un recién llegado y, hasta no hace mucho tiempo, un refugiado
procedente de un país extranjero, un extraño. Desde entonces me he
nacionalizado ciudadano británico. ¿Pero se puede dejar de ser un recién
llegado una vez que lo eres? No tenía intención alguna de pasar por inglés y ni
mis estudiantes ni mis colegas dudaron jamás de que era un extranjero, un
polaco para ser exactos. Este acuerdo tácito “entre caballeros” evitó que
nuestras relaciones se agriaran: al contrario, las hizo sinceras, fluidas y, en
general, despejadas y cordiales. ¿Así que tal vez deberían haber interpretado el
himno polaco? Pero eso también habría significado actuar de manera fraudulenta:
treinta y tantos años antes de la ceremonia de Praga me habían arrebatado la
ciudadanía polaca. Mi exclusión era oficial, iniciada y confirmada por el poder
que tenía autoridad para diferenciar el “dentro” del “fuera”, entre los que
eran de allí y los que no, así que ya no tenía derecho al himno nacional
polaco…
Janina, mi compañera de toda la vida y una
persona que ha dedicado mucha sustancia gris a las trampas y a las tribulaciones
de la definición personal (después de todo, es autora de un libro que lleva por
título Dream of Belonging), encontró
la solución: ¿y por qué no el himno europeo? Efectivamente, ¿por qué no? Sin
duda, europeo sí que era y nunca lo he dejado de ser: nacido en Europa, que
vive en Europa, que trabaja en Europa, que piensa como europeo, que siente como
europeo, y, lo que es más, hasta ahora no hay delegación de pasaportes europea
con autoridad para expedir o desestimar un “pasaporte europeo”, ni, por tanto,
para conceder o denegar nuestro derecho a llamarnos europeos.*
La
situación de indecisión inicial de Bauman se resuelve en la identificación con
una identidad superior que es la "europea". Nos muestra la diferencia
entre "estar en Europa" y "ser europeo". Algunos hoy alegan
querer "estar en Europa" y no el "ser europeos". Como
intelectual inteligente, Bauman sabe que la "identidad" no es algo
que esté en el ADN individual o colectivo. A la hora de elegir, no fuerza las
situaciones sino que busca aquella cuya función es precisamente resolver las identidades que llevan al
conflicto.
Europa
y su identidad se ve enfrentada a un tercer nivel identitario: ya no basta con
la tensión entre "estados" y la "Unión" sino que esos
estados corren el riesgo de convertirse en una tensión destinada crear más
tensiones y no a resolverlas. El hecho de que las autoridades de la Unión, las
europeas hayan sido las que más claramente han hablado sobre la cuestión de
secesionismo catalán y siempre advirtiendo que no es algo contra Cataluña sino
en favor de la identidad europea debería hacernos reflexionar sobre la
necesidad de avanzar en esa senda superior.
Sin
embargo, lo que está ocurriendo —más allá del secesionismo catalán— es
precisamente el socavamiento de la idea de la Unión. La ilusión de los
dirigentes independentista al fotografiarse junto a banderas europeas es un
sarcasmo pues van en la dirección contraria. Puede tener un valor estético y
sugestivo, pero es irreal. Lo han dicho todos y es difícil encontrar mayor
rotundidad.
El
regreso a los mitos románticos decimonónicos del "pueblo" es una
preocupación en muchos escenarios internacionales. Las viejas reivindicaciones
en torno a la idea de "pueblo" han sido semillero de múltiples
conflictos, pues esa "identidad" elaborada acaba siendo agresiva y exclusivista.
Su sustrato ideológico no puede desprenderse de las nociones diferenciales que
introduce y de los fundamentos míticos de sus "explicaciones".
Analicemos cualquiera de ellos y comprobaremos que el aumento de la presión
nacionalista se convierte inmediatamente en agresivo y excluyente. No hace falta que se produzca la secesión. Las consecuencias divisorias del "America First" de Trump y sus estragos sociales e internacionales son evidentes: división interna, xenofobia, racismo, agresividad internacional, aislacionismo y militarismo. Eso entienden por una USA "fuerte", que recupera su "identidad".
