Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Poco a
poco vamos comprendiendo que —¡maldita la gracia!— Vladimir Putin ha elegido
Ucrania para la innovación colonial. Cada día que pasa se hace más evidente el
plan del presidente ruso para Ucrania.
En primer
lugar te invaden soldados genéricos,
es decir, sin marca. Estos soldados contienen el principio activo de la invasión,
pero pueden ser negados hasta tres veces antes de que cante el gallo. Eso es lo
que hicieron los embajadores que juraban ante la ONU o ante la UE o ante la
Biblia si fuera necesario que no son "tropas rusas" aquellos señores
que se paseaban por Crimea. "Pero hablan ruso", dijeron algunos. El
Kremlin se encogió de hombros y respondió: "¡En Crimea casi todos hablan
ruso!", algo que es cierto, sobre todo últimamente.
Entiendo
que no es fácil distinguir a primera vista un rusófono de un ruso. Incluso, más
allá de la vista, es difícil distinguirlo por el oído, ya que los rusófono
hablan ruso, como su propio nombre indica. Por definición, los rusos también lo
hacen. Es todo bastante confuso, sobre todo si se mezclan los rusófonos con los
rusos.
Algunos
dirán "¡es sencillo! ¡Se les pide el pasaporte!" Pero, ¡ah!, eso ya
no es tan sencillo porque Vladimir Putin, presidente de uno de los países con
una burocracia proverbial, cantada por Gogol o Bulgakov, solo por citar dos
nombre ilustres que dieron cuenta de zares y soviets, ha decidido entregar
pasaporte ruso a todos los que lo deseen por rusófonos, rusófilos o
rusoapetentes, que es una categoría nueva sin más explicación que por si las moscas.
Como si
de David Coperfield (el mago, no el de Dickens), Putin te da un par de pases
burocráticos por aquí, otros por allí y ¡voila!
donde antes tenías ucranianos, ¡zas!, ahora tienes rusos gente que quiere ser rusa. Como un trilero,
Putin te reta a que descubras en qué cubilete esta el ucraniano. Por más que te
esmeres, cada vez que levantas el cubilete, te encuentras un ruso o un rusófono
con pasaporte, que viene a ser lo mismo, porque la mano larga es más rápida que la vista.
Una vez
que has llenado todo de rusos a medio nacionalizar o ya nacionalizados, Putin te deja elegir: 1) todos los nacionalizados rusos le llaman para que les
proteja; y Putin, que no es un padrecito,
sino un padrazo, no deja abandonados
a sus hijos recién adoptados y va con los tanques a protegerlos; o 2) los rusos y rusófonos con pasaporte votan
unirse a Rusia y dejar de ser ucranianos mediante un referéndum relámpago,
vigilado por esos soldados que no son rusos, esos soldados genéricos que se
pasean con armas rusas en camiones con matrículas rusas, pero que —¡ojo, no nos
engañemos por la primera impresión!— no son rusos, todo lo más rusófonos,
milicias llamadas de "autoprotección".
Vladimir
Putin va a una política de hechos consumados, a una gigantesca y cínica burla
en la que puede permitirse el lujo de decir que apoyan los derechos humanos en
Ucrania, como ha hecho su embajador —¡qué papelón!— ante la Unión Europea. Él
decreta qué es legal (el referéndum y el gobierno de Crimea) y qué no (las
resoluciones del parlamento ucraniano, el nuevo gobierno, etc.). Sus servicios
de agitación van más allá de Crimea y trata de abrir el campo todo lo que pueda
mediante la organización de los rusófonos esparcidos por toda Ucrania, que se declaran
deseosos de recibir esos pasaportes relámpago que generosamente les permita regresar a la patria sin tener que
moverse de sus propias casas. Esto es lo de Mahoma y la montaña: si no puedes
ir a Rusia, tranquilo que Rusia irá a ti.
Lo sorprendente
del caso, creo que bastante claro, es que Europa —incluso España— abogan por
una solución dialogada, aunque ya lo dicen con la boca chica, porque no hay más
remedio. No tengo la más mínima duda de que va a ser así. Lo malo es que, según
todas las previsiones, el diálogo será entre la República independiente de Crimea
y la Rusia de Vladimir Putin. Es decir entre rusos de siempre y rusos recientes,
en cualquier caso, un diálogo fluido porque ambos son rusófonos. ¡Qué fácil es
dialogar así! ¡Da gusto!
El
enviado especial del diario El Mundo nos cuenta cómo a uno de esos soldados
genéricos se le escapó que era de Siberia. En esta forma tópica de
relacionarse, como el que se encuentra en la playa, el chico picó: "—Yo
soy de Madrid, ¿y tú?". "—Pues yo de Siberia", respondió él de
forma automática, por costumbre, sin darse cuenta de que estaba creando un
conflicto internacional saliendo del armario de las marcas blancas, dejando en evidencia a
embajadores y presidente. ¡No se puede bajar la guardia; está claro!
El chico
intentó arreglarlo diciendo que "no era ruso, sino de Siberia", pero
ya era tarde. Es cierto que de prosperar las tesis de Putin se pueden producir
confusiones y ya no sepas muy bien de dónde eres, pero por ahora solemos
identificar a los de Siberia como rusos, y la distancia entre Siberia y Crimea
es lo bastante grande como para que el muchacho apareciera por allí por
casualidad.
La de
Crimea va a ser la independencia más rápida de la Historia y también la más
breve porque el plan es que, según se declare independiente, firme un tratado de integración en Rusia. Muerto el perro, se acabó la rabia.
Cuando a Putin le pregunten por Crimea, responderá: "¿Crimea? ¡Ah, Rusia!
Muy bien, gracias".
Y si a
alguien le parece exagerado, que lea el comienzo de la crónica del corresponsal
de El Mundo:
Vladimir Putin invitó hace dos días a un
grupo de periodistas a su casa en Novo Igariovo, cerca de Moscú. Allí les contó
una historia de una tierra vecina a Rusia: Crimea. Putin les dijo que en la
capital de esta península ucraniana, Simferopol, los ciudadanos se habían
echado a la calle para defender su derecho a hablar en ruso. Cuenta el relato
del presidente que si estos 'partisanos' iban vestidos todos con el mismo
uniforme militar sin identificación era porque fueron "a comprarlo a una
tienda". Así que los "vecinos" que patrullan esta tierra rusa
regalada a Ucrania durante la URSS deben de ir todos asiduamente al mismo
gimnasio, se mueven con una disciplina militar que habrán aprendido en alguna
película y llevan el clásico armamento pesado anticarro que cualquiera tiene en
casa para defenderse. "No son soldados rusos", insistió ayer Moscú.*
Casualidades
mayores se han visto, como lo del ciudadano de Siberia que salió a pasear y se
encontró en Crimea comprando uniformes, armamento y subido a un camión rodeado
de personas tan confusas como él, pero que se sentían en Crimea como en su
casa.
Creo que el mundo no está preparado para tales ejercicios de cinismo. A la violencia se suman la prepotencia y la desfachatez. Lo de Putin, con su extrema gravedad y posibles consecuencias trágicas, es además un insulto a la inteligencia de Ucrania y del mundo entero.
*
"'No soy un soldado ruso, soy de Siberia'". El Mundo 6/03/2014
http://www.elmundo.es/internacional/2014/03/05/53178481e2704e7f408b4586.html
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