Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Las
cifras españolas del desempleo juvenil no es que sean escandalosas, que lo son,
es que son insólitas*. Cuando nos dicen que en Grecia son del 27% y en España
de más del doble, el 60%. En Europa, las cifras generales son del 24% de personas
menores de 25 años las que se encuentran desempleadas. Hace cuatro o cinco
años, mientras esperaba un cambio de vuelo en Santiago de Chile, una mujer que
nos escuchó hablar y supo que éramos un grupo de españoles se nos acercó y, sin
mediar más palabras, nos preguntó: "¿Son ciertas las cifras de paro
juvenil de España?". Le dijimos que sí. Solo nos miró.
El
primer flaco favor que se hace a los jóvenes es considerarlos "jóvenes".
Esto significa que se les trata dentro de otra categoría, una categoría en la
que ciertas cosas son admisibles, como por ejemplo, tener el doble de tasa de
desempleo. La primera distinción que se hace es ya interesada. El "primer
empleo" debe estar mal remunerado por dos motivos, por ser el "primero"
(se supone que no sabes, aunque sepas) y por ser "joven" (tienes el
doble de paro y debes aceptar peores condiciones).
El ser
joven se penaliza en muchos sentidos, no solo en el laboral. La condición de
"joven" con esos 25 años "oficiales" se extiende
socialmente hasta edades mucho más avanzadas en que se sigue considerando
"joven" para poder aplicar esas malas condiciones. El "primer
empleo" no llega aunque pases por diversas empresas que han aprendido eso
de la "formación" como una manera de ahorro de costes. El sueldo es
bajo porque tienes mucho que aprender y un futuro por delante y da igual lo que
hagas. El sueldo bajo tiene además unas primeras etapas de "no
sueldo" en las que se debe aceptar no cobrar; deben darse por satisfechos
con la "experiencia" de pisar una empresa o hacer una horas, con la
esperanza de que algún día esa empresa le contrate u otra valore que ha estado
allí. Con eso es suficiente para empezar, un empezar que no comienza nunca.
La idea
de que es mejor cobrar poco que no cobrar beneficia esencialmente a los que
pagan poco y a los que quieren presentar sus medidas como eficaces. Esos son
los auténticos beneficiarios de este sistema que va erosionando el conjunto. Esto
no se aplica, por supuesto, a los directivos empresariales o políticos, que han
visto agrandadas sus diferencias con aquellos a los que emplean o representan
por diversos mecanismos protectores. Los escándalos de los sobresueldos,
dietas, privilegios, etc. no son más que manifestaciones de la ocultación, del
principio de mantener a la vista cifras "aceptables" mientras se
siguen obteniendo beneficios paralelos escandalosos que establecen las mayores distancias
entre empleadores y empleados y entre los administradores y los administrados. El
mundo no va igual de mal para todos.
Los "jóvenes"
han sido doblemente explotados; una generación entera —ya que esto comenzó intensamente
en los ochenta— se ha utilizado para beneficio de unos y deterioro del sistema económico
y social en general. Han sido explotados laboralmente aquellos a los que se les
permitía trabajar, a la vez que quedaban infrautilizados la gran mayoría,
convertidos en carne de cañón del consumismo. Ha sido ese consumismo incentivado
por el desempleo el que ha servido para mantener en marcha una parte importante
de esta sociedad del ocio y del entretenimiento que nos ha tocado en el "reparto"
europeo.
La
proliferación de eventos de todo tipo ha servido para mantener la maquinaria en
ese doblete de turismo exterior y público interior. Mucha oferta de consumo,
poca oferta de trabajo. En España podemos elegir entre el mejor restaurante del
mundo y la borrachera en las playas de Lloret, municipio especialmente castigado
por la plaga de la invasión del turismo basura, el que viene con la llamada de
que todo es asequible por un módico precio. Entre ambos extremos, toda una gran
oferta. Demasiados viven de ello y queremos casinos para que vivan más.
Este consumismo del ocio ha tenido también un efecto sobre una
generación que valora el ocio como parte esencial en su vida. Es a lo que se
les ha acostumbrado. Ellos deben llenar locales, viajar,
asistir a actos y consumir productos para que el sistema que les rechaza
laboralmente siga en marcha con sus ofertas de ocio y entretenimiento. Es una
mezcla de adulación y desprecio. La ausencia de trabajo es, además, un factor desmotivacional importante, ya que el pesimismo y la angustia acaban minando sus esperanzas conforme terminan los estudios y se acerca el momento de enfrentarse al panorama laboral. Llamarlos "generación perdida", como algunos hacen, es profundamente injusto y engañoso; son una "generación explotada", exprimida. Y no hay que darla por perdida.
Algunos tratan de explicar la cifra diciendo que está hinchada**, que es irreal, que incluye a los que estudian. Pero muchos de los que estudian lo hacen porque no tienen trabajo. Lo auténticamente imperdonable es la versión oficial que centra sus esperanzas de empleo en la formación (hay que mantener la industria educativa en marcha) y después aumenta de forma desproporcionada el precio de la formación, echando también de allí a los estudiantes, por más que se diga que se aumentan las becas. Los mejor formados son los que están emigrando. Poco trabajo, mal pagado y encarecimiento infame de los estudios; esto último es imperdonable en muchos sentidos. Habría que hacer lo contrario, abaratar la enseñanza, si fuera verdad que es la baja formación lo que causa el desempleo, algo a todas luces falso. Con esto solo se dan argumentos atenuadores de la responsabilidad política y empresarial. El paro es altísimo e inaceptable, más allá de cualquier consideración técnica.
Los políticos
que hablan ahora de la "perdida" de jóvenes que, bien cualificados,
tienen que emigrar a países que no han destruido su tejido industrial o están
creándolo, deberían hacer algo más que lamentarse y crear las condiciones para
que esto no se produzca. Pero no lo hacen porque España hace mucho tiempo que
carece de las cabezas necesarias para establecer un marco equilibrado de
crecimiento, que asuma las necesidades conforme al potencial disponible. Podemos
ser mucho más que el chiringuito playero europeo, aunque sea con los mejores
restaurantes del mundo.
El
problema de creer que el mercado funciona solo, desde la clase política, es que
libera de tener que pensar. Y la función de los políticos, que es lo que nos ha
fallado claramente, es la incapacidad de entender que dirigir una sociedad no
es mirar cómo se mueve, sino dirigirla con sus impulsos hacia un ideal, el país
que se desea. Hay que tener sueños, no estar dormidos. Nuestro
"mercado", en suma, era más bien "mercadillo".
El
problema de la política económica, practicada en España por unos y otros —como
en otras partes—, es que ha carecido del liderazgo político necesario, de
personas visionarias capaces de imaginar un país mejor con personas mejores.
Solo hemos tenido "tenderos" cuya aspiración máxima es que les
cuadren las cuentas, limitación mental y moral que deja en las peores manos el
crecimiento de un país, en las de los que solo buscan enriquecerse sin importarles
nada más. El resto no es más que aplicación de esa lógica a la vida.
*
"Una inflación al 1,2% y un paro al 12,1% presiona al BCE para rebajar el
tipo de interés" Euronews 30/04/2013
http://es.euronews.com/2013/04/30/inflacion-al-12-por-ciento-en-la-eurozona-pero-paro-al-121-por-ciento/
** "William Chislett: "El paro juvenil, un modelo
irreal que alimenta la leyenda negra de España"" Periodista Digital
29/04/2013
http://www.periodistadigital.com/economia/empleo/2013/04/29/william-chislett-el-paro-juvenil-un-modelo-irreal-que-alimenta-la-leyenda-negra-de-espana.shtml
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