Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Quizá
la metáfora del "salto al vacío" del secesionismo sea solo cierta en
parte. Conforme las amenazas van aumentando y el desafío se intensifica, lo que
se produce es el deterioro profundo de la imagen de Cataluña arrastrada por
unos líderes irresponsables que han decidido sacudir a España y a Europa. Por
más que se trate de separar Cataluña del secesionismo nacionalista, el
secuestro de la imagen de Cataluña produce un deterioro que costará recuperar.
No es solo que hayan quedado al descubierto muchas de las mentiras del independentismo,
sino que están destruyendo la posibilidad de un futuro próspero. Lo más
exasperante del nacionalismo secesionista es que no se trata de un territorio
explotado y empobrecido, sino una próspera región de España y de Europa. No es
el deterioro lo que lleva a la contestación sino, por el contrario, como han
repetido sus líderes hasta la saciedad, un futuro dorado liberados de la "parásita
España". Es la piedra en la mochila de la que hablaba Artur Mas para
referirse a España, "carga" insoportable. Es el secesionismo de los
ricos, de los que no quieren tener que compartir una riqueza que ahora está en
riesgo más que evidente de perderse.
Las
palabras preparadas dichas por Carlos Puigdemont el día 1 de octubre, tras el
referéndum y las actuaciones policiales una vez que los Mozos se cruzaran de
brazos, se convierten hoy en un sarcasmo, en una gigantesca ironía. Puigdemont
se dirigió a Europa diciendo que Cataluña "se había ganado el respeto de
la Unión", que el pueblo de Cataluña debía ser respetado tras este
particular "2 de mayo". Hoy puede que se acuerde de sus palabras al
leer el editorial de Le Monde, similar a los que se escriben prácticamente por
toda Europa denunciando su falta de democracia y haciéndolo también para todo
el burdo montaje secesionista, inadmisible desde cualquier estándar
comunitario. Señala el diario francés:
M. Puigdemont convoquera sans doute le
Parlement régional au moment de la réunion du Sénat à Madrid. Il répliquera
vraisemblablement au vote de l’article 155 en proclamant l’indépendance. C’est
la stratégie de la tension. On peut avoir la plus grande sympathie pour les
aspiration des Catalans à une autonomie plus aboutie. On peut dénoncer
l’attentisme buté de Madrid depuis 2010. On ne peut pas ne pas relever que M.
Puigdemont a bien peu de respect pour la démocratie.
Il n’y a pas que le référendum illégal du 1er
octobre. Voilà des semaines que le Parlement catalan ne se réunit pas, pour la
seule raison que la majorité refuse de répondre aux questions de l’opposition.
Voilà des mois que la télévision publique catalane, TV3, matraque une
propagande indépendantiste simpliste et mensongère. Et des mois qu’elle a
recours à une rhétorique de victimisation qui veut faire croire, de façon
grotesque, que la Catalogne est victime d’un retour de la dictature franquiste.
Ce n’est pas le cas.
Les indépendantistes vivent dans une bulle,
ils vendent de l’illusion, ils capitalisent sur la complexité de la situation
catalane. Mais ils n’osent pas organiser un scrutin régional, sous contrôle de
la commission électorale espagnole ; un scrutin précédé d’une campagne libre
sur les vrais enjeux de « l’indépendance » ; un scrutin légal qui dirait
comment se départage la population de la Catalogne. Ils préfèrent la politique
du pire.*
De
nuevo, con claridad, se define el extremo al que han llevado a Cataluña. Y se le
dice desde una Europa democrática horrorizada.
Pero
esos sueños se han convertido en pesadilla. La imagen que va a trascender de
los dirigentes de Cataluña, aquella que va a funcionar mejor que sus pseudo embajadas, es la del callejerismo amenazante
de la anti sistema CUP —del que Europa ya tiene precedentes en Grecia o en los boicoteos a
las reuniones de cualquiera de los Grupos "G"—, por un lado, y la de unos
dirigentes cuyas formas de presión desde las instituciones de gobierno son
insostenibles en Europa.
Puede
que los historiadores tengan trabajo durante décadas para tratar de encontrar
explicación a una locura como esta que está dividiendo en dos a la sociedad catalana,
una situación que convierte el escenario secesionista en una caricatura de "estado"
europeo jugando a la desobediencia civil e institucional. Los conjurados, obsesionados por crear brechas, siguen arrastrando hacia el desastre.
Hace
algún tiempo, alguien, algunos decidieron poner un plan en marcha. Ese plan
contemplaba ir creando un mundo paralelo, una maqueta de república que se iría
construyendo acercándose cada vez más la escala al tamaño natural. La república
acababa siendo un mapa batesoniano que cubría la totalidad del territorio. Los secesionistas siguieron
hasta hacer, en su visión, indistinguibles su maqueta de la realidad. Como
en las películas de robos, pretendían dar el cambiazo en el último momento.
España se quedaría con la copia sin valor y ellos con el diamante bueno. Pero la maqueta secesionista, el mundo paralelo, no funciona; se aleja cada vez más de la realidad y no es habitable.
Aquí falla todo; es pura chapuza. El cierre de la operación maqueta era el
referéndum del 1 de octubre, día al que había que llegar como fuera dando por
bueno un resultado cantado. Empezaron diciendo —¡cuánta sinceridad!— que con un
millón les bastaba, pero pronto les pareció poco y siguieron creciendo. Era su
referéndum y lo iban a ganar para que todo encajara. Pero empezó a fallar todo.
Europa cerraba las puertas que deberían estar abiertas, dando un tirón
de orejas por la mala gestión del día 1. Después comenzaron a irse las grandes
empresas alejándose de la rapiña de una nueva hacienda, piedra mágica de la
identidad (el que paga, otorga). En
vez de llorar con ellos, la gente comenzó a señalarles con el dedo y a dejar al
descubierto la irracionalidad del proceso.
Nada
les ha salido bien. Pero les queda la calle. Sacar a miles de personas de las
que son dependientes para que su sacrificio sea histórico. La última gran queja
la acabo de escuchar. Tiene tres momentos de indignación: las cargas policiales
del día 1, la prisión preventiva de los "jordis", transformados en
héroes, en Wilhelm Tell de la historia, y la aplicación del 155. Nada de ello
ha sido una iniciativa, nadie lo quiso más que ellos; solo es respuesta a la desobediencia escandalosa, a la provocación descarada,a la falta de respeto al
estado de derecho.
Han empezado la independencia por
el tejado y aunque ellos no reconozcan las leyes, los jueces sí les reconocen a
ellos. Nada más patético que esas comparecencias con la bandera catalana junto a la europea, la de una Unión que ya les ha dicho que no estarán dentro sino fuera. Es un ejemplo más de ese vender la piel del oso antes de cazarlo, de haber empezado la casa por el tejado.
De todo
lo dicho por Le Monde, lo peor es señalar el poco respeto que Puigdemont tiene
por la democracia (On ne peut pas ne pas relever que M. Puigdemont a bien peu
de respect pour la démocratie.) Es una forma sintética de descalificar todo el
proceso secesionista.
La
semana será un ejercicio duro de resistencia a la resistencia. Habrá que
procurar no dejarse arrastrar porque su único plan ya es el caos.
* "En Catalogne, la politique du
pire" Le Monde 23/10/2017
http://www.lemonde.fr/idees/article/2017/10/23/en-catalogne-la-politique-du-pire_5204732_3232.html#JVKZ5wjiAtAzKoUd.99
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