Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
En su
estudio del fenómeno de las culturas desde la perspectiva de la explicación
evolucionista, Mark Pagel, profesor de Biología Evolutiva de la Universidad de
Reading, nos habla de las perspectivas de desarrollo futuro de las lenguas en
el mundo Señala Pagel: "Algunas estimaciones aseguran que apenas van a
llegar a finales de siglo un puñado de lenguas" (392). Tras soltarnos esta
inquietante perspectiva, se suscita la cuestión evidente de qué lenguas serán
las que lograrán sobrevivir en ese plazo u otros más distantes. El autor señala
que las lenguas que tienen un mayor número de hablantes son el mandarín (1.200
millones), muy distanciado del resto, y el español y el inglés, con unas cifras
similares de unos 400 millones de hablantes.
Las
lenguas tienen un punto de origen pero después se esparcen por el mundo
mediante el recurso a la fuerza o mediante la extensión del conocimiento. No es
lo mismo la lengua que se impone en una invasión colonial, que la que se
expande gracias al conocimiento que transporta o los casos de fronteras, en las
que los hablantes hablan las dos o se adentra una de ellas en "territorio"
de la otra. China posee un gran número de hablantes, pero no hay muchos
hablantes que lo tengan como segunda lengua por el mundo. Sin embargo, el inglés,
que cuenta con un menor número de personas, posee casi el dominio total de las opciones
como segunda lengua. No basta con contabilizar los hablantes nacionales, sino
que la existencia —y aquí el evolucionismo se queda corto y tiene que introducir
variables más complejas— de lenguas superpuestas es un hecho tanto como las hibridaciones.
No solo es la cantidad de hablantes lo que decide el futuro de una lengua, sino
la cantidad y calidad del conocimiento que aporta.
La
motivación para aprender chino era muy reducida hasta el momento por una salida
relativamente pequeña de su cultura al exterior, aunque no siempre fue así,
existiendo épocas de mayor contacto con Occidente. China se está abriendo a las
relaciones comerciales y se transforma también en potencia investigadora
receptora de aquellos que buscan mejores oportunidades fuera de sus países. Los
que mantengan relaciones comerciales con China o deseen ir allí a trabajar aprenderán
mandarín, ya tienen una motivación. Eso servirá también para dar salida a su
propia cultura y aumentará su interés y aliciente para los demás. Basta con ver
la proliferación de cursos, de academias o de Institutos Confucio en distintos
países, incluido el nuestro.
Los
chinos, en cambio, se diversifican porque se reparten por todo el mundo, allí
donde los lleven los intereses comerciales, universitarios, etc. Mis alumnos
chinos han aprendido español en sus universidades —estudiando Filología
Española—, en sedes del Instituto Cervantes o mediante estancias en países como
Cuba, que se ha especializado en ellos ofreciéndoles programas acordes con sus
necesidades de aprendizaje. Ya hay universidades españolas que les ofrecen esa
formación en la lengua, que les permite no solo estar entre nosotros sino
extenderse posteriormente por los países de Hispanoamérica como destino laboral.
Vemos cómo una lengua hasta hace poco sin atractivo exterior, ha adquirido, por
la importancia que China tiene en estos momentos en diversos sectores, interés como
segunda o tercera lengua en muchos países.
Estos
contactos lingüísticos se desarrollan hoy, en un mundo interconectado, más allá
de lo físico. En la actualidad existen personas por todo el mundo que aprenden
lenguas y se mantienen en diálogo a través de los nuevos medios que nos han abierto
grandes posibilidades, más allá de las migraciones o situaciones coloniales.
La
cuestión de las lenguas supone siempre una tensión entre sus controladores —las
instituciones artificiales que las regulan— y los mecanismos
"naturales" de su evolución en los que se combinan los aspectos
puramente pragmáticos de la comunicación, su verdadero objetivo. En este
sentido, Mark Pagel recuerda:
Quienes se han erigido en guardianes de la
lengua —los gramáticos reaccionarios y los ortógrafos reglamentistas, o quienes
[...] se empeñan en excluir determinadas palabras y expresiones— podrán acabar
por dominar el ritmo de cambio de sus idiomas; pero al hacerlo los pondrán a la
cola de la comunicación internacional. Algo así podría estar sucediendo ya con
el francés y el alemán. La otra opción frente a este sometimiento estricto no
es el libertinaje que podrían tener algunos: si la comunicación es importante,
las lenguas no cambiarán nunca a un ritmo que puedan poner en peligro la razón
misma por la que existen. (392)*
La idea
expuesta anteriormente de que las lenguas que podrían quedar a final de siglo
serían unas pocas, es quizá demasiado aventurada porque la existencia de
mecanismos y factores superpuestos, de índole cultural, podrían retrasar esa
fusión de lenguas que los expertos auguran. Hay factores que podemos evaluar,
pero desconocemos el alcance que algunos de ellos pueden representar en un
entorno cambiante en el que las tecnologías se centran en las comunicaciones y
las posibilidades de interacción. Lo que parece evidente es que la extensión de
las comunicaciones potenciará las lenguas que sirvan de puente entre otras
lenguas, como forma de contacto, como ocurre actualmente con el inglés.
El
chino mandarín tiene sus numerosos hablantes y crecerá como opción de segunda
lengua por el peso de China en economía, política y cultura; el inglés, crecerá
como lengua de contacto, por el consumo de su cultura, exportada gracias a su
peso y potencial económico, y vehículo de transmisión del conocimiento dado su
poder investigador. Queda por ver cuál es el papel del español, que se
beneficia de una población que lo habla por todo el continente americano y en
nuestro país, que es su origen, pero no su fuerza actualmente. Hay que ser
muchos o producir conocimiento y no es eso lo que percibo. Nuestros atractivos
parecen centrarse en otros aspectos.
No debe
olvidarse en una perspectiva tan restrictiva, evolucionista. como la planteada
por Mark Pagel, el papel identitario de las lenguas. Sobre ellas se construyó y
se sigue construyendo el nacionalismo en todas las partes del mundo. La lengua
es un poderoso vehículo emocional para suscitar ese elemento de identidad que
se ve reforzado por la poesía y demás artes de la palabra. Las nuevas tecnologías
también favorecen su permanencia a través del diálogo de los hablantes y de la
creación de una memoria virtual colectiva.
Veremos
qué nos depara el futuro y cuál es la estrategia más adecuada para la "supervivencia". Lo que parece cierto es que esa evolución depende de una conjunción de factores en los que el número de hablantes es solo una parte, que también se debe tener en cuenta el "atractivo" que las lenguas tienen. Ese factor es complejo y depende de muchas circunstancias: su potencial de conocimiento, su cultura, su organización educativa, etc.
Con su conversión en una auténtica industria, las lenguas compiten por ganarse un espacio en las mentes ajenas. Pero su atractivo principal, como en una conversación, radica en su capacidad de tener algo que decir, nuevo o acumulado.
* Mark Pagel (2013). Conectados por la cultura. Historia natural de la civilización.
RBA, Barcelona.
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