Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
persecución del fraude fiscal obedece a principios pragmáticos más que
ideológicos. Se persigue porque hace falta dinero. Se persigue después de haber
dado facilidades durante años para el fraude. Las cifras que se nos dan ahora
de los contactos de las grandes empresas con los paraísos fiscales escandalizan
porque toca escandalizarse. Son las mismas cifras de ayer, pero toca cambiar la
cara y mostrar asombro e indignación.
El
editorial de hoy del diario El País
señala:
El Consejo Europeo lanzó una señal política
contra esas prácticas. Más aún, impulsó un paquete de cinco medidas, para las
que fijó calendario preciso. Tiempo habrá de señalar las limitaciones que la
dinámica común imponga a dichos acuerdos, sus posibles retrasos y los
obstáculos imprevistos a su desarrollo. Porque seguro que habrá de todo ello en
la cosecha final. Es hábito inveterado de la UE señalar horizontes ambiciosos y
alcanzar desarrollos siempre por debajo de ellos, amén de tardíos. Sobre todo
en una materia, la fiscalidad, que convencionalmente requiere de la unanimidad
de los 27, aunque el Tratado de Lisboa ofrezca alternativas indirectas para
lograr decisiones también en este ámbito.*
Los
motivos escépticos del diario oscilan entre la ineficacia comunitaria y el
desinterés de algunos. Y es que, efectivamente, algunos viven de esto y, lo que
es peor, no es una práctica externa
sino de aquellos a los que se ha favorecido durante décadas y que han perdido
cualquier sentido de responsabilidad social o nacional. La claudicación
política ha sido grande ante estos que han conseguido hacer de la ignorancia
fiscal un signo del éxito. Los mecanismos de la globalización les permitían
repartirse por el planeta y, en lo fiscal, vivir en tierras de nadie. Los
beneficios son cosa mía.
La
voluntad política de acabar con estas "prácticas" está condicionada por
la presencia de este entramado de grandes empresas y fortunas derivadas que se
han introducido en los nidos del poder político y legislativo, que han dictado
políticas económicas y fiscales a su medida para crecer hasta hacerse
intocables. A mayor tamaño, más poder y menos condicionamientos.
Durante
décadas se ha debilitado lo político en beneficio de unos principios que
fomentaban no ya el individualismo —eso es terminología del siglo XIX— sino
unas formas tecnocráticas, anónimas, con movimientos de grandes cantidades de
capital que se mueve por el mundo a través del sistema financiero, que invierte
allí donde se le dan más facilidades y se les retiran más obstáculos, plegando
el mundo a sus deseos. Tanto las formas financieras como las empresariales,
cuando llegan a ciertos niveles de poder, pasan a estar por encima del bien y
del mal.
Finaliza
El País su editorial:
Otras medidas —acerca del fraude en el IVA,
las transferencias de beneficios entre compañías matrices y sus filiales y el
lavado de dinero— completan el paquete. Si se aplica con presteza, muchas cosas
cambiarán en Europa. A mejor.*
Lo
penoso del asunto es la concepción de que el estado natural del sistema es el
fraude, que hay que tomar medidas porque las leyes se burlan diariamente ante
la impotencia y la pasividad de las instituciones, que han de tomar nuevas
medidas para que lo que se tenía que cumplir se cumpla. La honradez es solo un ítem evaluable.
La pregunta ahora es si
las medidas son suficientes y, sobre todo, si serán respaldadas más allá de su
enunciación. ¿Hay voluntad de que se cumplan? Probablemente sí. Pero la cuestión es extensible a aquellos cuya voluntad de fraude está en el centro de su forma
de concebir los negocios y, por extensión, el mundo.
The
Economist ilustra a través de un sencillo gráfico la relación entre el
beneficio de las empresas y su tributación.
THE pressure on tax-avoiders is mounting. In
the latest episode Tim Cook, Apple’s boss, was called before a Senate
subcommittee to explain why the tech giant had paid no tax on $74 billion of
its profits over the past four years—though it has done nothing illegal. This
comes at a time when America's corporate profits are at a record high, thanks
to the swift sacking of workers at the start of the recession, lower interest
expenses, and the fact that cheap labour in emerging markets has eroded union
power, allowing firms to move production offshore and defy demands for pay
rises. Meanwhile corporation tax, which makes up 10% of the taxman’s total haul
(down from about a third in the 1950s) has plummeted. An increase in businesses
structuring themselves as partnerships and "S" corporations, which
subject profits to individual rather than corporate income tax, is in part to
blame. But tax havens are also culprits, as they lower their tax levels to lure
in bigger firms.*
Que
Estados Unidos esté comprometido con estas formas de fraude es esencial. Pero es
más importante la pregunta que se les hace a esos gigantes empresariales, como
se le hace al responsable de Apple: ¿por qué no han tributado en los últimos
cuatro años? Apple se defiende diciendo que no es la única y que el sistema no lo ha diseñado ella. Y eso es cierto, para mal de todos.
Solo enfrentándose a esa pregunta sobre su falta de compromiso —eso son los impuestos, un compromiso con la comunidad— ante los representantes de
aquellos que asumen las cargas, que padecen las consecuencias de las evasiones —recortes,
despidos, bajadas de sueldos, aumentos de impuestos, etc.— podrá crearse un
cierto estado de conciencia. Habrá muchos que piensen que "conciencia"
es una palabra reñida con este mundo egoísta e insolidario, depredador e
irresponsable que anida en la cima de las grandes empresas. Puede ser cierto,
pero hay que intentarlo. Por si acaso les cuesta, las campañas de denuncia se
multiplican por todo el mundo.
* "Contra la evasión fiscal" El
País 23/05/2013
http://elpais.com/elpais/2013/05/22/opinion/1369250677_765664.html
** "Taxing for some" The Economist
22/05/2013 http://www.economist.com/blogs/graphicdetail/2013/05/daily-chart-14
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