lunes, 3 de marzo de 2014

Putin, de nuevo

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Se dice en El arte de la guerra que una de las cosas más elementales es no enviar tropas a donde no se tiene intención de usarlas. Vladimir Putin ha traído la inquietud bélica hasta las puertas mismas de la Europa potencial, pues como tal se debe considerar a Ucrania, que después de esto solo puede ser "europea", "dividida" o "colonia" extraoficial rusa. Lo primero lo ha intentado y Putin ha enseñado los dientes. Dividida serviría para crear un frente de beligerancia doble, externo e internos, con la población enfrentada entre sí y con Rusia para el futuro. El tercer caso llevaría a un escenario terrible, que pasaría por la restitución a la fuerza de Yanukóvich, amparado por los tanques y tropas rusas. Las posibilidades dos y tres no serían nuevas para Rusia. Ya lo ha hecho antes.
Si hace unos meses, el verano pasado, Vladimir Putin realizó una maniobra diplomática que paralizó una situación de conflicto armado en Siria, para evitar que un aliado suyo fuera castigado, es ahora el mismo Putin el que lleva el escenario bélico a las puertas de Europa. Putin parece haberse sentido "engañado" después de que la oposición pactara con Yanukóvich, con la Unión Europea como testigos, un calendario muy diferente al que ocurrió apenas unas horas después, sin que la delegación europea llegara a salir de Ucrania.


El escenario pactado era, en realidad, un triunfo para Rusia que mantenía a Yanukóvich en el poder a la espera de realizar unas elecciones en las que se puede hacer cualquier cosa con los medios necesarios. Con eso Rusia habría desactivado el intento de quitar a su comparsa de en medio. Putin no tiene buen perder porque casi nunca lo hace. Sus jugadas son calculadas y no se arriesga demasiado. Cuando lo hace, no duda.
The New York Times se hace eco en el artículo de Peter Barker, con el expresivo título "Making Russia Pay? It’s Not So Simple". Se analiza en el texto en qué pueden quedarse la amenazas reales frente a Rusia. Se corre el riesgo, como en Siria, de empezar a dibujar "líneas rojas" y que sean poco eficaces. Si los Estados Unidos y Europa pueden trazar líneas, Rusia tiene elementos suficientes como para contestarlos, especialmente frente a Europa. Si se trata de un "farol", el riesgo es altísimo y un hecho como este puede convertirse en un escenario incontrolado en apenas unas horas.


En las últimas horas han intervenido todos los agentes implicados: Estados Unidos, la OTAN, la ONU, Europa y la propia Ucrania. Cada uno lo ha hecho en su estilo y con sus argumentos de presión usando la palabra "costes". Todos han tratado de evitar los pasos siguientes en esta escalada imprevisible. La noticias más recientes hablan de que Putin habría aceptado, tras una conversación con Angela Merkel, el comienzo de las búsqueda de una solución dialogada. Nada ha trascendido de ninguna de las conversaciones mantenidas; tan solo las advertencias dadas.

Sea cual sea el resultado, la maneras de Putin en política interior y exterior van quedando en evidencia. El lavado de cara de Sochi, tratando de ofrecer una imagen de modernidad, ha quedado como una inversión inútil, como un apunte más en la megalomanía rusa.
Lo más preocupante de todo esto no es que Putin haya dado estos pasos bélicos en cuanto que las cosas no salen como quiere, sino las manifestaciones en favor de la intervención de Rusia en Ucrania. El nacionalismo ruso empieza a ser preocupante por su agresividad e intransigencia. Cada vez se va perfilando con tintes más radicales. Una parte de Rusia se encuentra muy a gusto con las maneras de su presidente, Vladimir Putin.
Para algunos analistas, todo el montaje con Ucrania sería una forma de ganar popularidad interna con una guerra fácil. No creo que sea el argumento central. Tras los Juegos Olímpicos de Sochi, Putin tenía otras bazas menos arriesgadas que meterse en un conflicto bélico en las puertas de Europa. Putin maneja bien la propaganda y tiene recursos suficientes como para no tener que recurrir a una guerra que le puede salir muy cara en el contexto internacional. Y Ucrania no ha dado un solo paso atrás y está dispuesta a defenderse.


