Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
editorial del diario El País se plantea una cuestión que afecta a gran parte de
Europa y a nosotros especialmente, ya que estamos en un proceso de débil
recuperación de nuestra economía. Señalan en el diario:
A pesar del desapalancamiento reciente
de empresas y familias, el endeudamiento privado sigue en niveles absolutos y
relativos muy elevados. En ausencia de crecimiento de las rentas, las generadas
por los ingresos de ventas en las empresas o de salarios en las familias, la
solvencia no mejorará precisamente. Y con ella la calidad de los activos
bancarios. Y estos no normalizaran su inversión crediticia. Un círculo vicioso
que nos resulta familiar.
La principal ventaja del acusado
descenso de la inflación en España es la mejora de la competitividad vía
precios de nuestras empresas. Pero para que esa ventaja sea apreciable es
necesario que nuestros competidores o socios comerciales mantengan ritmos de
inflación muy superiores a los nuestros. No es el caso de la eurozona, donde el
promedio sigue en tasas de inflación del 0,7%. Claro que sería muy deseable que
economías como la alemana registraran aumentos de sus rentas y demanda que
impulsara algo más su nivel de precios. Pero las políticas que condujeran a ese
tipo de resultados parecen hoy descartadas y el horizonte previsible no es otro
que el de crecimiento tibio, elevada tasa de paro y pérdidas de bienestar de la
población. La ganancia del poder adquisitivo que registran aquellos que tienen
empleo y rentas aseguradas es solo un paliativo parcial de las amenazas en
economías como la española del descenso excesivo en los precios.*
En
resumidas cuentas, lo que no viene a decir es algo sencillo: que deberíamos
ganar más para pagar nuestras deudas. Pero para ganar más, los demás deberían
comprarnos lo que producimos y parece que no están por la labor. La mejora de
la competitividad, con los sacrificios que conlleva, se justifica si se da
salida a lo que producimos. Pero si esas circunstancias no se dan, el
sacrificio es más doloroso. Lo absurdo de todo esto es que para que a nosotros
nos vaya bien, antes le tiene que ir bien a los alemanes, pero lo alemanes le
tienen pánico a la inflación y procuran contener su gasto lo que pueden,
manteniendo los precios bajos. ¡Estamos listos!
Cada
vez se entiende menos cómo la economía española ha podido ser tan poco
previsora como para meterse en el atolladero en el que se encuentra. La
combinación suicida entre endeudamiento y desempleo y salarios bajos tiene un
carácter explosivo. ¿De verdad alguien pensó que eso puede funcionar? Recuerdo
la teoría de que los españoles eran capaces de realizar cualquier sacrificio
con tal de pagar escrupulosamente sus hipotecas. Pero se tiró demasiado de la
burbuja inmobiliaria que afectaba a los dos extremos de la cuerda, constructores
y compradores, que iban ambos al mismo sitio, los bancos, a pedir prestado.
Todo iba a ser ganancias: el constructor ganaba, el comprador ganaba (¿qué
podía ser más rentable que un piso?). Los resultados los conocemos y los
padecemos todos en mayor o menor medida.
El
crédito fácil se vuelve contra ti cuando has mantenido una política de
abaratamiento del empleo y de las condiciones del despido. ¿Con qué dinero
devuelves tus préstamos si no te llega para vivir, si donde había dos sueldos
ahora vivían solo con uno o donde había uno están en el paro? El Estado ingresa
menos y tiene que atender a más y se endeuda.
La
gente ya no se pregunta tanto por la "salida de la crisis" sino por
la situación que va a constituir nuestra "normalidad" durante mucho
tiempo. Algunos señalan que se tardará mucho, décadas, en llegar a niveles como
los que teníamos hace unos pocos.
Lo más
preocupante es que seguimos sin un diagnóstico crítico, es decir, un
diagnóstico que no solo nos muestre nuestro males sino nuestros errores. Será
difícil que España supere mucho de lo que tenemos por delante sin un franco
examen de conciencia y un sentido nacional de la economía en su conjunto.
Sin
embargo, eso no asoma por ningún lugar. España carece de una auténtica política
económica dese hace décadas. Por política económica me refiero a una capacidad
de marcar líneas y objetivos más allá del consabido número de turistas. El panorama
que tenemos delante es negativo en el sentido de no vislumbrarse una unidad
eficaz para trazar estrategias que nos alejen de nuestros problemas. Deberíamos
abrir un diálogo sobre el modelo económico de país, en su vertiente productiva, porque de otro modo volverá a repetirse nuestra enfermedad vital. Tenemos que
apostar por la industria y la innovación, frente a los modelos que no nos van a
permitir más que esa nefasta dependencia del turismo y el ladrillo. Esto ya lo hemos experimentado y sabemos lo que da de sí.
