Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El País
nos trae en su edición de hoy un artículo titulado "Cómo y por qué huyó el
dinero de Cataluña" en el que se nos muestran las recriminaciones entre
bancos y empresarios y los políticos sobre la credibilidad del proceso
secesionista. La cuestión parece estar en quién
avisó a quién, o en quién se lo creyó
y quién pensó que nunca se llegaría hasta
aquí. Todo eso está muy bien, pero no soluciona nada en un proceso que no
se acabará resolviendo de manera satisfactoria para nadie. Parece que solo
quedan soluciones "malas" y "peores", visto que la sensatez no es lo mismo que el miedo. ¡Váyales usted a los
anticapitalistas de la CUP a hablarle de los fondos de inversión que advierten
de la locura o de los banqueros que hacen lo mismo, de los intelectuales, etc.!
A ellos les da igual. Son los destructores del sistema y están repartidos por
toda Europa, con más o menos poder, pero con el mismo sentido de irrealidad que
tratan de imponer.
El
problema es cómo deshacer las enormes mentiras que pueden llevar a un conflicto
gravísimo en España y en la Unión Europea. Como lo único que les ha funcionado
es despertar la violencia, mucho me temo que ya la dan por descontado. Y una
vez prendida la mecha, será difícil de apagar. Son los resultados del monstruo
creado por el nacionalismo secesionista para tomar las calles y volver a lo que
funciona, la "pena universal", provocar violencia y difundir imágenes
—verdaderas o falsas, ¡qué más da!— que lleven a que los países tiren de las
orejas al gobierno español, que será el que tenga que intervenir, pues es su
responsabilidad. Pero esta vez no será por sorpresa.
Ceñirlo
a la cuestión económica es solo una parte del debate, la más clara, del
problema. Es el campo que el gobierno mueve porque es el más
"civilizado", el que entienden las altas esferas de la vida catalana
que se asustan ante el desastre previsible. Pero luego está el resto. Son los ciudadanos que no
trasladan sedes sociales, personas que llevan años viviendo callados, por un
lado, y aquellos otros que consideran que los que no son de su cuerda no son catalanes y hay que "trasladarlos".
Muchos ya lo han sido haciéndoles la vida imposible en sus centros de trabajo o
a sus hijos en las escuelas.
Cuando
se leen las asociaciones de todo tipo con las que se ha ido creando la trama
secesionista se comprende cómo han penetrado en el tejido social y cómo se han
hecho con su control. La técnica es parecida a la de los islamistas en los
países musulmanes: control y presión en todas las facetas de la vida social.
Nada se mueve. Unos aprenden de otros las técnicas para mantener la vigilancia
e irse metiendo en todos los rincones de lo cotidiano para acallar las
disidencias y provocar las adhesiones según convenga. Es un entramado denso que
las redes sociales ayudan a intensificar.
Las
experiencias de control social ya no son privilegio de una ideología o grupo.
Es el fundamento de la eficacia movilizadora. Como ocurrió en los países árabes
o en el golpe de Turquía, es esencial
contar con redes bien articuladas que permitan sacar a la gente a la calles en
minutos, provocar concentraciones masivas que intimiden o resistan. Es ahí
donde entran las motivaciones a la movilización en forma de fotografías reales,
trucadas o viejas sacadas del archivo. Una "buena" foto circulando a
la velocidad instantánea de las redes controla la temperatura emocional de las
masas convocadas, que llegan al grado de indignación necesario. El mensaje de
la activista de los "dedos rotos" hace cundir la solidaridad; cuando
se descubre que es mentira, ya es tarde. Todos tienen sus grupos a los extender
su material.
Las
loas al uso de las redes sociales por parte de Obama se quedaron en nada con el
apoyo a Trump de las redes de la ultraderecha populista norteamericana y los
hackers del exterior, de los grupos de supremacistas, de los medios controlados
por Steve Bannon y los suyos, etc. Todos ellos manejados con intensidad para
descabalar las racionales respuestas de los medios de comunicación
tradicionales perdiendo energía en explicar mentiras. Funcionó.
