Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Muchos
comentarios sobre el premio fotográfico Word Press de este año. La polémica
surgió cuando algunos comenzaron a manifestar sus dudas sobre la
"realidad" de la foto, que muestra un entierro en Gaza.
La foto del año es la del funeral de la niña
Suhaib Hijazi, su hermano mayor, Mohamed, y su padre, Fuad, muertos en un
ataque aéreo israelí que destruyó su casa, en la franja de Gaza, en noviembre
pasado. Los tíos paternos llevan los cadáveres de los niños, a los que sigue el
cuerpo del cabeza de familia. La madre estaba en la UVI.*
He
corregido mi frase anterior: donde he escrito "muestra" había escrito
inicialmente "representa el dolor". Las diferencias entre
"mostrar" y "representar" son las que se debaten de alguna
manera con la foto sobre la mesa. Dicen los comentaristas que la foto es
"tan perfecta" que "no parece real". Es un comentario muy
generalizado que ha llevado a dos posiciones críticas, la de los que consideran
que la "perfección" de la representación la convierte en
"falsa" y la de aquellos que la consideran "trucada". Los
primeros aceptan que la foto sea "real" —ha sido tomada tal cual—,
pero que ha sido embellecida posteriormente mediante unos "retoques"
que la alejan del concepto de "fotoperiodismo"; los segundos son los
partidarios de la "teoría de la construcción" y apuntan a que la foto
no fue tomada así, sino que surge de la composición realizada con varias fotos
(tres) superpuestas. Los primeros no cuestionan lo reflejado, sino que critican
los retoques desde un concepto "purista" de la foto periodística; los
segundos van a la mayor y hablan de
"realidad inexistente".
Si la
foto fuera un trucaje, no habría mucha discusión. Ante las denuncias, Word
Press ha hecho examinar el archivo original —el que sale directamente de la
máquina— y ha concluido que no está trucado, que se corresponde con la foto premiada.
Los debates deben ir, pues, en el otro sentido, el de la Perfección y el Periodismo.
Partimos de lo que está frente a la cámara, recogido con criterio de
oportunidad e interés —que es lo que hace el fotoperiodista—, y que recibirá un
tratamiento posterior hasta unos límites razonables, que son los que hay que
dilucidar.
En su
blog especializado "La foto", en el diario El Mundo, Ángel Casaña, redactor jefe de Multimedia en el
periódico, escribía ayer:
Desde el minuto uno, la foto pasó a segundo
plano para dar paso a una discusión de hasta donde la debe estar permitida la
postproducción en fotoperiodismo.
Y existe una especie de consenso, leyes no
escritas en las tablas. Se supone que postproducción -hoy con photoshop- se
puede aceptar hasta el punto de lo que se conseguiría en el antiguo laboratorio
analógico. Sin embargo, esa es una respuesta muy laxa. Se supone que no se
puede añadir ni restar nada en una foto: una mano mal colocada, una lámpara que
rompe el cuadro... Pero lo cierto es que el famoso programa de postproducción
fotográfica puede convertir una foto normalita, incluso mediocre, en una buena
imagen.**
El
límite que Casaña señala como laxo,
el del laboratorio analógico, es una convención, una convención romántica sobre la "forma de
trabajo", una la valoración del trabajo de laboratorio frente al trabajo
de ordenador. El criterio tiene algo de valoración degenerativa del recorrido del propio arte: la fotografía
analógica, con sus procesos químicos, era más "autentica" que la
fotografía digital que permite la falsificación de no ya de la realidad sino
del "arte" del fotógrafo. Hay una idealización del laboratorio, algo
heroico, frente a los tiempos actuales. Parte del mérito del arte fotográfico
se basaba en el revelado y el positivado en el laboratorio. El juego de
productos, tipos de papel, tiempos de exposición, etc., convertían lo que era
un "negativo" —una exposición que podía ser revelada de diferentes
formas— en una "fotografía", en un positivo sobre papel de diferentes
tipos. La foto final era el resultado de esa labor creativa, de manipulación,
de decisiones constantes en el laboratorio. El uso de la "diapositiva"
permitía la obtención de un positivo directo y un tratamiento y un proceso de
manipulación diferentes. La foto es siempre el resultado de procesos y
decisiones.
