Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Como ya
señalamos hace un par de días, el afán por llamar la atención sobre el caso
secesionista por parte de la Generalidad catalana se ha vuelto contra ella.
Cuando se pasa de la atención al detalle, el caso se vuelve más oscuro y
grotesco. Lo que el señor Puigdemont llamó reveladoramente "respeto",
se ha vuelto contra él y los partidarios de la estrategia de la "pena
universal". Cataluña tiene el respeto de todos sin necesidad de incidentes, pero él no es Cataluña mal que le pese.
Conforme
se van conociendo más detalles del fantasmal referéndum, este se va perfilando
como una auténtica cencerrada destinada a desatar la violencia mediante la
inacción de los Mozos de Escuadra convertidos en convidados de piedra para
obtener las fotos que causaran la pena ante el mundo. Se consiguió así atraer
la atención, pero se nos escapan entre los dedos las razones; por lo impactante
que pudieran ser no hace ganar un ápice de razón jurídica o histórica.
Al llegar
hasta las instituciones europeas el caso, el señor Puigdemont ha tenido que
escuchar muchas cosas que ya no entran en sus pobres cálculos. Ahora ya se lo
han dicho públicamente: no vale el "referéndum" ni la declaración
unilateral de nada. Se le han acabado las palmaditas en la espalda, porque una
cosa es tirar de las orejas a España por la respuesta del día 1 y otra darle la
razón en algo.
Prácticamente
todo el mundo está de acuerdo en que no se hizo bien el día 1, que la violencia
se debía haber evitado. Que la violencia no es buena entra en los principios de
las personas honestas. Pero, como en otras situaciones, habrá que preguntarse
quién fue el principal beneficiado por ella, algo de lo que creo que tampoco
hay mucha duda. Sabiendo que el reconocimiento del referéndum era una batalla
perdida, el señor Puigdemont cometió el mayor error estratégico y político al
salir a hablar del "respeto" que Cataluña había "ganado"
ante Europa por los acontecimientos del día 1. Quedaba demasiado en evidencia
que esa violencia, que a nadie gustó, había sido buscada como una forma de
atracción de la atención hacia Cataluña y de abrir una brecha entre la sociedad
catalana y el resto de España. La maquinaria mediática estaba preparada para
eso.
Pero
las cosas que van saliendo —de las noticias falsas y trucadas, a las
declaraciones de cómo fueron los Mozos apartados para dejar el conflicto en "violencia
imperialista"— dejan cada vez en peor lugar al gobierno catalán, que sigue
empeñado en un camino sin retorno, quemando unas naves en las que va mucha
gente dentro.
La
respuesta europea no puede gustar a Puigdemont, pero forma parte del delirio
secesionista creerse sus fantasías. Los grupos de la Eurocámara han dejado
claro que la aventura no gusta a nadie. Recoge el diario El País:
La retórica de la excepcionalidad y de la
urgencia en la que están instaladas Cataluña y España ha tenido este miércoles
un contrapunto cargado de sentido común en el Parlamento Europeo. La Eurocámara
ha sido un clamor contra la vía unilateral del Govern y en defensa del Estado
de derecho. Los partidos europeos consideran que el referéndum catalán es
ilegal. Y creen que el Gobierno autonómico se lleva por delante una de las
grandes herencias del proyecto europeo: el imperio de la ley. Le han llovido
palos a Carles Puigdemont en Estrasburgo, aunque también ha habido alguno para
Mariano Rajoy por parte de los grupos minoritarios. La Comisión Europea ha
dicho que en ocasiones imponer la supremacía de la ley exige “un uso
proporcionado de la fuerza". El debate sobre la crisis de Estado en
Cataluña y España, que es ya una crisis europea, ha pivotado sobre un solo
concepto: la Eurocámara pidió a Puigdemont que no haga nada irreversible –una
declaración unilateral de independencia— y ha instado a las partes a sentarse
de una vez y hablar. “No hay duda de que el referéndum no respeta el Estado de
derecho, como tampoco hay duda de que el único camino es el diálogo”, ha
espetado el holandés Frans Timmermans, vicepresidente de la Comisión Europea.
En la tradición europea es habitual, desde
tiempos inmemoriales, la alabanza acrítica del porvenir y, una vez llega la
inevitable crisis, el llanto sobre las ruinas: pero la barbarie no sobreviene.
