Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
clase política y sus esferas complementarias —sus gallitos mañaneros, sus mamporreros
económicos— dan por "perdida" una "generación", algo que no
se sabe muy bien qué quiere decir, que no explican, pero que repiten sin cesar
para que el mensaje cale cuanto antes. Es como tirar la toalla, solo que dentro
de la tolla van, liados, unos cuantos millones de personas, la población de un
país al que no se le explican las causas ni se le señalan los responsables.
Quizá no haya precedentes de esta clase de cinismo, inoperancia, hipocresía y
ganas de ocupar los puestos decisorios de la nave, aunque la nave se hunda.
No es
culpa de nadie. La Economía, la Historia, la Política son así. Todas las
escriben los beneficiarios, los que se hacen ricos, los que ganan las batallas, los que
salen elegidos. Entre el grito airado en la calle y el discurso vacío en la
alturas, ha desaparecido cualquier aclaración, idea, sugerencia. Apenas nada. A
todo el mundo le parece bien que se proteste; es síntoma de democracia. Seguro
que nos envidian por ello.
¿Le
importa a alguien España, las personas que viven dentro, su futuro? Dice el
presidente del Gobierno que somos un "equipo", otros que somos una
"marca", otros que no existimos, que somos ficción, quimera y no sé
qué cosas más. Nos falta apelar a lo que apelan muchos otros países en sus
crisis: a su condición de tales, a su historia común. Pero esto está prohibido, ni se puede mencionar. Más
difícil que ser "europeo", que ser "hispano", es ser
"español". Nos estamos quedando en mitad de la nada. Parias de la Historia.
Llevamos
camino de ser una simple figura retórica: un todo sin partes, partes sin todo.
Creo que se han olvidado de nosotros, de la Corona para abajo, cada uno a su bola. No piensan en los
que salen a la calle cada día, sin estridencias, a intentar vivir, a charlar en una
esquina sin discutir, sin tener que gritar todo el día, por todo, a todas horas.
Cansa. Se ha fomentado lo peor, la rivalidad, el enfrentamiento.
Es muy rentable; les interesaba. País polarizado. ¿De dónde sacar las fuerzas en toda esta
polémica permanente? Agota.
Es
realmente penoso y deprimente ver la frivolidad con la que hablan los
responsables —los irresponsables,
mejor— que mandan al extranjero directamente a los jóvenes o les pintan como
algo muy "normal" el que abandonen familia y lugares por su
incapacidad manifiesta, esperanza diferida en el tiempo que, como Godot, nunca llega. La movilidad era un bien,
¿recuerdan? Era un bien que permitiría a
los mejores trabajadores buscar las mejores ofertas. Lo que no nos dijeron
era que los "mejores trabajadores" tendrían que aceptar cualquier
oferta, cualquiera, en cualquier sitio porque aquí no les ofrecerían
absolutamente nada. Ya no son labradores; son médicos, ingenieros, arquitectos,
investigadores..., gente preparada que no es que no hagan falta aquí, sino que
no hay con qué pagarlos porque la voracidad de las castas depredadoras de todo
signo desvían sus ganancias a bonos alemanes, cuentas en las Caimán o empresas
explotadoras en Bangladesh y similares. La movilidad es buena, dicen, excepto para los cargos políticos, empresariales, sindicales... en los que pasarse décadas es ganar en experiencia, una experiencia que repercute en el bien de todos. Eso dicen.
No hay
una generación perdida; está aquí, delante de los ojos, bien visible.
Existe una generación "maldita": la que ha permitido que esto ocurra,
la que lo teoriza y proclama desde sus abultadas cuentas bancarias, desde sus
contratos blindados, desde sus indemnizaciones millonarias, desde sus poltronas, con sus dietas y sobresueldos;
la que es incapaz de encontrar soluciones a este desastre; la que lo ha creado.
Son ellos los que perdieron la ocasión de hacer y dejar un país mejor. Malditos
sean.
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