Pero la
fotografía no solo muestra, sino que
también representa. A veces no nos
gusta lo que muestra o representa y se
altera. Un caso conocido es el que se produjo con motivo de la reactivación de
la conferencia sobre la paz en Oriente Medio, en septiembre de 2010 en la Casa
Blanca, en la prensa egipcia. La manipulación de la fotografía que mostraba a
los participantes caminando en grupo, dejaba al presidente egipcio, Hosni
Mubarak, en un lateral y quedando rezagado respecto al resto de los líderes —Barack
Obama, los representantes de Israel y Palestina y el rey Abdullah de Jordania—
sigue siendo hoy motivo de burla por lo absurdo del intento. El aparato
gubernamental manipuló la fotografía desplazando al cansado y envejecido
dictador de un lateral al frente del grupo.
La
fotografía "mostraba", pero también "representaba". Poner a
Mubarak al frente del grupo, lo convertía en el líder mundial tras el cual
caminaban —si lograban alcanzarle— todos los demás líderes. Los millones de
egipcios que vieran esa foto comprenderían el liderazgo mundial de su dictador.
Hoy las dos fotos se suelen representar juntas en Egipto como prueba de la
manipulación, del servilismo y de la vanidad de los dictadores. No contentos
con oscurecerse las canas, los viejos dictadores tienen que estar siempre al frente. Es el extremo de la
manipulación de la fotografía con una intencionalidad, no estética, sino
política. No es una cuestión de "brillos" y "sombras", sino
de "egos" y "poder".
Una
foto manipulada también nos muestra la "realidad": la corrupción de
quienes la trucaron. En esa foto manipulada al extremo, podemos ver más "verdad"
que en todas las fotos que Mubarak se hizo en su vida. Comprendemos con ella el
extremo de la corrupción y de hasta dónde se llega en los sistemas serviles en
el culto al poderoso.
El
debate sobre la foto de Wordpress se mueve en los límites del retoque y tiene
que ver con el concepto de periodismo, la forma de transmitir y los lenguajes
admisibles. El que sea acusada de
"perfección" nos indica que el debate apunta a nuestras ideas básicas
sobre la información y el papel que juega en ella lo estético. ¿Puede ser la perfección un impedimento para la credibilidad? En el ámbito de lo
estético, la "credibilidad" puede ser accesoria, pues no tiene porqué
estar la obra ceñida a la realidad, ser resultado de la imaginación creativa.
En el ámbito de la información, en cambio, la "credibilidad" lo es
todo, pues su perfección estética está siempre al servicio de lo que ocurre, por más que esto pueda
ser interpretable en muchas ocasiones. El fotógrafo, en este caso, ha usado los
retoques de luz para resaltar el dramatismo de la situación. A la imagen
inicial se añade, a través de su trabajo posterior, su concepto dramático de la situación traducido en
luces, sombras y contrastes. Muestra y representa. Actúa sobre su espectador.
El fotógrafo señaló: "Me golpeó una marea de dolor en aquel callejón"*.
Ha aplicado la misma metáfora del lenguaje a las imágenes, ha querido "traducir" su reacción, el dolor, lo que la cámara no siente pero la fotografía quiere
mostrar.
Es
interesante observar que la reacciones negativas han oscilado entre los que la
creen falsa y los que la creen demasiado perfecta para ser una obra de
fotoperiodismo. La comisión que ha revisado la foto señala que los "límites
del retoque" no se han sobrepasado, que la foto es la foto por más que el instante que nos muestra haya requerido después
muchas horas de trabajo de "posproducción".
Muestra del fotógrafo ruso "rosarioagro" de retoque del retrato |
Quizá
haya que empezar a cambiar el concepto del trabajo del fotógrafo y valorar la
totalidad del proceso, el que se inicia con su intuición del momento —espacio y
tiempo—, del estar ahí en el momento adecuado, y sigue después ante un
ordenador. Lo que no sirve de nada es ignorar que los procesos son hoy otros,
que el arte fotográfico dispone hoy de técnicas y recursos de los que antes no
disponía y que todos ellos se emplean. "Premiar" es reconocer un trabajo y hoy ese trabajo es distinto.
La pregunta
no es tanto la que se hace Ángel Casaña en el titular de su blog, "¿hasta
dónde llega la mentira?", sino ¿dónde comienza la verdad? Ni las "palabras"
son las "cosas", ni las "imágenes" los "objetos".
Nuestro destino es navegar entre ambas.
*
"“Me golpeó una marea de dolor en aquel callejón”" 15/02/2013 El
Paíshttp://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/02/15/actualidad/1360934946_309936.html
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