La Eurocámara, con diversos matices y gradaciones, ha puesto este miércoles la
carga de la prueba en el Gobierno catalán para evitar que la escalada vaya aún
más lejos. “Si alguien piensa que la pasión basta para permitirse ignorar las
leyes está en un grave error. El nacionalismo se equivoca si piensa que la
democracia es un arma que se puede usar contra el Estado de derecho”, ha dicho
un brillante Timmermans. “El referéndum no ha respetado el Estado de derecho.
Pero aun así no hay un solo impedimento para iniciar inmediatamente el diálogo.
Lo único que hace falta es voluntad política”, ha añadido.*
Pero no
es fácil debatir con un visionario que, además, se ha pasado por el forro la
legalidad existencia, que según sus teorías no van con él, que niega la mayor y
que le dice al Rey de España lo que debería decir. Es este último hecho el que
nos muestra lo alejado que está el señor Puigdemont de una realidad con la que
se empeña en chocar a cabezazos. Nos revela que Puigdemont no es un político,
sino un rebelde juvenil. Piensa Puigdemont que ha sido llamado para hacer
cumplir la Historia y guiar como Moisés a su pueblo —Go down, Moses... Let my
people go!—, cuando en realidad es el primer ratón tras el flautista, que,
astuto, le ha dejado creer que es él quien lidera el proceso.
Lo
dicho por la Eurocámara invalida cualquier forma unilateral de
"proceso". Comienza ahora la estrategia de la mediación, otro absurdo
—ya intentado por ETA en su momento— consistente en una "equiparación
entre estados" que recurren a un tercero, como si fuera una disputa por
fronteras o aguas jurisdiccionales. La estrategia es tan vieja y absurda que no
merece más que recordarle la realidad que olvida: que España es un estado y que
Cataluña es una Autonomía que forma parte de ese Estado. Con tanta soflama
independentista, al señor Puigdemont se le ha olvidado que esa es la realidad,
por dura que le parezca o no le guste.
El
Barcelona podré ser "más que un club", pero el gobierno catalán no es
más que un gobierno autonómico cuyos deberes y origen constitucional ha
olvidado. En cuanto que despierten, lo entenderán.
¿Pasará
la estrategia de nuevo por el conflicto y la pena? Puede que la del señor
Puigdemont no, pero habrá que ver cuál es la estrategia que van a desarrollar los partidarios más callejeros.
Evidentemente, esto no se va a frenar en seco.
La
presentación en la Eurocámara ha tenido otra virtud reveladora: mostrar quiénes
son los partidarios de una España y Europa rotas. La tristísima realidad a la
que se tiene que enfrentar el gobierno catalán es que quienes se han alineado
con sus tesis y se han visto profundamente afectados por la "pena" son
los eurófobos, los ultraderechistas, ultranacionalistas, xenófobos, racistas,
etc. del a Cámara Europea. Se han aprovechado de lo ocurrido el día 1 para
criticar a Europa en su beneficio. Así de dura es la vida. La lista de los
amigos de la secesión es realmente pavorosa en términos de compañeros de viaje.
El diario El País** recoge la lista de amigos de la causa y enemigos de la
europea: "Geert Wilders, líder del Partido por la Libertad (PVV), una
formación islamófoba con 20 diputados en el parlamento holandés",
"Nigel Farrage, exlíder del eurófobo UKIP", "Una
excorreligionaria de Farage, la eurodiputada Janice Atkinson, que fue expulsada
de UKIP y ahora forma parte como independiente de las filas del Grupo Europa de
las Naciones y de las Libertades, el mismo grupo de Marine Le Pen",
"el líder del ultraderechista FPÖ austriaco, Heinz-Christian
Strache", "su homólogo en Alemania, el partido AfD, ha retuiteado
desde su cuenta oficial un mensaje de su representante en Hamburgo, Jens
Eckleben, por otro lado titubeante en sus comentarios", "una
compañera de partido, la eurodiputada Beatrix von Storch", "Bart
Laeremans, diputado del partido racista, xenófobo y homófobo Vlaams
Belang"**.
No es
mucho y quizá hasta debería ser menos. Debería hacer reflexionar a los que
tratan de convertir lo ocurrido en una especie de retroceso en el tiempo. Toda
la estrategia catalanista de secesión parte de un falso principio: España no es una democracia y Cataluña
quiere serlo pero no le dejan.
