Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
noticia de que Recep Tayyip Erdogan ha cerrado twitter en Turquía hay que
añadirla a la lista de "machadas" con las que ciertos dirigentes
mundiales han decido mostrar su poderío ante el mundo. Erdogan ha castigado a
Turquía a quedarse sin twitter. Por mala.
En los
tres años largos que llevamos escribiendo cada día, me cuesta recordar todas
las veces que hemos tratado las cosas que Erdogan ha prohibido, ha querido
prohibir o ha amenazado con hacerlo. Lo que me sorprende es cómo los medios se
siguen refiriendo a él como "islamista moderado". Erdogan ha querido
prohibir series televisivas históricas con demasiados escotes, ha querido imponer la separación por géneros en la
educación... y ahora realiza una de sus obsesiones favoritas, un verdadero sueño para él: cerrar la redes
sociales. La redes sociales son un nido de conspiraciones en las que la gente se comunica entre sí en vez de hacerlo con Dios o con él, en su defecto. En las redes solo anidan la mentira y el pecado.
The New York Times ha abierto una de sus
"room for debate" titulada a "Turkey and Twitter", que ya
es señal de preocupación. Uno de los intervinientes en el debate, Steve A. Cook, un
especialista en Oriente Medio, señala:
Since well before the Arab uprisings, Turks,
the American foreign policy establishment, the U.S. government, and some
Europeans touted Turkey as a “model” for the countries of the Middle East.
Turkish Prime Minister Recep Tayyip Erdogan and his Justice and Development
Party (A.K.P.) had charted a third way in which Islamist politicians
accumulated power in an officially secular republic, undertook democratic
change, and presided over a booming economy.
Today, few speak in such terms. Turkey has
become a case study in the reversal of political reforms, especially in the
area of freedom of expression. The recent ban on Twitter is the logical next
step in a process that has unfolded during the last few years in which the
Turkish government has sought to intimidate and thereby silence critical
journalists, academics and other observers. Erdogan, who is both paranoid and
calculating, has sought to frame his offensive against freedom of expression as
a fight against foreign plots to dishonor Turkey and undermine its recent
prosperity and diplomatic influence.*
En ambos párrafos se contienen las dos caras de la cuestión y una
parte del problema. En el primero se desarrolla la visión tópica de la Turquía
de Erdogan como control del poder militar
y, sobre todo, de lo que más se le valora: su éxito económico. ¿Por qué esa
insistencia en equiparar "economía" con "democracia" o, más
absurdo, "éxito económico" con "éxito democrático"? Es un
tema interesante porque es el que se repite siempre en el tema turco, como si
el éxito de una economía determinara su nivel de democracia. O, peor, se justificara su bajo nivel democrático con un mayor éxito económico compensador. La asociación no
es casual pues para algunos primero va la economía
y luego la política, primero se abren
mercados y después se asienta la democracia. Sin embargo, vamos comprobando que
eso no es cierto o no tiene porqué serlo. El éxito de una democracia no es el éxito económico, tiene que que ver con las libertades. Otra cosa es que quienes expiden avales se conformen con las mejoras económicas y les preocupen menos las otras. Pero eso no es más que una falacia. Hay países ricos fuertemente autoritarios y países económicamente débiles con un nivel democrático saludable. Confundir ambas cosas es peligroso.
Más bien apreciamos que en el caso de Turquía la
consolidación de su economía ha servido para consolidar a un partido en el
poder que tiende a la irreversibilidad. El éxito de una economía como la turca
significa, esencialmente, que se ha abierto a las empresas e inversores
internacionales, que servirán de aval al país en su conjunto. Los problemas
surgen cuando, como es el caso, el partido islamista usa el desarrollo
económico para su propia consolidación como partido y para eliminar a sus
rivales políticos ante la tibieza de los socios comerciales o, como es también el caso
de Turquía, militares.
