Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
¿Será
capaz Europa de superar su propio sufrimiento? Hay países que se han crecido en
la adversidad, pero Europa no es un "país" o una "nación".
Señalaba Renan en su famosa conferencia, leída en la Sorbona en 1882, ¿Qué es una nación?: «[...] sí, el
sufrimiento en común une más que el gozo. En lo tocante a los recuerdos
nacionales, los duelos valen más que los triunfos; porque imponen deberes;
piden el esfuerzo en común.» Pero ¿qué ocurre cuando el dolor se lo producen
unos a otros? ¿Qué ocurre cuando el sufrimiento no es igualitario, sino que
obedece a las diferencias crecientes? La cuestión se plantea, bajo diversas
formulaciones, en múltiples escritos e intervenciones de personas muy
distintas, que ven cómo se deteriora el marco común.
En varias ocasiones nos hemos referido a este
problema aquí, a las distancias que están produciendo las ataduras europeas a
los socios que las padecen ante las políticas impuestas por Alemania y los que
se esconden a su sombra, beneficiándose de su liderazgo y ahorrándose su
desgaste político. Quien lo pone hoy sobre la mesa es Joschka Fisher, el que
fuera ministro de Asuntos Exteriores alemán, en un artículo publicado en el
diario El País con el título
explícito "Peligra la unidad europea". En el escrito, tras comentar
los recientes errores políticos de la Unión respecto a países como Chipre, Fisher
señala:
Europa tuvo en el pasado un orden político
basado en la competencia, la desconfianza, el conflicto de poderes y, en última
instancia, la guerra entre Estados soberanos. Ese orden se vino abajo el 8 de
mayo de 1945 y en su lugar surgió otro sistema basado en la confianza mutua, la
solidaridad, el imperio de la ley y la búsqueda de soluciones negociadas. Pero
ahora que la crisis está socavando los cimientos de este orden, la confianza se
convierte en desconfianza, la solidaridad sucumbe ante viejos prejuicios (e,
incluso, ante nuevos odios entre el sur pobre y el norte rico) y las salidas
negociadas ceden paso a la imposición externa. Y una vez más Alemania desempeña
un papel fundamental en este proceso de desintegración.*
La
pregunta que surge al hilo de lo expresado por Fisher es si la "lógica
europeísta" puede contrarrestar la dinámica interna de la Unión, que
parece ser el mantenimiento de esas diferencias entre lo que llama el
"norte rico" y el "sur pobre" o, si se prefiere, el control
constante del más poderoso sobre el condenado solo a "mejorar" dentro
de un modelo que no perjudique al "norte", que es quien marca las
políticas económicas y asigna papeles en el camino del desarrollo. El papel del
"norte" en la crisis del "sur" sigue sin esclarecerse como
debiera. ¿Somos meros "mercados" para los productos de los países industrializados?
¿Mano de obra barata? ¿Meros espacios para invertir, para especular y controlar
su crecimientos?
Para los países del sur de Europa golpeados
por la crisis la fórmula que defiende Alemania, con su mezcla de austeridad y
reformas estructurales, está resultando mortal porque les faltan otros dos
componentes fundamentales: quita de deuda y crecimiento.
Tarde o temprano, alguno de los grandes
países europeos en crisis elegirá líderes políticos que no acepten por más
tiempo la imposición de medidas de austeridad desde afuera. Incluso ahora, en
tiempo de elecciones, los Gobiernos nacionales prometen más o menos
abiertamente proteger a sus ciudadanos de Europa porque Alemania se ha
encargado de que los ingredientes principales de la receta para resolver la
crisis sean: austeridad y reformas estructurales.*
Que los
gobiernos nacionales hayan pasado de ser "europeístas" a utilizar el
argumento de "proteger de Europa a sus ciudadanos" es un síntoma de
la gravedad de la situación y, sobre todo, de la deriva que la idea europea
está tomando. La idea política de
Europa se ha visto erosionada por la idea económica de Europa: no han servido
para "proteger" de los desequilibrios a los que entraban, sino que se
han aprovechado a través de la moneda única.
Pocos
días antes, Lucía Abellán, corresponsal en Bruselas del mismo diario, trataba
la cuestión de las diferencias políticas en la UE:
Hasta hace 10 años, la distancia entre
europeos se medía principalmente en términos económicos. Con algunas
excepciones, la brecha en niveles de corrupción y derechos humanos era inferior
a la actual. La ampliación comunitaria de 2004 —la mayor de la historia
europea, con 100 millones de nuevos ciudadanos— abrió la próspera UE a nuevas
realidades y minimizó los retos de integración asociados. La entrada, tres años
después, de Rumanía y Bulgaria, fue la máxima expresión de esas disparidades.
Pese a no cumplir las condiciones exigidas, los dos países accedieron al club
comunitario a cambio de someterse a un proceso especial de vigilancia, que aún
dura.
