Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El
mundo es cada día más complicado y no es tiempo ni de tibiezas ni de aventuras
fantásticas. El aventurismo secesionista catalán ha recibido de la calle la
contestación que le podían decir más claro que la instituciones. Es el tercer
lenguaje con el mismo mensaje. Tras el político, el económico y ahora el
popular, el empleado por el gobierno catalán. Pero frente al mensaje de la
"pena universal" usado por los independentistas para intentar
conmover al mundo haciéndoles creer que Cataluña era un "pueblo
oprimido", que "Franco había resucitado" y hasta que la Guardia
Civil era un grupo "paramilitar", la calle hoy ha usado la
"alegría universal".
Hacía
falta que tras las autoridades y las leyes, tras los banqueros y empresarios
que han cambiado su sede sacándola de Cataluña, hablaran los que tienen que
vérselas cada día con las amenazas y los desprecios. Hoy era el día de sentirse
alegre, de reivindicar sin odios que son catalanes, españoles y europeos. Es el
momento de que no les roben lo primero, no les insulten por los segundo y sigan
siendo lo tercero. Todo ello está en riesgo porque sigue en manos de mitómanos
políticos.
La gran
manifestación —muy importante, como la de Madrid— es solo una pieza de lo que
queda por venir. Pero el independentismo ha sido privado de sus armas
preferidas: el victimismo, la propaganda y la calle.
La
explicación secesionista es pobre, mentirosa y anacrónica, además de racista e
imperialista, pues sueña con una "gran Cataluña" como Hitler soñaba
con una "gran Alemania" que llegara hasta allí donde se hablara
alemán. Las contundentes respuestas que le han dado desde sus vecinos/víctimas
del sur, la Comunidad Valenciana, han sido claras, llamando, en afortunada
expresión, "ectoplasma" a los fantasmales "países
catalanes".
No le
queda a Puigdemont y los suyos ni la esperanza del "reconocimiento
indirecto" por uso de la mediación internacional. Todo el mundo sabe que
inadmisible bajo cualquier aspecto político y legal, pues sería reconocerle lo
que no es. Eso no lo va a conseguir.
La
única baza que le queda es la insumisión sediciosa y la violencia en las
calles. No lo va a tener tan fácil sin el factor sorpresa como la primera vez
porque las instituciones internacionales han dejado claro a lo que una Cataluña
independiente unilateralmente puede aspirar en el panorama internacional. Quedan veinticuatro horas de tensa espera
para saber si finalmente se va a lanzar a la arena y corre el riesgo de
convertirse en un héroe y mártir sin estatua.
Junto a
la proclamación de la voluntad y el derecho de los catalanes a vivir su
especificidad dentro de España y Europa, solidariamente con los demás como los
demás lo están siendo con ellos, como lo fueron cuando los atentados o en otras
circunstancias, ha habido otros aspectos importantes.
El más
relevante, en mi opinión, es acabar con el silencio. Me refiero a la actitud
agresiva del nacionalismo catalán contra España y los catalanes que no se
consideran colonizados. Hay que acabar con los discursos que han llenado de
odio a dos generaciones convenciéndoles desde la escuela más temprana que eran
un país invadido por un estado parásito, el español.
La mala
fe del nacionalismo ha usado las transferencias autonómicas, especialmente la
educación, para sembrar ese odio contra lo español que hoy se nos revela en sus
efectos nocivos. El envenenamiento educativo ha ido más allá de los límites admisibles.
Es la demostración más evidente de su mala fe a lo largo de décadas en las que
ha controlado los discursos y ha impuesto su verdad. Ahora, muchos padres se
han indignado cuando han visto regresar a casa a sus hijos repitiendo las
consignas del nacionalismo secesionista. Me temo que esto ha llegado al límite.
No es
fácil eliminar todo este odio condensado en libros, programas televisivos,
periódicos, soflamas callejeras, etc. pero se ha comprobado que el
adoctrinamiento venenoso contra el resto de España ha llegado a un punto
insostenible. La gente ha perdido el miedo a los nacionalistas y así se lo han
hecho saber.
Muchos
artículos y editoriales señalan un "antes y un después" del 8 de
octubre. Las personas inteligentes se han dado cuenta de que la situación ya no
es la misma. La pregunta ahora es si se han dado cuenta Puigdemont y los suyos
o si seguirán con la pantomima del referéndun bananero.
En los
discursos de hoy, José Borrell ha recriminado a los que se van ahora de
Cataluña que no hayan hecho nada antes y se haya llegado a esta situación
límite. Tiene razón, pero la mayoría pensaba que nos se atreverían a tanto. Es
peligroso jugar con fuego mucho tiempo.
El
Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa ha hecho el discurso de su vida,
un canto a la convivencia que nos reproduce el diario ABC:
«Estamos aquí para parar los estragos del
independentismo (...) y por eso hoy miles de catalanes han salido a la calle,
son demócratas que no creen que sean traidores, catalanes que no consideran al
adversario un enemigo, que creen en la democracia, en la libertad, en el estado
de derecho, en la constitución», ha dicho el premio Nobel de literatura.
El escritor peruano ha añadido: «Aquí hay
miles de hombres y mujeres venidos de todos los rincones de España, incluso del
Perú, a decirles a los catalanes que no están solos, que estamos con ellos, que
vamos a dar juntos la batalla por la libertad».
«La democracia española está aquí para
quedarse y ninguna conjura independentista la destruirá», ha agregado Vargas
Llosa, que ha comentado que «no queremos bancos y empresas se vayan de
Cataluña, como si fuera una ciudad medieval acosada por la peste».
Vargas Llosa ha concluido: «Somos ciudadanos
pacíficos que creemos en la coexistencia, en la libertad, vamos a demostrarles
a esos independentistas minoritarios que España es ya un país moderno, que ha
hecho suya la libertad y no va renunciar ante una conjura independentista que
quiere convertirlo en país tercermundista. Viva la libertad, visca Cataluña y
viva España».*
El miedo se ha perdido. Lo han llamado bautismo de las calles para el nuevo discurso, para la voz emergente de los catalanes que quieren a su tierra y no son incompatibles con nadie. Hasta el momento, el nacionalismo callejero presionaba con el nacionalismo oficial encerrando en sus casas y expulsando a los más críticos. Son muchos los ejemplos de estos años.
Las
banderas que tocaba hoy sacar eran tres, entremezcladas, en clara fraternidad:
catalanes, españolas y europeas, mostrando tres vocaciones compatibles. No son
banderas de odio; son de afirmación y alegría. No son anacrónicas, sino de
futuro y progreso.
*
"Mario Vargas Llosa: «La democracia española está aquí para
quedarse»" ABC 8/10/2017
http://www.abc.es/espana/abci-vargas-llosa-democracia-espanola-esta-aqui-para-quedarse-201710081540_noticia.html
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