Es
preocupante el optimismo inmobiliario, porque ya ve sus signos de recuperación,
es decir, de vuelta a la subida de los precios. Es sorprendente que se piense
tan poco en nuestro país y se piense más en hacerlo "atractivo" para
los demás, que es el sueño del sector inmobiliario y el turístico. Si los
españoles no pueden comprar viviendas por lo alto de los precios y lo bajo de
los salarios, se venden a los de fuera. Ya estamos preparando la siguiente
burbuja.
El
mundo visto por el sector inmobiliario es de otro color y, especialmente, de
otros intereses. Podemos apreciarlo en las declaraciones hechas a la revista
del sector Interempresas por el
consultor inmobiliario de entidades financieras y fundado de la Red de Expertos
Inmobiliarios, el señor Eduardo Molet:
En la actualidad, en una de cada cuatro
ventas de inmuebles, el comprador es extranjero. La mayoría de ellos compra
segunda residencia en una zona turística, pero están aumentando las ventas
entre los que compran vivienda por motivos laborales. Esta situación se
desencadenó hace poco más de un año, pero en los últimos meses se ha acelerado,
y todo indica que la compra de vivienda por parte de extranjeros seguirá
subiendo. “Hace un año, las ofertas de los fondos por las viviendas eran
temerarias, pero actualmente han aumentado considerablemente y ya se ajustan al
precio de mercado”.
Por nacionalidades, los que más están
comprando son británicos (17%), franceses (10%), rusos (9%) y alemanes (8%).
“También están aumentando las ventas entre los chinos, ya que así obtienen el
permiso de residencia y se pueden desplazar libremente por Europa para hacer
negocios”, explica Eduardo Molet.
Entre estos compradores extranjeros, los
rusos son los que posiblemente más y mejor valoran la posibilidad de trasladar
su residencia a España, por el estilo de vida y las posibilidades de abrir
negocios, “pero para atraer a los extranjeros e incentivar la compra de
vivienda entre ellos, hay que hacer el camino más fácil”, explica Eduardo
Molet, que cree que hay que garantizar una mayor seguridad jurídica en sus
inversiones inmobiliarias.
También es importante, en palabras del
consultor, dar un impulso privado con apoyo de las instituciones públicas para
organizar salones inmobiliarios en el extranjero, con participación activa de
las embajadas, en las principales ciudades el mundo. “Nos tenemos que convertir
en un país exportador, vendiendo en el extranjero la vivienda de segunda
residencia de las costas y las islas españolas”.**
No
entiendo muy bien el concepto de "país exportador" en lo referente a
las viviendas, pero me imagino que él lo tendrá claro. La mayor parte de las
inversiones en España lo están haciendo de nuevo en el sector inmobiliario que
es en el que encuentran las gangas que después se encargarán de ir subiendo de
precio.
Es una
lástima que la inversión se centre en sectores cuyos resultados hemos visto
cuando iban bien: endeudamiento y
burbuja. No puedo compartir el optimismo del señor Molet. Entiendo que es un
optimismo sectario y sectorial. Me gustaría que esas viviendas las compraran
españoles, señal de que disponen de dinero para hacer, de sueldos estables y
empleo bien pagados. La idea de subir los precios de la vivienda de cara a los
extranjeros nos condena a nosotros, que quedamos en los márgenes. Convertir tu
país en "turístico" supone una serie de distorsiones para los que
viven aquí, como sabe cualquiera que viva en una ciudad turística. Los precios
se empiezan a ajustar a los que tienen dinero, los que llegan de fuera y no a
los que viven dentro.
Si como
señala El País nuestro problema es que estamos endeudados, que se nos pide que
se bajen los salarios, por lo que la débil demanda interna no tira del empleo,
y todas nuestras esperanzas están en que los alemanes se suban el sueldo para
comprar más cosas que produzcamos y que los comunitarios, rusos y chinos se
compren las casas que no podremos comprar de nuevo a causa de la ausencia de
créditos y de la subida de los precios, no entiendo muy bien cuál es el futuro
que están arreglando.
Llamo
no tener política económica a sentarse a esperar a que a otros les suban los
sueldos o que vengan a comprar. Todas nuestras expectativas pasan porque los
demás sean más ricos que nosotros y que nos caiga algo. Me reconocerán que como
política es bastante pobre. Súmenle las noticias del aumento de la desigualdad
en España, mayor que en el resto, y tendrán el panorama completo. Deberíamos recordar que nos endeudamos cuando íbamos bien y que cuando vamos mal es cuando no podemos pagar las deudas. Se puede reflexionar mucho sobre eso.
Apoyen
a los sectores que producen e innovan; son los únicos con un verdadero futuro.
Menos "marca España" y más "made in Spain".
*
"Temores deflacionistas" El País 23/03/2014
http://economia.elpais.com/economia/2014/03/21/actualidad/1395418864_922479.html
**
"Cada vez más extranjeros compran casa en España y los precios de la
vivienda comienzan a subir en algunas zonas" Interempresas 17/03/2014
http://www.interempresas.net/Construccion/Articulos/120802-Cada-vez-mas-extranjeros-compran-casa-Espana-precios-vivienda-comienzan-subir-algunas.html
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