El
secesionismo catalán no cuenta con la mitad de los votos de Cataluña. Es su unidad
lo que le dio fuerza en el Parlamento. Es interesante volver al día después de
las anteriores elecciones autonómicas catalanas en 2015. El diario El País lo
describía así:
Mas y el conjunto del independentismo había
planteado el 27-S como un plebiscito sobre la independencia, algo que el resto
de partidos acabaron por asumir no sin avisar antes de que nunca aceptarían la
secesión unilateral. La candidatura de Mas ganó claramente las elecciones, pero
no el plebiscito, ya que el independentismo se quedó con el 47,8% de los votos.
Con todo, la victoria de los independentistas en las elecciones es inapelable.
Con el l 97,8% de los votos escrutados, Junts pel Sí consiguió 62 escaños, a
los que hay que sumar los diez de la CUP. Con 72 escaños el independentismo
tiene la mayoría absoluta del Parlamento, situada en los 68 diputados, pero
ahora tendrá que lidiar con la falta de una mayoría popular clara, con un
Gobierno hostil y, desde hoy mismo, con la heterodoxa composición tanto de
Junts pel Sí como de la CUP. De hecho, desde hoy estará en juego incluso la
continuidad de Mas, pues la CUP aseguró que no piensa votar favorablemente su
investidura, algo que los resultados de ayer hacen imprescindible. Esta
situación quedó reflejada en la cara del presidente, muy tensa, que contrastaba
con la algarabía de las bases soberanistas. A la misma hora, el candidato de la
CUP, Antonio Baños, ya lanzó un aviso: “Mas no es imprescindible”.
El presidente catalán dijo contar con “gran
legitimidad” para avanzar hacia la independencia y pidió al Gobierno “que
acepte la victoria de Cataluña y del sí”. También negó que deban contarse los
votos en lugar de los escaños. “Si hubiéramos hecho un referéndum como el
escocés, hubiéramos contado solo votos”, dijo.
Este lunes comenzarán las negociaciones entre
Junts pel Sí y la CUP. Los dos partidos tienen el objetivo de alcanzar la
independencia de Cataluña, pero difieren en la forma y en los tiempos de
hacerlo, lo que puede complicarlo mucho todo.*
2015 |
Negarse
a contar votos en vez de escaños es la mayor trampa en un caso de secesionismo,
pues no es el parlamento quien se separa, sino la sociedad. En realidad
perdieron. Todo esto no es más que la aceleración para evitar que el desastre
se cierna sobre ellos en forma de pérdida de votos. En lugar de reconocer su
fracaso, se lanzaron al referéndum fraudulento e ilegal, cuyos votos esta vez
sí cuentan. El referéndum era la escenificación del fracaso para convertirlo en
sangriento lugar de martirio del nacimiento de la república imaginaria. Cuanto
más se prohibía, más se alejaba de la legalidad y más se acercaba al fraude
convertido en "resistencia de la democracia" al colonialismo, un
guión bien escrito que necesitaba la colaboración de los Mozos de Escuadra,
dejando el cumplimiento de las órdenes de los jueces en manos de la Policía
Nacional y de la Guardia Civil, que resolvieron como pudieron. Querían fotos
para mandar al mundo y las tuvieron.
El
secesionismo se ha lanzado a separar a Cataluña del resto de España con un
porcentaje menor de votos que los que son claramente opuestos al separatismo. Un
47'74% era favorable mientras que otro 50'62%, claramente no lo era. ¿Es
posible con esas cifras lanzarse a romper una sociedad y un país? Y todo esto
tras un proceso de décadas de manipulación ideológica en todos los planos,
desde la educación a los medios como TV3, al servicio descarado del
independentismo.
¿Han
tocado techo y de ahí todo esto? Es probable. La Generalidad catalana ha tenido
en sus manos —gracias al alto grado de autonomía que permite la Constitución de
todos— los recursos para la conversión de cualquier ciudadano al
"catalanismo independentista". Ha tenido sobre todo el sistema
educativo, que ha sido filtrado para actuar como guías espirituales de todos
los que han pasado por sus manos. Durante décadas les han explicado la Historia
que han querido sin que nadie pudiera frenarles en sus lavados de cerebro.
