martes, 3 de octubre de 2017

La pena universal y el amor a los puentes

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
A falta de razones mejores, el secesionismo nacionalista catalán juega la baza de la pena universal. Frente a las razones y las leyes, el equipo de Puigdemont juega la carta de las emociones, es decir, la de las imágenes que conmueven, las de la violencia absurda tratando de mandar al mundo el emotivo mensaje. Pero las emociones no le dan la razón, como tampoco se la dan los errores absurdos cometidos el domingo gracias al "distanciamiento" de los Mozos, cuya imagen impoluta debía quedar fijada para la posteridad. Incumpliendo su deber, los Mozos dejaban en manos de las "fuerzas extranjeras de okupación" la responsabilidad de hacer cumplir las órdenes judiciales. Con ello, ya tenía lo que Puigdemont necesitaba para inundar el mundo de "sufrimiento". Su mensaje era inequívoco y pueril, "Cataluña se ha ganado el respeto de Europa", confundiendo el "respeto" con la "atención".
El respeto a Cataluña no estaba cuestionado por nadie; sí en cambio su respeto —más bien falta de él— hacia la legalidad por parte de sus representantes. No otro es el origen de este conflicto que la desobediencia a las leyes. Por falta de inteligencia y reacción que se haya producido en cargas policiales y demás situaciones, el origen de la violencia sigue siendo el mismo: el acto de desobediencia institucional transferido cobardemente a las calles.
Desde el principio, el fundamento retórico de todo esto es una enorme falsedad: la democracia reside en las instituciones catalanas mientras que no lo hace en las "españolas". Se olvida que todas las instituciones autonómicas están legitimadas precisamente por el marco establecido en la Constitución común, la votada por todos. La violencia surge de la desobediencia. ¿Se ha gestionado mal la respuesta?Sí, pero lo que contestemos no anula el principio básico de la desobediencia y el desafío desde las instituciones y su traslado a la calle, algo que estaba previsto desde el principio por los convocantes. Toda su estrategia ante la indiferencia internacional pasaba por llevar el conflicto a la calle. Por eso, pese a lo que diga el Sr. Puigdemont, se ha ganado la atención, no el respeto.

El hecho es tan insólito en un Estado de Derecho, en una clara democracia como es la española, que lo que busca en las instituciones europeas se puede volver contra el señor Puigdemont. Europa, como lo somos todos, somos sensibles a las imágenes de violencia, que se pueden condenar, pero el origen sigue siendo ilegal e inadmisible. Se puede pedir la dimisión de quien se quiera, pero no podemos dimitir de las leyes, algo que sí ha hecho la Generalidad. Pidan la cabeza de Rajoy si quieren, pero eso no arregla nada el problema básico. Puede, en cambio, producir una intensificación de la violencia si funciona la pena universal.
Sorprende (quizá no tanto) la irresponsabilidad de los que quieren sacar tajada de una situación histórica y dramática, un auténtico desafío trágico para un país y un pueblo. Nos muestra hasta qué punto la situación creada hoy se ha producido por la máxima debilidad y la mínima inteligencia políticas. Todo resulta grotesco, falto de miras, lleno de mala fe.
El secesionismo catalán tiene que degradar la democracia española para conseguir unos fines que no tienen nada que ver con la democracia. Es lo que resulta inadmisible para todos pues es resultado de un pensamiento nacionalista que parte del principio de desigualdad y de inferioridad del resto de España, clave del conflicto. El nacionalismo catalán es hijo de sus discursos y estos se han ido acumulando en un odio creciente conforme España en su conjunto avanzaba hacia el progreso tras el cese del franquismo y nuestra entrada en Europa. Entonces se podía justificar a sus ojos la idea de una "Cataluña democrática" frente a una "España dictatorial", digna de la leyenda negra. "Ellos" eran los "liberales cultos", "europeos"; los demás, burdos patanes, hijos de Felipe II y la Inquisición. Durante las décadas de la democracia española, la "diplomacia catalana" ha estado intentando sembrar este mensaje por el mundo, creando conflictos institucionales por donde iban o se asentaban. Ellos eran los modernos frenados por la carga estéril de España. Los viajes del Sr. Mas por el mundo lo atestiguan.
El paso de España a la democracia primero y a Europa después les creaba un problema estratégico en sus discursos ya que la España que les oprimía recibía las bendiciones democráticas del mundo. Lo que han intentado con este grotesco referéndum secesionista es volver a sembrar la idea del la España predemocrática que oprime a un pueblo. Nada más absurdo y contra toda evidencia y realidad. Es desde las instituciones surgidas de la democracia común desde donde se viola sus principios pasando por encima de toda legalidad.


