Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Se ha
teorizado sobre casi todas las ideas claves que entendemos que son los motores
de nuestras sociedades: el valor, la rebeldía, la imaginación... Pero creo que
va siendo hora de aceptar que debemos explicar muchos fenómenos desde ideas menos positivas como la "ineptitud". Mucho de lo que ocurre no es tanto el resultado
de nuestros aciertos, sino de nuestros errores. Choca con nuestros deseos de "control",
con nuestra idea de "eficacia", pero debemos aceptarlo: la ineptitud
es también un elemento importante que determina nuestra situación y las
evoluciones de esas situaciones. No nos gusta, pero está ahí determinando nuestras vidas. La ineptitud es lo contrario de lo inevitable. Precisamente es lo que podría haberse evitado pero la ineptitud ha hecho que se ignoren, no se apliquen, etc. las respuestas adecuadas. Lo inevitable es el camuflaje y parapeto retórico de los ineptos, que abundan cada vez más.
Llevamos
ya una temporada con la "ineptitud" como término constante en
nuestros medios. Uno de los más evidentes es el de la Policía de Cleveland, de
la que todos se preguntan cómo habiendo sido avisados múltiples veces de que en
aquella casa "pasaba algo raro" fue incapaz de detectarlo. La prensa
habla directamente de "miopía". En Euronews nos lo resumen así:
Las muestras de alegría de familiares y
allegados tras su liberación se alternan con las críticas a la policía, que, en
varias ocasiones visitó la vivienda donde estuvieron retenidas tras recibir
llamadas de vecinos alertando de que allí ocurrían cosas extrañas, como que
había una mujer desnuda y encadenada gateando en el jardín, o que había una
mujer y una niña pidiendo auxilio tras los cristales. Según parece, los agentes
visitaron la casa y se marcharon sin hacer nada después de que nadie les
abriera la puerta.*
Es
cierto que la Policía suele estar acostumbrada a ver de todo, pero lo que
llaman "cosas extrañas" en el texto clama al cielo. La ineptitud es
evidente. Muchas veces esta forma negativa viene dada por el uso de
"protocolos", formas que sustituyen la inteligencia por el manual de
instrucciones en cada caso. El problema es que no todos los casos vienen en los
manuales. Aquí habrán aplicado el "protocolo de llamadas vecinales",
en donde el siguiente punto es llamar a la puerta y preguntar a los
propietarios si "todo está en orden". Si los propietarios, como es el
caso, no abren, el protocolo dice que se vayan y les dejen el marrón al
siguiente turno si vuelven a llamar. O algo similar. Los vecinos que ven "una
mujer desnuda y encadenada gateando en el jardín" usan también su propio
protocolo: llamar a la Policía. Como ese protocolo es una extensión del de la
Policía, esas pobres mujeres han sido víctimas dobles: de sus captores y de la
estupidez acumulada en las "normas de procedimiento". Ellos han sido
buenos "vecinos de manual": avisaron a la Policía cuando vieron algo
raro. La cuestión es que no dejaron de verlo durante diez años
El uso
de protocolos parece que exime de "iniciativas
individuales" peligrosas, de protagonismos exhibicionistas. La organizaciones hoy no quieren personas
inteligentes, sino obedientes. Inteligentes, los justos y bien pagados, que
suelen ser los jefes y los que diseñan los protocolos, empresas dedicadas a
esto y por lo que les pagan una pasta. Los demás a seguir el camino marcado.
Los
ejemplos del Madrid Arena aquí, por citar solo un caso, son una muestra más de la
"ineptitud" de los servicios al completo, donde da pena escuchar las
llamadas grabadas de los responsables de las distintas áreas. Pena y vergüenza.
Las organizaciones son estructuras funcionales y los individuos las piezas del
tablero que siguen las reglas establecidas y los movimientos permitidos. Todo
por el "conducto reglamentario" hasta que llegue al "inepto"
correspondiente que lo guarda en un cajón o lo interpreta mal.
De algo
más que de "ineptitud" se sospecha en los crímenes racistas que
durante diez años ocurrieron en Alemania. Asesinatos cometidos con el mismo
arma, con sujetos extranjeros. La incompetencia es tan grande que la intuición
de que la maquinaria alemana de investigación no haya establecido ninguna
correlación en los hechos ocurrido es sorprendente.
El
Periódico señala:
En diálogo con periodistas extranjeros en
Berlín, [Sebastian] Edathy detalló tres causas que impidieron frenar a los
asesinos: falta de cooperación entre los 36 organismos de seguridad nacionales
y regionales de Alemania, "menosprecio masivo" del peligro que
representaba la extrema derecha y el hecho de que la policía se aferrara
durante años a la teoría de la mafia de inmigrantes.
Edathy admitió que en este punto funcionaron
prejuicios racistas y citó a un alto mando policial explicando que no había
pistas sobre la supuesta mafia porque "ocultar la verdad a la policía
forma parte de la mentalidad turca". "Ese hombre nunca debió llegar a
ser policía", lamentó el experto.**
Sebastian Edathy (SPD) |
Tiene
toda la razón Sebastian Edathy, pero el hecho es que llega. La opinión de Edathy está fundamentada; es el "presidente
de la comisión de investigación creada por el Parlamento para aclarar los
fallos de la investigación y depurar responsabilidades". Lo que nos
negamos a creer es que esté ahí precisamente por su ineptitud, como un problema
de mentalidades de las organizaciones en las formas de selección de personal,
de diseño y comportamiento. "¿Torpeza o racismo?" se pregunta el
titular de El Periódico. ¿Son
incompatibles?
Tras el
11-S, Estados Unidos revisó su política de agencias ante los graves fallos de
seguridad, reduciendo su número para mejorar su coordinación. El atentado de
Boston dejó al descubierto fallos de protocolo. Tenían muchos datos y no
supieron qué hacer con ellos. Alemania tiene 36 organismos de seguridad, según se
señala en la información. Cuanto más complejo es un organismo, más fácil es que
se produzcan fallos y más difícil que sean detectados. Esta combinación es
letal. Como toda "máquina organizativa" —y eso es parte del problema—
existe porque es rentable en términos de eficacia general, es decir, funciona
"casi siempre". El problema es cuando no lo hace.
La
cuestión, como señala Sebastian Edathy, está en que "ese hombre que nunca
debió llegar a ser policía" no solo llegó a serlo sino que llegó muy alto.
Las alturas de la política, de la economía, de la seguridad, etc. están llenas
de personas que aplican recetas porque la mayoría de las veces funcionan, nos dicen.
No están ahí por su flexibilidad, por su capacidad de adaptarse a nuevas
circunstancias, sino por mantener políticas, recetas y protocolos obedientemente.
La
"austeridad", por ejemplo, es una receta, lo que marca el protocolo —es
"hacer lo que debemos hacer y que nadie lo dude"—. Hasta que deja de
serlo, en cuyo caso se aplica el nuevo protocolo.
*
"Críticas a la policía de Cleveland por su miopía ante las pistas de la
“casa de los horrores”" Euronews 08/05/2013
http://es.euronews.com/2013/05/08/criticas-a-la-policia-de-cleveland-por-su-miopia-ante-las-pistas-de-la-casa-de-/
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