Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
¿No ha
sentido usted la tentación de "refundarse"? Pues debe ser el único. "Refundarse"
es casi una moda, una tendencia, un "trending topic", que dicen en twitter. Si no lo ha hecho todavía,
hágalo cuanto antes porque "el que se refunda primero, da dos veces",
que dice el refrán actualizado. Algunos lo escriben en la agenda:
"miércoles, 12 h. - refundación".
Con el
titular «En busca de la 'refundación'», el diario El Mundo nos cuenta:
Un grupo de militantes del PSOE ha creado la
plataforma Socialismo y Ciudadanía, que aspira a la "refundación" del
partido, su regeneración ética y un cambio de proyecto político y modelo
organizativo mediante una especie de 'Suresnes del siglo XXI'.
La plataforma será presentada oficialmente
hoy en Segovia y entre sus promotores se encuentran el exsenador por Granada
Luis Salvador y el exdiputado por Sevilla Luis Ángel Hierro, que quiso
presentarse a dirigir el PSOE en el último congreso federal aunque no logró los
avales necesarios para hacerlo.*
Creo yo
que no es tanto un problema ideológico —lo tienen todos los partidos—, sino de comportamientos y actitudes. A uno no
lo llevan a los tribunales por "problemas ideológicos"; a uno lo
llevan por robar, prevaricar, corrupción, tráfico de influencias, etc., que son
cosas que no se discuten en los congresos sino en los tribunales.
Yo sigo
con mi teoría de que hay que "salvar la política y condenar al
delincuente". Lo contrario es malo y arriesgado. Hay que distinguir los "errores políticos" de los "delitos
cometidos por políticos". Incluso se podría precisar más: los delitos
cometidos desde sus puestos y responsabilidades políticos. Los políticos, los
partidos, son falibles, se equivocan en sus decisiones y lo pagan en las urnas,
perdiendo apoyo popular. Para eso están preparadas las democracias. Los
sistemas democráticos —con daños variables— sobreviven a los malos gobernantes y
a sus malas decisiones.
El fundamento democrático es la alternancia entre partidos y la
posibilidad de que aparezcan otros, si los existentes no cumplen las
expectativas de los votantes. La democracia se fundamenta en la existencia del
error, no lo niega, lo asume como natural de la condición humana. Es un sistema
pragmático, que establece la forma de librarse pacíficamente de los malos
gobernantes. Incluso obliga a librarse de los buenos, regulando el número de
mandatos. Las crecientes burlas de la limitación de mandatos en muchas partes del
mundo, ya sea modificando la constitución o creando ingeniosos relevos entre
matrimonios, padres e hijos o a la rusa, acaba generando corrupción por inmovilismo. La
renovación es saludable per se; evita
muchos males.
Los
partidos —los mayoritarios principalmente, pero no son los únicos— han acabado
como estructuras monolíticas precisamente por su falta de debate y control internos.
"Debate" y "control" son dos instancias distintas, pero en
la medida en que el debate es también sobre la idoneidad de las personas para cumplir
los objetivos y compromisos, el control aumenta. Cuando uno debe estar dando
cuenta de lo que hace, tiene más cuidado.
La ley
del silencio ante los errores o delitos no ha sido una buena política para
nadie; ni para los partidos, ni obviamente para los electorados. Desde que se
decidió que lo importante era la "imagen" y no los
"hechos", que los actos se tapan con los escándalos de otros y se
olvidan en el tiempo, la política inició su declive. El resultado es el actual:
una explosión de escándalos en cadena.
El
Mundo recoge algunas de las propuestas de los "refundadores":
Entre otras medidas, apuestan porque la
selección de cargos internos y candidatos se realice mediante el voto directo
de la militancia sin avales previos e incluso, donde proceda, acompañado
también por el voto de los simpatizantes. Aplicar de manera efectiva la no
acumulación de cargos y salarios, la limitación de mandatos o la transparencia
de las cuentas del partido son otros de sus planteamientos.*
Todas
estas cosas son obvias y es penoso que la refundación tenga que llegar a estos
niveles. Mas que una "refundación" es una "desconstrucción"
del modelo actual, de todas sus cortapisas defensivas para evitar la fluidez y
los debates. Pero hay que ir más allá de la selección interna, que es esencial.
Hay que ir a las propuestas "externas".
Muchos
de los problemas de nuestro país son causados por la mala selección de las personas
que los partidos han colocado en los puestos decisorios. No han cumplido con
algo esencial: atraer a las personas adecuadas a la política. Los partidos han
espantado a mucha gente capaz y honesta por sus propias prácticas y mecanismos
selectivos internos para colocar a los "fieles sectarios". Nuestra
situación de crisis no se debe a problemas ideológicos, sino a que muchas de
las personas situadas en las instituciones han sido ineficaces —no tenían la
capacidad de resolver los problemas—, apáticas —no tenían la voluntad de
resolverlos— o delictivas —han abusado de sus cargos—. Ya sean inútiles,
indiferentes o delincuentes, estaban puestos ahí por la maquinaria de sus
partidos o el dedo de sus dirigentes. Prescindo de hablar de aquellos que
cumplieron con sus cargos eficaz y honestamente, que también los hay. Muchos
probablemente.
Los
debates ideológicos son una parte, pero no garantizan las actuaciones
posteriores de las personas. Los candidatos a ciertos puestos debieran pasar
por revisiones más estrictas y escrupulosas que la mera elección en un congreso
o asamblea. Mientras los partidos sean maquinarias, las únicas luchas, por
mucho que se disfracen de ideológicas, son luchas por el control del "aparato",
que es quien tiene el poder de "colocar" las piezas en los tableros
locales. Lo que está muy claro es que no han sido capaces de proponer a las
personas adecuadas. Esto no es especulación, sino primera plana. Los escándalos actuales son sus obras o su responsabilidad. También hay que "recapacitar", no tapar los desconchones con dos brochazos.
"Refúndense"
cuanto quieran todos los partidos, cambien los discursos y caras, pero si no se
"rediseñan" para que las personas que proponen a la sociedad sean más
eficaces y honestas, servirá de muy poco. Eficacia
y honestidad son dos cosas distintas, pero en la política deben ir juntas. Hay
eficaces deshonestos y honestos inútiles. Tratemos de reunir y garantizar ambas
virtudes. Y los amigos para el mús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.