La precipitación de todo esto se produce por la confluencia de factores, de debilidad y fuerza. Las respuestas que se dan son también desde los apoyos y desde los enfrentamientos. Es penoso es cuchar las palabras de unos políticos incapaces de abrir cauces de diálogo para una situación que es una locura histórica y jurídica.
Mientras Reino Unido y la Unión Europa no alcanzan a adivinar cómo se puede abordar un problema de unión y convivencia de unas décadas, el secesionismo catalán cree que se puede romper un país que lleva viviendo juntos durante siglos, que lo puede hacer unilateralmente y en unas semanas. Es asombrosa la irracionalidad demostrada.
El gran problema de fondo es el silenciamiento forzoso de una mayoría de catalanes que no han podido, sabido o querido manifestar que esta aventura les espanta o inquieta. Discutir de números no tiene sentido. La pobreza intelectual, el silenciamiento de los intelectuales críticos en beneficio del pesebrismo académico, el uso de medios y escuelas para el adoctrinamiento, etc. son los que finalmente han producido la generación clave para aceptar gustosamente las mentiras de la historia.
Estos días asistimos a las manifestaciones en Reino Unido en contra de un Brexit que les deja fuera de Europa, con una Theresa May que ha pasado de las alegrías retóricas a la desesperación por su incapacidad para abordar la situación con Europa ni con sus propias gentes, que se consideran engañadas por las mentiras que llevaron a muchos a votar la separación.
Las distancias son enormes, pero en contra de la situación catalana. Los británicos, al menos, tienen la libra y una potencia que Cataluña no tiene y que se verá muy reducida (no aumentada, como algunos corean). Al menos, seguirán siendo un "reino unido"; Cataluña no sabemos qué será porque habrá un momento en el que los silenciados tengan que hablar.


Decía el ex ministro de Cultura, César Antonio Molina, que somos una democracia que no ha sabido enseñar a amar a España. Es hora de ir haciendo balance de las causas. Una de ellas precisamente ha sido la oposición frontal de los nacionalismos (no solo el catalán) cuya base era el desprecio a España, considerada un "estado" frente a su estatus superior, el de un "pueblo". El federalismo tradicional de la izquierda española (los devaneos del PSC),  junto al complejo de la derecha para no ser considerada "fraquista", reducción ideológica de todo el que manifieste un sentimiento positivo hacia su país, hizo el resto. El frentismo siempre ha sido muy positivo para los mensajes simplistas. Hoy tenemos una generación profundamente iletrada que vive a golpe emocional de tuit, fácil de convencer de quién es responsable de todo, sea esto lo que sea. No es algo exclusivo de España, pero aquí lo vivimos así.
Hace años, cuando llegaban la fecha de la celebración de la Constitución española, nuestro rectorado nos enviaba una carta en la que se nos sugería que habláramos en una clase de nuestra Constitución en relación con nuestros campos de trabajo —la cultura, la economía, las libertades, la ciencia....— para que nuestros alumnos comprendieran la importancia de nuestro texto constitucional para la vida, convivencia y desarrollo comunes. Hace muchos años que no recibo la sugerencia y los españoles se han acostumbrado a ver cómo cae el puente de la Constitución y si va a hacer buen tiempo en esas fechas para viajar.

Es algo más que una anécdota. Ahora tenemos un largo y tambaleante puente  por delante.



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