Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
cuestión empieza a calentarse. Es fácil movilizar a la gente, pero no es tan
sencillo frenarla. Hasta el momento, muchos han sido alimentados por ficciones
y emociones, por leyendas y cantos, con los que salir a las calles. Convencidos
de ser dueños absolutos de ellas, de que la Historia les asiste y la divinidad
les bendice, han caminado en la dirección marcada, siguiendo el dedo del sabio
que señalaba hacia la luna de la independencia. La frenada en seco producida
por el miedo de los líderes, por sus extrañas
acciones ha desconcertado a las masas militantes prestas a tomar la
Bastilla. Tenía razón Junqueras cuando advirtió que llegarían cosas que nadie
entendería. Ni antes ni después.
El
acatamiento de la Constitución y de las consecuencias de las aplicación de su
artículo 155 por parte de los que se habían convertido en los héroes que iban a
crear un nuevo estado europeo contra viento y marea históricos ha
desconcertado a muchos cuyo lema vital había pasado a ser "querer es
poder". El paso del principio de
placer al de realidad despertó a unos más que a otros.
Hoy, huérfanos de liderazgo claro, se debaten entre mantener a los que han fracasado o buscar entre los restos. El descrédito de Puigdemont y los suyos hace que nadie les desee. ERC mantiene a Junqueras cuyo mérito, además de haber ocultado la inviabilidad económica de un "estado catalán" es mantenerse en prisión. Eso es un mérito. Los antisistema se unen para ganar fuerza callejera y acabar de desmantelar lo que queda; una vez más, se tragan a los que se frenan. El populismo, con un toque nacionalista, engancha. Se trata de destruir.
La
Vanguardia titula hoy La militancia de la ANC se rebela y acusa a su dirección
de “inoperante”" y recoge la siguiente información:
“Estamos desinformados, no nos llega la
información mínima que como representantes electos tendríamos que tener para
poder transmitir a nuestros socios. No nos llegan consignas de actuación. (...)
Consideramos que el secretariado nacional actual parece inoperante”.
Estas son dos de las críticas por parte de
las bases que ha asumido la dirección de la ANC, que ha reflejado en un
comunicado interno y que ha probado de refutar en el mismo correo, al que ha
tenido acceso La Vanguardia. Las quejas son de la asamblea de Sants-Montjuïc y
sintetizan el sentimiento de otras territoriales. De hecho, el secretariado
reconoce que es la crítica “más concisa y afilada” de todos las recibidas.
La cuestión va más allá. La militancia exige
que se la consulte “con respecto a la estrategia a seguir” el 21-D y considera
que “se está practicando una estrategia de desmovilización” para “eliminar
nuestra capacidad de incidencia y de lucha”.
Las críticas también provienen de otras regiones.
Por ejemplo, de las asambleas de la comarca del Gironès –una veintena– que el
sábado pasado acordaron transmitir su malestar en otra carta.
Según se dice en este otro mensaje, “parece
haberse perdido la unidad de acción entre la ANC y Òmnium” y añade que “la
creación de los Comitès de Defensa de la República ( CDR) puede añadir
confusión en las tácticas a seguir”. Aparte, en el texto se reconoce “una
cierta desazón en el sector independentista” y observan “fragmentación de los
esfuerzos, con la consecuente pérdida de fuerza y eficacia” y una “falta de
directrices que ordene este escenario”. Además reclaman anticipación en las
estrategias, que ha fallado, por ejemplo, en las actuaciones a emprender ante
un hipotético encarcelamiento de parte de la Mesa del Parlament.*
Para
toda esta gente —sometida a un proceso euforizante—, escuchar de sus dirigentes
que la proclamación de la "república" fue algo "simbólico",
y que "entienden" que están hablando con unos jueces españoles, de
una instituciones españolas y, al fin y al cabo, que son España y que no han
dejado nunca de serlo, debe ser bastante complicado y conflictivo. ¿Todo está,
entonces, igual que antes? No, peor. El retroceso de la aventura es grande y puede
serlo mayor por los estropicios creados. No está claro que en el próximo futuro
el "independentismo" tenga tanta "cancha" como ha tenido
hasta el momento; más bien se procederá a un achicado de espacios. Hasta el
momento se pensaba que era más bien retórico, que no se trataría de llegar tan
lejos. Ahora ya se sabe hasta dónde quieren llegar algunos. Los propios
catalanes se han dado cuenta.
Y Europa.
