Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Se dice
en El arte de la guerra que una de
las cosas más elementales es no enviar tropas a donde no se tiene intención de
usarlas. Vladimir Putin ha traído la inquietud bélica hasta las puertas mismas
de la Europa potencial, pues como tal
se debe considerar a Ucrania, que después de esto solo puede ser
"europea", "dividida" o "colonia" extraoficial
rusa. Lo primero lo ha intentado y Putin ha enseñado los dientes. Dividida
serviría para crear un frente de beligerancia doble, externo e internos, con la
población enfrentada entre sí y con Rusia para el futuro. El tercer caso
llevaría a un escenario terrible, que pasaría por la restitución a la fuerza de
Yanukóvich, amparado por los tanques y tropas rusas. Las posibilidades dos y
tres no serían nuevas para Rusia. Ya lo ha hecho antes.
Si hace
unos meses, el verano pasado, Vladimir Putin realizó una maniobra diplomática
que paralizó una situación de conflicto armado en Siria, para evitar que un
aliado suyo fuera castigado, es ahora el mismo Putin el que lleva el escenario
bélico a las puertas de Europa. Putin parece haberse sentido
"engañado" después de que la oposición pactara con Yanukóvich, con la
Unión Europea como testigos, un calendario muy diferente al que ocurrió apenas
unas horas después, sin que la delegación europea llegara a salir de Ucrania.
El
escenario pactado era, en realidad, un triunfo para Rusia que mantenía a
Yanukóvich en el poder a la espera de realizar unas elecciones en las que se
puede hacer cualquier cosa con los medios necesarios. Con eso Rusia habría
desactivado el intento de quitar a su comparsa de en medio. Putin no tiene buen
perder porque casi nunca lo hace. Sus jugadas son calculadas y no se arriesga
demasiado. Cuando lo hace, no duda.
The New York Times se hace eco en el artículo de Peter
Barker, con el expresivo título "Making Russia Pay? It’s Not So
Simple". Se analiza en el texto en qué pueden quedarse la amenazas reales
frente a Rusia. Se corre el riesgo, como en Siria, de empezar a dibujar
"líneas rojas" y que sean poco eficaces. Si los Estados Unidos y
Europa pueden trazar líneas, Rusia tiene elementos suficientes como para
contestarlos, especialmente frente a Europa. Si se trata de un
"farol", el riesgo es altísimo y un hecho como este puede convertirse
en un escenario incontrolado en apenas unas horas.
En las
últimas horas han intervenido todos los agentes implicados: Estados Unidos, la
OTAN, la ONU, Europa y la propia Ucrania. Cada uno lo ha hecho en su estilo y
con sus argumentos de presión usando la palabra "costes". Todos han
tratado de evitar los pasos siguientes en esta escalada imprevisible. La
noticias más recientes hablan de que Putin habría aceptado, tras una conversación
con Angela Merkel, el comienzo de las búsqueda de una solución dialogada. Nada
ha trascendido de ninguna de las conversaciones mantenidas; tan solo las
advertencias dadas.
Sea
cual sea el resultado, la maneras de Putin en política interior y exterior van
quedando en evidencia. El lavado de cara de Sochi, tratando de ofrecer una
imagen de modernidad, ha quedado como
una inversión inútil, como un apunte más en la megalomanía rusa.
Lo más
preocupante de todo esto no es que Putin haya dado estos pasos bélicos en
cuanto que las cosas no salen como quiere, sino las manifestaciones en favor de
la intervención de Rusia en Ucrania. El nacionalismo ruso empieza a ser
preocupante por su agresividad e intransigencia. Cada vez se va perfilando con
tintes más radicales. Una parte de Rusia se encuentra muy a gusto con las
maneras de su presidente, Vladimir Putin.
Para
algunos analistas, todo el montaje con Ucrania sería una forma de ganar popularidad
interna con una guerra fácil. No creo
que sea el argumento central. Tras los Juegos Olímpicos de Sochi, Putin tenía
otras bazas menos arriesgadas que meterse en un conflicto bélico en las puertas
de Europa. Putin maneja bien la propaganda y tiene recursos suficientes como
para no tener que recurrir a una guerra que le puede salir muy cara en el
contexto internacional. Y Ucrania no ha dado un solo paso atrás y está
dispuesta a defenderse.