El diario El Mundo recoge las reacciones europeas:
El comisario para la ampliación
de la Unión Europea, Stefan Füle, manifestó estar "gravemente
preocupado" por la decisión del gobierno turco. "La libertad de
difundir información es un valor fundamental de la UE", tuiteó Füle. Uno
de los pesos pesados de la Alianza Liberal en el Europarlamento, el alemán
Alexander Graf Lambsdorff, fue más allá y pidió la suspensión de las
conversaciones para integrar Turquía en la Unión.**
Veremos hasta dónde llegan las "preocupaciones" o
la petición de suspensión de las conversaciones sobre la integración. Creo que el caso de Ucrania y Rusia debería hacernos
conscientes de lo peligroso que es la duda ante los comportamientos
autoritarios y cómo, si no se mantiene firmeza, van a más. Erdogan ha
traspasado ya varias barreras de lo que puede ser considerado aceptable desde
el punto de vista de los objetivos a los que aspira.
Las reacciones de Erdogan son antidemocráticas, las del que cree que la única alternativa para el país
es él o su partido. Una vez más, se muestra la cara de los partidos islamistas cuyo
objetivo no es el poder en un sistema estabilizado de democracia, sino el poder
para remodelar la democracia que los
mantenga con el control del país. Por eso cualquier posibilidad de pérdida del poder se
resuelve de forma claramente antidemocrática, cercenando las libertades. Desalojarlos del poder no es fácil y recurren, ante unas elecciones cercanas, como en Turquía, a lo que sea necesario para evitar su crítica y deterioro.
El cierre de Twitter —que se ha visto "contestado"
hasta por el propio presidente turco, quien ha manifestado algunas "dudas
técnicas" de la prohibición— es un incidente de gravedad y revelador del talante de Erdogan, por
si a alguien le quedaban dudas. Es una "machada" que tendrá sus
consecuencias internas y debería tenerlas externas. Es una acción que atenta
contra las libertades básicas, como es la libertad de expresión o de
"comunicación". Lo que ha hecho Erdogan es un atentado contra su
propio pueblo, al que castiga a no poder comunicarse. Todos, según Erdogan, difunden mentiras y
falsedades menos él.
Los intentos de los dictadores, oficiales o in pectore, de silenciar cualquier
oposición ya no son posibles en estos tiempos. Erdogan debería saberlo. Lo único que hacen es dejar claro que quieren mantenerse en el poder a cualquier precio. Los
escándalos gravísimos con los que se tiene que enfrentar Erdogan los ha "resuelto"
desmantelando la judicatura y la policía para frenar las investigaciones y
detenciones, y dictando leyes que le permitan impedir, mediante filtros
políticos de confianza, su avance. Lo mismo ha hecho encarcelando a la prensa; Turquía
es el país con más periodistas detenidos.
Las informaciones sobre corrupción van saliendo a
través de las redes sociales, como ha ocurrido con las grabaciones de las
conversaciones en las que aparecían, aparentemente, él y su hijo sobre un
dinero que "había que esconder". No sabemos si estas grabaciones son ciertas o
no, pero de lo que no cabe duda es de lo que Erdogan hace, de sus respuestas
poco o nada democráticas.
Sus seguidores le aplaudirán la machada, verán en él el
hombre que desafía las mentiras con mano firme, sin que le tiemble el pulso ni la voz. Pero todo esto no es más que
debilidad, la incapacidad de argumentar o defenderse de las acusaciones más que
con acciones antidemocráticas o vendiendo conspiraciones contra Turquía, pues
él no es más que un humilde servidor de Dios y la Patria.
* "A
Case Study in the Reversal of Reforms" The New York Times 21/03/2014
http://www.nytimes.com/roomfordebate/2014/03/21/turkey-and-twitter/turkey-is-a-case-study-in-the-reversal-of-reforms
** "El cierre de Twitter divide a la cúpula de Turquía"
El Mundo 22/03/2014
http://www.elmundo.es/internacional/2014/03/21/532c9d93268e3e9c528b4582.html?a=9dc3601ed48d8019e03272279ce76a4c&t=1395482227
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