El retroceso europeo de Cataluña es
grande. Aunque no se diga, la incertidumbre creada tardará bastante tiempo en
esclarecerse. Las prevenciones de muchos se seguirán manteniendo y,
desgraciadamente, esto tendrá consecuencias en un tiempo no corto. Lo ocurrido
con las empresas estará condicionando su desarrollo en el futuro. Las acciones
tienen consecuencias en unas escalas que no son visibles. Como todo sistema
complejo, las acciones que se están produciendo no se acaban en el horizonte
sino que ocurren también más allá. Están los efectos imprevisibles, los que se
encadenan con otros.
Las
preocupaciones por lo que vaya ocurriendo abren otra polémica. Si el 1-0, el
referéndum, enseñó que las tácticas callejeras estaban bien diseñadas para
producir un efecto de "pena universal", las respuestas a medio plazo
se han vuelto contra los que han organizado la "resistencia". Los Mozos
ya no tienen el factor sorpresa y tienen la obligación de mantener el orden en
incidentes como los cortes de tráfico en carreteras y en las estaciones del
ferrocarril. La existencia de los Comités de Defensa de la República (CDR) no
se va a prolongar demasiado cuando son los dirigentes los que señalan que la
"república" nunca existió, que solo tenía un valor simbólico. Sabemos
que esto no es verdad, que la
república se proclamó, pero que como acción ilegal no tiene valor en la
legislación española, que es el único ámbito.
La orfandad
de liderazgo, con un Puigdemont estrambótico y disparatado (¿acabará en
Rusia?), insultando a las autoridades europeas, y con los líderes del ex
gobierno catalán pasando por los tribunales y saliendo tras el abono de sus
fianzas, etc. tiene que ser forzosamente, como decíamos, absolutamente
frustrante para los sectores del secesionismo catalanista a los que se ha adoctrinado
en escuelas y asociaciones durante toda su vida, a los que se les prometió que
el suelo que pisaban sería pisado de otra manera. ¡Qué decir del que rompió su
DNI!
Los sentimientos
oscilarán del vacío interior de la depresión profunda a la ira ante el engaño. Deberán
rehacer sus pensamientos para amoldarlos a esa realidad que se impone, dicha
desde dentro y fuera.
Hasta
el momento había una sola e imprescindible España como enemigo; sobre ella se
descargaban los odios. El odio se fundamentaba en la insólita idea de que siendo
ricos, podrían llegar a ser más ricos; siendo libres, podrían llegar a ser más
libres; siendo europeos, querían ser más europeos... y así hasta llegar hasta
el último peldaño del autoengaño gozoso. Todo esto repetido una y otra vez,
descrito como un derecho al alcance de los dedos, casi rozado...
Los
pueblos oprimidos les han recriminado su concepto insultante de la
"opresión". Los verdaderos presos políticos les han recriminado la broma de
compararlos con los "jordis". Algunos invocan la historia de
tatarabuelos republicanos para justificar su ira; la han guardado durante
tiempo en un país que iba cerrado heridas para poder convivir todos y crecer, para mirar hacia el futuro. Más
de uno se cambiaría por esa "Cataluña" sufriente que algunos pintan
para justificar sus juegos de poder, que ahora quedan al descubierto.
Pero todo tiene un límite. La voces que piden volver a la "normalidad" son cada vez más. También las que dicen estar ya hartas del "monotema", como señala hoy en La Vanguardia Susana Quadrado con el contundente título de "Hartos" (11/11/2017), con una larga lista de provocaciones de ese sentimiento.
Como las pretensiones secesionista no se acababan ahí, también han salido en Valencia a las calles a decir que son "valencianos y españoles", no los hipotéticos futuros habitantes de una colonias del sur en los "países catalanes", como decía Oriol Junqueras cuando las empresas se trasladaban a Valencia. Poco a poco, la gente va dando portazos de distinto tipo. Es lógico: es agotador vivir en esta tensión, con esta ansiedad.
El
problema de ese desconcierto en el que los dirigentes del secesionismo
tienen a muchos es que se puede volver incontrolado, en cuyo caso, además de haber
creado una "ficción", habrán creado un monstruo de odio perfectamente
palpable de consecuencias no deseadas durante mucho tiempo. Y ese monstruo es muy goloso para aquellos que juegan a la confusión, al caos social. No es la primera vez que ocurre en que movimientos que comienzan con orden acaban manipulados hacia la violencia y el desorden. Allí estarán para cubrir el vacío de liderazgo.
*
"La militancia de la ANC se rebela y acusa a su dirección de
“inoperante”" La Vanguardia 11/11/2017
http://www.lavanguardia.com/politica/20171111/432776190973/militancia-anc-rebela-acusa-direccion-de-ser-inoperante.html
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