Lo más
sorprendente son los argumentos de Putin y, en especial, su repercusión
propagandística. La descripción de los ucranianos que querían unirse a Europa
frente a las trampas y engaños de Víktor Yanukóvich como "violentos
nacionalistas y fascistas" es chocante. Sin embargo, la propaganda rusa se
ha encargado de hacerla circular con intensidad tratando de minar los posibles
apoyos que pudieran darse.
En
septiembre pasado, la Eurocámara advirtió a Rusia por las presiones que estaba
realizando sobre los países que consideraba como "suyos", condenando
sus presiones:
El pleno del Parlamento Europeo ha deplorado
la presión "inaceptable" de Rusia a países como Ucrania, Moldavia y
Armenia por buscar su acercamiento a la Unión Europea con acuerdos de
asociación y de libre comercio y ha reclamado a la Comisión Europea y a los
Estados miembros "medidas concretas y eficaces" para apoyar la
elección de sus socios del este de Europa.
Ucrania, Armenia, Georgia y Moldavia tienen
la perspectiva de firmar sendos acuerdos de Asociación y de libre comercio con
la Unión Europea en la cumbre con los vecinos del este de Europa que acogerá
Vilna (Lituania) en noviembre.
A la luz de este acercamiento, Moscú ha bloqueado
recientemente importaciones de productos textiles de Ucrania y ha prohibido la
importación de vinos y bebidas espirituosas de Moldavia, algo que los
eurodiputados consideran "una presión política flagrante".**
Como
sabemos, fue el presidente Víktor Yanukóvich el que frustró en el último
momento el acuerdo de Ucrania, tirando por tierra las esperanzas del pueblo
ucraniano. No se sabe por dónde sale el "nacionalismo" en este
planteamiento.
El "nacionalismo"
no es más que el comprensible deseo —y más después de lo visto— de separarse
del control ruso. La identidad ucraniana se ha forjado frente al predominio
ruso y el entreguismo de sus autoridades a su poderoso vecino. Que existan
grupos radicales entra dentro de lo previsible, sin que eso signifique que sea
lo predominante, que ha sido la petición de entrada en Europa. Eso no implica
posiciones "fascistas" sino, por el contrario, deseos de democracia y
estado de derecho, que es lo que para ellos representa Europa, junto a la
deseable salida de una crisis que les ha llevado a la bancarrota bajo una clase
política pro rusa y corrupta. Eso es lo que les ha movilizado, no el
nacionalismo. No deja de ser curioso que Rusia lance esas acusaciones cuando en
donde realmente se aprecian síntomas claros de "nacionalismo" y
"fascismo" es en la "santa Rusia" de Putin, con sus fraudes
electorales, persecuciones políticas, atentados contra la libertad de expresión
y constantes violaciones de los derechos humanos.
El
agravamiento de la situación tendría unas consecuencias incalculables. Nos
devolvería a momentos de la Guerra Fría con Rusia y dejaría a Ucrania
convertida en una nueva república "soviética". Ucrania considera que
Moscú le ha declarado la guerra. Su gobierno se enfrentará en las próximas
horas a un conflicto bélico internacional o a una secesión apoyada desde fuera
con las armas en Crimea.
Ocurra
lo que ocurra, nada volverá a ser igual.
*
"Making Russia Pay? It’s Not So Simple" The New York Times 1/03/2014
http://www.nytimes.com/2014/03/02/world/europe/russia-to-pay-not-so-simple.html?rref=homepage&module=Ribbon&version=origin®ion=Header&action=click&contentCollection=Home%20Page&pgtype=article
**
"La Eurocámara deplora la presión de Rusia a Ucrania, Moldavia y Armenia
por buscar un acercamiento a la UE" Europa Press 12/09/2013
http://www.europapress.es/internacional/noticia-eurocamara-deplora-presion-rusia-ucrania-moldavia-armenia-buscar-acercamiento-ue-20130912175527.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.