Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
De
nuevo le sale a Isabel Coixet la angustia. No es fácil —pese a estar
presentando una película en Valladolid— abandonar lo que se siente hoy y que la
entrevistadora define inicialmente como cansancio,
tristeza y preocupación, un
abanico de estados de ánimo que todos juntos equivalen casi a una depresión.
Nos
centramos en Carlos Puigdemont y los agentes principales de toda esta locura,
pero en algunos casos salen a la luz estos sentimientos personales por encima
de los colectivos que tienen sus desahogos —cuando pueden o te dejan— en
compañía de otros, los afectados por el mismo mal coyuntural.
La
enfermedad del alma no es privativa de los catalanes que se ven sometidos a la
presión y crudeza del independentismo. Conozco esos casos de amor y odio a la
tierra que te trae dolor, te expulsa, pero a la que te sientes unido por la
infancia, la familia y los amigos, hasta que descubres un día que son
desconocidos agresivos con los que no puedes convivir más que como silente, que
cualquier intento de expresarte acaba con una condena y señalarte con el
dedo.
Cuenta Coixet
en Valladolid que se siente tentada a irse. Es lo que muchos buscan y exilio
que algunos aceptan para no ser convertidos en enemigos públicos, en enemigos
del pueblo, desplazados por decir una verdad que no gusta, su rechazo de lo que ocurre.
El
texto de El País sintetiza su estado de ánimo; es un ejemplo concentrado
de lo que significa lo que está ocurriendo a muchos:
“Nos están echando de Cataluña. Por mi cabeza
ronda muchas veces la idea de irme de Cataluña. Si uno se va es porque le
echan. Quizás lo único que de una manera infantil me frena es la satisfacción
que le voy a dar a algunos”, aseguraba Isabel Coixet (Barcelona, 1960) en una
entrevista a este periódico, mientras resaltaba la “esquizofrenia extraña” en
la que el movimiento independentista ha sumido a la sociedad catalana. “Pienso
muchas veces que debo de estar más equilibrado de lo que creo porque todavía no
me he desmoronado”, añade para, a continuación, pasar a relatar los insultos
que recibe por la calle y, dos manzanas más allá, toparse con una pareja que la
abraza llorando y le agradece sus palabras de denuncia de una situación. “Me
afecta mucho todo, también a la salud. Tengo ataques de angustia, pero no soy
la única. En este momento, hay mucha gente en un estado de angustia y tristeza
muy profunda, en un estado de incertidumbre. Es muy difícil vivir así la vida
cotidiana”, añade la realizadora, que después de la promoción de La librería
irá a algún sitio en busca de la paz necesaria para continuar su trabajo y
hablar de la vida, de los muertos en Somalia, de los incendios en Galicia y de
tantas otras cosas. “En Barcelona, ahora mismo, es muy difícil respirar y
pensar”, dice Coixet que denuncia y el acoso que ha sufrido ella y otras muchas
personas por decir en voz alta lo que piensan. “Yo soy una persona de matices y
lo que estamos viviendo ahora es una situación en la que parece que no caben
los matices. Te meten en la categoría de gente non grata a pesar de que yo me
manifieste contra la brutalidad policial del 1 de octubre. Pero no solo a mí.
Nos están barriendo y no es cosa de ahora. Todo esto viene de hace mucho. Desde
el momento en el que proclamas que el bilingüismo es un tesoro. En Cataluña ha
habido mucho silencio durante muchos años, pero también una enorme desidia y
falta de trabajo por parte del Gobierno del PP", sigue explicando la
realizadora que dice que los únicos que van a sacar partido de la situación son
los chinos con la venta de las banderas y los psiquiatras. En su familia, su
hija adolescente vive también la situación con estupor y su madre, salmantina
de alma y profundo orgullo catalán. Con su hermano, independentista, no ha roto
relaciones porque respetan muy escrupulosamente y de manera mutua sus
opiniones, pero con él ha dejado de hablar de Cataluña. “No pasa nada, hay
tantas cosas que hablar en el mundo”, asegura aliviada. “Quiero hablar de
libros, de películas, de comidas, de tiendas y de compras. Quiero hablar de las
mariposas. Quiero hablar del mundo”.*
Es un
intenso drama traducido a palabras y sintetizado apenas en un párrafo. Muestra
el otro proceso, el intelectual y afectivo que niega el pensamiento único del
independentismo.
En cada
una de esas frases se esconden dramas extensos e intensos. Algunos han tenido
un desarrollo de años; otros han sido incubados en el tiempo hasta eclosionar
en el momento en que el secesionismo decidió dar el salto al vacío y eliminar
las voces discrepantes en el interior, silenciar las conciencias que no están
de acuerdo con lo que están haciendo.
Aunque
se presenten como "víctimas", como cultura represaliada, el caso de Isabel
Coixet y su defensa del bilingüismo —de la posibilidad de hablar catalán y
castellano, como está estipulado por las ignoradas leyes— muestra claramente
cómo hace mucho tiempo que el independentismo ha usado los poderes que la
Constitución española concedía al gobiernos autonómico para atacar la
convivencia a través de las proscripción de la lengua de todos.
Los que
hoy se dicen un "pueblo oprimido" han estado oprimiendo a más de la
mitad de su pueblo para desconectarse culturalmente del resto. Y lo han hecho
premeditadamente, ante la impunidad que les daba la creencia de que nunca se
llegaría a tanto, que los gobiernos catalanes siempre tiraban de la cuerda para
conseguir más que los demás, pero que nunca la romperían. Pues bien, llegó el
momento de romper la cuerda.
Hemos
insistido estos días en la idea de que lo que lo ha precipitado es precisamente
haber tocado techo, haber navegado por los peores escenarios de la crisis, sin
haber conseguido su objetivo de separar a la mayoría del pueblo de España. Se
han lanzado al abismo con mayoría parlamentaria (por eso no quieren oír hablar
de elecciones) pero sin mayoría social (un 47% de los votantes, frente a un 52%
no nacionalista).
También
esa mayoría social ha tenido que aguantar mucho. Ha aguantado el acoso, la
mayoría del tiempo desprotegida por los gobiernos centrales que trataban de evitar
enfrentamientos directos de los que se beneficiaran terceros.
"Nos
están barriendo y no es cosa de ahora. Todo esto viene de hace mucho",
dice Isabel Coixet. Ocurre cuando se dice que "el bilingüismo es un
tesoro", señala. Es cierto y el día que los no nacionalistas salieron a la
calle a decir estamos aquí reivindicaron sus derechos, incluido el del
bilingüismo. Pero ahora los que se quejaban de persecución son ahora
perseguidores y no hay escapatoria. Cuando acudes a un colegio a pedir que tus
hijos tenga las horas que les corresponden en castellano, ya has quedado
marcado para toda la vida. Habrás de atenerte a las consecuencias. Lo mismo si
te diriges en español a las instituciones; tú mismo te descubres. Y no te
arriesgas.
El
drama de Isabel Coixet es igual al de muchos otros: dolor porque no te dejan
vivir una vida a la que tienes derecho y que te impiden desarrollar. Lo
concretamos hace unos días, con la queja de la misma Coixet, del derecho a
sacar al perro a la calle sin que te insulten o te agredan.
De
todas las ideologías, el nacionalismo es de las más perversas porque se apropia
de todo: de la tierra, del pueblo, de la historia, de la lengua... No te deja
nada, solo la posibilidad de ser un alien en tu propio espacio.
*
"Isabel Coixet: “Nos están echando de Cataluña”" El País 22/10/2017
https://elpais.com/cultura/2017/10/21/actualidad/1508592769_462091.html
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