miércoles, 18 de octubre de 2017

El piscinazo secesionista

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En su editorial de hoy mismo titulado "¿Adónde vamos?", el diario El País comete un pecado de inocencia: considera que el secesionismo puede jugar limpio, creer en la autoridad y las leyes que afectan a todos. ¡Qué candor pensar que todos somos iguales ante la ley y que el que la hace la paga!
Los principios del secesionismo catalán son, por el contrario, jugar sucio, es decir, no respetar las reglas de aquellos a los que desprecia y sobre los que se cree superior y proclamar un excepcionalismo bajo cuyo manto la Historia le protege. Ellos, por su hubiera dudas, son diferentes; ellos, por si hubiera dudas, son más que un club. Pretender algo más es pedir peras, al olmo, olvidar que las ranas ya tienen pelo. Ese terrible momento, tan temido por el refranero, ya ha llegado. El secesionismo juega, ¡sin duda!, al piscinazo en el borde del área,  buscando la tarjeta roja para defensa y portero. Se lanza sin pudor al suelo entre gritos de dolor y retorcimientos reclamando la llegada del árbitro, Si cuela...
Ya todas las jugadas son en el borde del área. Riesgo e histrionismo. Moviola. Gol fantasma.
¿Dudaba alguien de que cuando se mandara al primero a pasar la noche en prisión esperando juicio iban a salir a las calles —ahora que ha llegado el frío— a rasgarse las vestiduras ante miles de teléfonos dotados de cámaras con muchos píxeles para deleite del público foráneo? Pues, la verdad sea dicha, no. Es lo suyo. ¿Cabe mayor honor para estos señores que autoproclamarse "presos políticos" ante el mundo? Ellos son héroes, mártires, no incumplen nada. Cumplen un destino histórico. El nacionalismo es romántico.
Escriben los editorialistas:

El secesionismo debería evitar la falaz construcción de un caso general según el cual estaría perseguido por unos poderes dictatoriales coordinados, que tratarían a Cataluña como un país sojuzgado para reclamar una secesión remedial avalada por la comunidad internacional. ¡Ya basta de esta burda manipulación que tanto está perjudicando la imagen exterior de España! Si los procesados bloquearon o no a la policía judicial, apoyándose en la muchedumbre por ellos convocada y en presunta comisión de graves delitos contra el orden público, habrá que dilucidarlo en la escena judicial. En ningún caso, desde luego, estaríamos ante delitos de opinión que les convirtieran, como increíblemente señalan Pablo Iglesias y otros, en presos políticos. Ya está bien de banalizar términos como dictadura, fascismo u opresión. España es una democracia, y —como señala la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la ley del referéndum— es en Cataluña donde Govern y Parlament han suspendido de facto los derechos democráticos de los ciudadanos y puesto en peligro sus libertades.*


¿No es demasiado ingenuo pensar que estos señores van a respetar algo de lo que desprecian? Yo creo que sí. De ellos hay que esperar lo peor y lo peor es lo que llega. Todo lo que sea dañar a la España que odian, lo harán. Su principio es precisamente la negación de España: de su Constitución, de su gobierno, de sus jueces, etc. El delito de sedición es ese, ¿por qué pedirles entonces savoir faire, fair play, etc. en cualquier idioma?
El espectáculo de la "pena universal" es ese: mostrarse al mundo en una jeremiada, ponerse un parche en un ojo, brazo en cabestrillo, y rodillera ante el mundo. Se trata de convencer a todos que son los leones de Esparta.
Lo que ellos hagan es inevitablemente el resultado de su estrategia y naturaleza sediciosa. Primero se quejaban de las actuaciones policiales, ahora de las judiciales. Esa es su forma, la queja, ¿de qué nos extrañamos?


El Estado de Derecho es igual para todos. Cabezas mucho más altas que las de estos dos "cabecillas", despendolados y pachangueros, están entre rejas en este país y todos lo han celebrado como un triunfo democrático. Pero ellos, mire usted, están por encima de la ley y se autoproclaman "presos políticos", levantando voces de demócratas, como Nicolás Maduro, en su defensa. ¡Que lo hagan, no hay problema! El ridículo de Pablo Iglesias no tiene límite, nadie se lo va a agradecer; él también es un opresor, un tonto útil.
Lo que sí es ingenuo pensar es que en esta batalla los sediciosos van a respetar las reglas del contrario. que van pelear según las reglas del marqués de Coubertin, que no te golpearán por debajo de la cintura ni te morderán la oreja en cuanto se traben.


Si ya sabemos para qué sirve pedirle claridad a Carles Puigdemont, ¿por qué pensamos que estos dos figuras y sus acólitos van a aceptar lo que son realmente y abandonar sus papeles de mártires? La cara de felicidad con la que van a la Audiencia Nacional lo dice todo. ¡Por fin en prisión!
Los presos político en Cataluña son en realidad los millones de personas secuestradas por el catalanismo sedicioso, que ha incumplido las leyes de los tribunales y se ha salido con la suya durante décadas porque se pensaba que pararían algún día y no merecía la pena liarla. Hoy sabemos que son insaciables, marrulleros y nada de fiar, pero que gritan a todo pulmón en cuanto caen en el borde del área y rodean todos al árbitro gritando "¡expulsión!".

No sabemos cómo acabará esto, pero sí cómo ha empezado. Sabemos de quién es la responsabilidad y que el espectáculo de las calles es triste e irritante, pero previsible. Son lo que son. Y no hay que esperar nada más allá.
Ya hay algunos que han caído en la trampa de pensar que el Séptimo de Caballería se llama "nacionalismo moderado", es decir, los que se supone que han traído hasta aquí a la "criatura". Las llamadas a la moderación de los interlocutores de Convergencia para salir de esta es el insulto final a la inteligencia y a la Historia. Son los bomberos pirómanos, que prenden el fuego y después presumen de apagarlo.
En estos momentos de jugar con el "sí, pero no", el editorial de El País pide al gobierno que explique lo que va a hacer. Sí, es conveniente, pero con unos señores que juegan a la confusión no es sencillo. ¿Ha visto alguien mayor disparate que la "no proclamación" de la "república catalana" que nunca existió? Con este escenario, dar más plazos y pistas puede ser contraproducente. Pero sí es cierto que hay que ir más allá de la tautología de "se hará lo que haya que hacer", sobre todo porque una parte de la batalla se da ante el mundo. También es cierto que ellos no tienen pudor ni vergüenza, que mienten y falsean lo que sea, pero ese es su papel, no el del gobierno que no debe temer moverse con la ley en la mano. Los jueces y fiscales que hagan también lo suyo, con independencia y serenidad. 
Si a ellos les encanta que les encierren y se lo merecen, pues no se hable más. ¿Por qué impedirles ser felices? Pero hay que asumir el coste y tratar de reducirlo.



* " Adónde vamos?" El País 18/19/2017 https://elpais.com/elpais/2017/10/17/opinion/1508260696_592628.html


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