Señala
Bauman:
La “identidad nacional” era desde el
principio, y siguió siéndolo durante mucho tiempo, una noción agonista y un grito de guerra. Una
comunidad nacional con cohesión, que coincide con el conjunto de súbditos del
Estado, estaba destinada no sólo a permanecer inconclusa a perpetuidad, sino
también precaria para siempre. Un proyecto que exige vigilancia continua, un
esfuerzo gigantesco y la aplicación de mucha fuerza para asegurarse de que se escucha
y obedece el llamamiento (Ernest Renan denominó “plebiscito diario” a la
nación, a pesar de que hablaba de la experiencia del Estado francés, conocido,
al menos desde la época napoleónica, por sus ambiciones excepcionalmente
centralistas). No se cumplirían ninguna de semejantes condiciones si no fuera
porque se hizo coincidir el territorio domiciliario y la indivisa soberanía del
Estado, que, como sugiere Agamben (siguiendo a Carl Schmitt), consiste ante
todo en el poder de exención. Su raison
d’être era el trazado, refuerzo y vigilancia del límite entre el “nosotros”
y el “ellos”. La “pertenencia” habría perdido lustre y poder de seducción,
además de su poder integrador/disciplinante, si la amenaza y la práctica de la
exclusión no hubiera sido sistemáticamente selectiva ni la hubieran dado cuerpo
y revigorizado constantemente.*
Hoy
Europa se debate en un proceso precisamente de apertura de las identidades
nacionales elaboradas durante siglos para poder crear esa identidad abierta que
es "Europa" construida no sobre "pueblos",
"razas", "lenguas" o "religiones", sino sobre
ideales igualitarios, sobre derechos. Todas esas razones identitarias señaladas
han sido causantes de ese "agonismo" señalado por Bauman; todas han
causado sus millones de muertos, juntas o por separado, en guerras que han
desangrado a Europa. Empezar de nuevo el proceso de conflicto es ignorar la
Historia, es ignorar todo ello. Se juega con la idea simplista de que en la
"moderna Europa" estas cosas no son ya posibles. Sin embargo es
precisamente esa modernidad contra la que se ejerce la presión. Lo ocurrido en
los Balcanes o en Ucrania o, sin ir más lejos, en el terrorismo que ha tenido
presencia en nuestro país, nos demuestra qué fácil es perder la
"modernidad" en favor de las viejas ideas de la identidad surgidas a
fines del XVIII y principios del XIX.
Aquellas
viejas ideas acabaron siendo colonialistas
e imperialistas, como lo son hoy las
del secesionismo catalán que, no teniendo bastante con Cataluña, aspira a esos
"países catalanes" creando conflictos ya antes de nacer con el resto
de España y con estados vecinos, como Francia.
La
solución de Bauman es la mejor: la identidad europea. No se puede avanzar en
una mejor Unión Europea si se intenta dividirla buscando crear nuevas formas
ligadas a identidades. Lo contrario es destructivo y conseguirían dar al traste
con lo conseguido. Ir hacia Europa implica debilitar las identidades nacionales
y trabajar para el todo, no lo contrario que es trabajar doblemente contra la
Historia y contra el futuro.
Escribe
Bauman:
Nuestra decisión de pedir que se interpretara
el himno europeo era “inclusiva” y “exclusiva” al mismo tiempo. Hacía alusión a
una entidad que abrazaba los dos puntos de referencia alternativa de mi
identidad pero, al mismo tiempo, anulaba, como menos relevantes o irrelevantes,
las diferencias existentes entre ellas y, por tanto, también una posible
“ruptura de identidad”. Eliminaba como prioridad la identidad concebida en
términos de nacionalidad: ese tipo de identidad de la que me han excluido y que
me ha resultado inaccesible. Fueron de ayuda algunos versos conmovedores del
himno europeo: alle Menschen werden
Brüder… La imagen de la igualdad constituye el paradigma de la cuadratura
del círculo: diferente pero el mismo, separado pero inseparable, independiente
pero unido…
Le cuento esta breve historia porque contiene
en pocas palabras la mayoría de los molestos dilemas y elecciones obsesivas que
tienden a convertir a la “identidad” en materia de graves preocupaciones y de
acaloradas controversias. Los buscadores de identidad tienen que enfrentarse
indefectiblemente a la abrumadora tarea de “cuadrar un círculo”: esta expresión
genérica, como es sabido, implica tareas que jamás se pueden completar en
“tiempo real”, sino que se supone que podrán llegar a su término con el tiempo:
en el infinito...*
Es ese
doble movimiento el que permite abrazar las identidades en una entidad
superior, la europea, en la que hay que avanzar para evitar que con su excusa
se empiecen a crear elementos cuyas diferencias pasen a ser realmente
conflictivas, como está ocurriendo hoy entre nosotros.
Los
versos de Friedrich Schiller que configuran nuestro himno europeo —nuestro, de
todos— apelan a la hermandad que debe ser el sentimiento real y no pretender
trasladar a Europa desunión y conflicto. Con razón Europa ha dicho lo que ha
dicho, algo que lejos de hacer pensar a algunos les ha hecho adentrarse con más
virulencia en la negación y la ceguera.
Zygmunt
Bauman había sido atacado constantemente por los nacionalistas polacos, por lo
que dejó de ir a su país de origen. Le atacaban por haber sido comunista, de la
misma forma que durante el comunismo le atacaron y purgaron por ser judío. Falleció
a primeros de este año. Era, sin duda, europeo. Pura congruencia.
*
Zygmunt Bauman (2005) Identidad.
Conversaciones con Benedetto Vecchi. Losada.
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