En Cataluña se ha pasado de la queja de no poder hablar en catalán a la queja de los que no pueden educar en castellano a sus hijos. Se ha pasado de un monolingüismo a otro igualmente autoritario. Las quejas y las idas a los tribunales han sido constantes por parte de aquellos que reclamaban el derecho a educar o a expresarse en castellano. Es una muestra del "talante" nacionalista. Pese a ello, no han conseguido superar la barrera social del 50%. Lo han intentado todo, hasta la inmigración selectiva. La preocupación, pues, es haber tocado techo, un movimiento de retroceso hacia Europa en las nuevas generaciones.
Debe
ser uno de los pocos lugares del mundo en el que sus dirigentes hacen giras insultándolo por donde van. Pese a que
nadie les hiciera mucho caso fuera, se trataba de cultivar también la imagen interior.
Ellos viajaban por el mundo hablando de una inexistente Cataluña oprimida.
Nadie podía oprimirla por la sencilla razón de que tenía su propio gobierno. De
hecho, los grandes enfrentamientos sociales se produjeron contra el gobierno de
la Generalidad.
Se
comprende el empeño de fijar en las cifras del referéndum el "mandato".
Cualquier dictadura tiene los mismos resultados. ¿Se ha vuelto toda la sociedad
"secesionista" en menos de dos años? El empeño de todos los
secesionistas es decir que tienen un
"mandato", que ellos "cumplen" lo que el pueblo les dijo el
día 1 de octubre. Todo pasa por él, porque las elecciones, pese a ganarlas,
no les daban derecho (ni "mandato") para dividir a la sociedad y al
país como lo han hecho.
Lo que
está creando el gobierno de Carlos Puigdemont es un gigantesco fiasco con un
resultado desastroso, una fractura histórica creando un terremoto social cuyas
consecuencias son ahora mismo apenas entrevistas. Por muchos cálculos que se
hagan la perspectiva de una sociedad quebrada, dividida en la convivencia y
defendiendo sus "derechos" sobre la otra mitad, es una perspectiva
que espanta.
La
figura de Carles Puigdemont se eleva de forma grotesca en un escenario en el
que queda paralizado en un absurdo discurso del "sí pero no",
patético, entre la espada de sus legiones y la pared de los que se le enfrentan
haciéndole responsable, como es, de lo que ocurra en la Autonomía catalana.
Entre
Pirandello y Ionesco, Puigdemont ve cómo se le cierran las puertas empresariales,
internacionales, las instituciones europeas. La salida hacia delante de
Cataluña no sería más que un retroceso al estado de república bananera, con las
huestes de la CUP en permanente estado de ocupación y atrayendo a su suelo todo
tipo de personajes provenientes de los lugares más apartados del mundo a hacer
el "yihadista" a la catalana.
El
sueño europeo se les ha terminado. No sabemos qué más rotundidad esperan ni de
quienes. La creencia en que es posible un diálogo bilateral entre "ambos
países" se ha desvanecido y solo queda recular, pero ¿cómo se hace eso con
lo que has creado detrás? ¿Puede un día despertarse Cataluña como si no hubiera
pasado nada? Cuando más se agrave la situación, peor será para un secesionismo
advertido por todos, que será el responsable histórico de lo que ocurra.
Los animosos
irresponsables están felices con su "juguete republicano". Llevan jugando
con él desde hace tiempo. Ahora llega el momento de empezar a distinguir el
juguete de la realidad y mucho me temo que para muchos no va a ser fácil.
Agarrados a su sueño, preferirán quedarse del peligroso lado de las pesadillas
antes de recobrar la cordura.
The Washington Post |
* "Cómo y por qué huyó el dinero de
Cataluña" EL País 15/10/2017 https://elpais.com/economia/2017/10/14/actualidad/1508004509_046894.html
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