El
falso principio necesita hacer creer que la España de hoy es la del franquismo
y que una Cataluña oprimida llama a las puertas de una salvadora Europa. Es un
puro delirio. Fue la totalidad de España la que, con sus deberes
constitucionales y democráticos ya hechos, llamó a Europa como una unidad, como
un país. El catalanismo sigue sin comprender que no es más que una ficha en un
juego de ruptura de la Europa actual en beneficio de una extraña figura de Europa
plagada de nacionalismos, que es precisamente de la que se huye, como causante
de muchos de sus problemas.
Entre
los viejos imperios y los viejos nacionalismos, están los estados modernos y democráticos
en los que se vive una ciudadanía de derechos creando unidades mayores que
eviten los conflictos que nos han destrozado en el pasado. En la España de las
Autonomías todos tienen voz, como se tiene en Europa. Lo que no caben ya son
nuevas aventuras que destruyan la convivencia. La falacia del señor Puigdemont
y los suyos es una segunda gran mentira: el pueblo no solo tiene una lengua,
sino una voz. La voz es la de los propios nacionalistas, que consideran la
discrepancia como traición y por lo tanto no eres un catalán distinto, sino un
infame traidor, un "españolista", invasor, cuando opinas de otra
manera. Ese es el anacronismo del nacionalismo: convierte la lengua en
"voz", como nos enseña la historia del nazismo al Estado Islámico,
cuyos fundamentos, raza y religión, excluyen cualquier diferencia aniquilándola. Por eso el discurso
nacionalista es de odio, fundamentalista, necesita de enemigos porque no puede existir un
"buen catalán" que no quiera salirse de España. Sin embargo, las
cifras dicen otra cosa. Por eso era necesaria la farsa del referéndum unánime.
Con más
proximidad, mirando más de cerca, Europa se ha dado cuenta de lo que implica el
secesionismo catalán. Pide cordura porque es lo suyo, pero sabe diferenciar
entre un estado democrático y una aventura que arrastra, les guste o no, a una
sociedad hacia el desastre.
En
estos días, en las redes sociales —lo veo cada día— aparecen personas que va recuperando
sin miedo su propia voz. Comienzan a hablar de lo que hasta ahora, y por no
complicarse, la vida se callaba. Se están sacudiendo de encima la presión
mediática y callejera. Son padres que denuncian el maltrato a sus hijos en los
colegios, en donde el maestro o maestra decide quiénes son los buenos y quiénes
los malos; son personas que son increpadas en sus negocios o se ven rechazos por
sus vecinos de escalera, etc. Son catalanes y españoles. Son catalanes a los
que no se deja ser catalanes porque
se sienten también españoles, lo que para un nacionalista es incompatible y condenable. Durante décadas se ha mantenido ese principio amparado
desde el poder autonómico y desde la presión callejera.
Hay
otros lenguajes que otros entienden mejor. La bolsa de ayer contemplaba el
desplome de los bancos catalanes. El ministro de Economía de todos, el señor de Guindos, ha salido en
su defensa. En cambio la empresa farmacéutica que ha decidido cambiar su sede
de Barcelona a Madrid ha subido un 14% en un mal día para el IBEX. También
estas cosas forman parte de la crisis secesionista y es el lenguaje en el que
se manifiestan los que no lo hacen de otra.
Pedirle
reflexión a un gobierno catalán que sigue viviendo en una fantástica burbuja
quizá sea pecar de optimismo. Con tan poca inteligencia, solo cabe pedirla a
los poderes que nos representan a todos, incluidos los catalanes, que traten de
extremar la suya, que no caigan en errores que se va a tratar de provocar.
La Ley
es la Ley y defiende y ampara a todos. Pero hay que cumplirlas. Europa quiere
una España unida en su seno. Más allá de la Ley hay otras muchas
consideraciones que se pueden hacer, críticas que se pueden realizar, ideas que
se pueden debatir. Pero la legalidad se respeta, que es lo que ha dicho Europa
al ver el detalle de lo que ocurre.
La
aventura es dolorosa para todas las instituciones democráticas que ven cómo son
llevadas a su extremo en un desafío que está rompiendo Cataluña, España y
Europa. Hasta Putin, ironías de la vida, lo lamenta; no estaba bien informado.
*
"Los principales grupos de la Eurocámara atacan al Govern catalán por
saltarse las leyes" El País 4/010/2017
https://politica.elpais.com/politica/2017/10/04/actualidad/1507135827_764000.html
**
"¿Quiénes en Europa apoyan en realidad a los independentistas
catalanes?" El País 4/10/2017 https://politica.elpais.com/politica/2017/10/03/actualidad/1507042853_327009.html
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