Lo más sorprendente son los argumentos de Putin y, en especial, su repercusión propagandística. La descripción de los ucranianos que querían unirse a Europa frente a las trampas y engaños de Víktor Yanukóvich como "violentos nacionalistas y fascistas" es chocante. Sin embargo, la propaganda rusa se ha encargado de hacerla circular con intensidad tratando de minar los posibles apoyos que pudieran darse.
En septiembre pasado, la Eurocámara advirtió a Rusia por las presiones que estaba realizando sobre los países que consideraba como "suyos", condenando sus presiones:

El pleno del Parlamento Europeo ha deplorado la presión "inaceptable" de Rusia a países como Ucrania, Moldavia y Armenia por buscar su acercamiento a la Unión Europea con acuerdos de asociación y de libre comercio y ha reclamado a la Comisión Europea y a los Estados miembros "medidas concretas y eficaces" para apoyar la elección de sus socios del este de Europa.
Ucrania, Armenia, Georgia y Moldavia tienen la perspectiva de firmar sendos acuerdos de Asociación y de libre comercio con la Unión Europea en la cumbre con los vecinos del este de Europa que acogerá Vilna (Lituania) en noviembre. 
A la luz de este acercamiento, Moscú ha bloqueado recientemente importaciones de productos textiles de Ucrania y ha prohibido la importación de vinos y bebidas espirituosas de Moldavia, algo que los eurodiputados consideran "una presión política flagrante".**



Como sabemos, fue el presidente Víktor Yanukóvich el que frustró en el último momento el acuerdo de Ucrania, tirando por tierra las esperanzas del pueblo ucraniano. No se sabe por dónde sale el "nacionalismo" en este planteamiento.
El "nacionalismo" no es más que el comprensible deseo —y más después de lo visto— de separarse del control ruso. La identidad ucraniana se ha forjado frente al predominio ruso y el entreguismo de sus autoridades a su poderoso vecino. Que existan grupos radicales entra dentro de lo previsible, sin que eso signifique que sea lo predominante, que ha sido la petición de entrada en Europa. Eso no implica posiciones "fascistas" sino, por el contrario, deseos de democracia y estado de derecho, que es lo que para ellos representa Europa, junto a la deseable salida de una crisis que les ha llevado a la bancarrota bajo una clase política pro rusa y corrupta. Eso es lo que les ha movilizado, no el nacionalismo. No deja de ser curioso que Rusia lance esas acusaciones cuando en donde realmente se aprecian síntomas claros de "nacionalismo" y "fascismo" es en la "santa Rusia" de Putin, con sus fraudes electorales, persecuciones políticas, atentados contra la libertad de expresión y constantes violaciones de los derechos humanos.


El agravamiento de la situación tendría unas consecuencias incalculables. Nos devolvería a momentos de la Guerra Fría con Rusia y dejaría a Ucrania convertida en una nueva república "soviética". Ucrania considera que Moscú le ha declarado la guerra. Su gobierno se enfrentará en las próximas horas a un conflicto bélico internacional o a una secesión apoyada desde fuera con las armas en Crimea.
Ocurra lo que ocurra, nada volverá a ser igual.

* "Making Russia Pay? It’s Not So Simple" The New York Times 1/03/2014 http://www.nytimes.com/2014/03/02/world/europe/russia-to-pay-not-so-simple.html?rref=homepage&module=Ribbon&version=origin&region=Header&action=click&contentCollection=Home%20Page&pgtype=article

** "La Eurocámara deplora la presión de Rusia a Ucrania, Moldavia y Armenia por buscar un acercamiento a la UE" Europa Press 12/09/2013 http://www.europapress.es/internacional/noticia-eurocamara-deplora-presion-rusia-ucrania-moldavia-armenia-buscar-acercamiento-ue-20130912175527.html






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