Pocos en las instituciones comunitarias
lamentan esas decisiones. “La ampliación al Este fue una buena idea que daba
cumplimiento a la promesa que nos hicimos en 1989 [con la caída del Muro de
Berlín]: no abandonarnos los unos a los otros”, reflexiona Rui Tavares,
eurodiputado de Los Verdes.**
Se tiene
en ocasiones la idea de que la Unión Europea se mueve por diferentes
motivaciones y con distintos efectos, que los objetivos que se buscan son
diferentes en los mismos movimientos o, si se prefiere, que ciertas cosas se
hacen por unos motivos mientras se justifican con otros. La sospecha de que
sean los intereses de los países más industrializados los que buscan la
ampliación para expandir sus mercados antes que el ideal de construir una
Europa más solida, unida y con reducción de diferencias, comienza a calar.
La
descripción de Joschka Fisher del estado europeo anterior —" un orden
político basado en la competencia, la desconfianza, el conflicto de poderes y,
en última instancia, la guerra entre Estados soberanos"— se parece cada
vez más a lo existente ahora que a lo que se imaginó, con la excepción de los
conflictos bélicos, que podrían producirse si la entrada en la Unión de los
restos mal curados de los Balcanes vuelven a estallar. Señalaba Lucía Abellán
en la últimas líneas de su artículo:
Croacia y la zona que representa, los
Balcanes, encarnan el aspecto más ilusionante del proyecto europeo: la
consolidación de la paz. Porque solo las perspectivas de integración ya
propician la concordia, como acaba de ocurrir con el histórico acuerdo de
Serbia y Kosovo. “Si no fuera por la aspiración a entrar en la UE, ¿cómo
estarían esos países?”, reflexionan fuentes de la Comisión.**
Si el
resultado de la integración en la UE de estos países no satisface las
expectativas creadas, la vuelta a los conflictos, esta vez dentro de la Unión,
habría dejado en evidencia lo frágil e interesado de los acuerdos de
paz e integración. No se han resuelto los odios, solo se les ha dado unas
expectativas de futuro. Es ingenuo pensar otra cosa.
Lo que
parece evidente es que la Unión Europea tiene que trasladar sus "sanos"
motivos políticos al orden económico, en donde los "perversos"
principios siguen basándose en la prioridad de unos sobre otros. Igualdad política y desigualdad económica no parece una buena receta. Los criterios
de entrada —políticos y económicos— son esenciales, pero es mucho más importante
que solo sean el primer peldaño en el camino de la mejora común. Y esto cada
vez se muestra más difícil.
La
crisis está abierta y es mucho más profunda de lo que se piensa, va más allá de lo
económico. La confianza en una Europa solidaria e igualitaria se ha venido
abajo al interpretarse —con motivos fundados— que el más poderoso puede imponer
sus criterios a los más débiles. Es el argumento de más peso para resistirse a la
pérdida de soberanía que, muchos dicen, es la solución.
Hace poco menos de un
año, CNN-Expansión reproducía un artículo de Cyrus Sanati en Fortune en el que se comentaban los beneficios de Alemania en la
crisis:
Con un crecimiento económico positivo, un
bajo desempleo y tasas de interés increíblemente bajas, Alemania simplemente no
tiene prisa por implementar reformas que hayan sido propuestas por sus vecinos
más débiles económicamente, ya que tendrían un impacto negativo en la capacidad
de Alemania de obtener préstamos baratos e incrementar sus exportaciones.
La única manera de convencer al más grande de
los miembros de la Unión Europea (UE) de asumir reformas, como emitir
eurobonos, sería si se concedieran incentivos, tales como el control sobre la
política fiscal de la eurozona.***
Si la
solución es esa, sin la voluntad solidaria, Europa no será más que el resultado
de un colonialismo de guante de seda.
Gran parte del crecimiento de los países cuando entran en Europa se debe a su
endeudamiento, del que el "norte rico" es el principal acreedor y
beneficiario. Las instituciones económica europeas les protegen y son países receptores de los
pánicos que provocan: «[...] la gran oleada de compras
últimamente ha provenido de depositantes españoles y griegos que están
retirando desesperadamente todos sus ahorros y colocándolos en bonos alemanes
ante el temor de que sus respectivos gobiernos salgan de la zona euro y destruyan
sus ahorros a través de la devaluación»***, señalaban en CNN-Expansión en junio de
2012. Con una financiación sin costes, Alemania puede crecer con más facilidad
que sus "competidores", que corren con un saco a la espalda. El viejo orden se perpetúa.
El problema de los que corren es que ese saco va
aumentando de peso cada día. Como dice Fisher, es cuestión de tiempo que llegue
al poder de uno de los países fuertes alguien que dé el primer paso y pida
salir ante la intransigencia y el deterioro. Puede que descubramos que Europa
puede estar políticamente unida pero en conflicto económico permanente, que los efectos beneficiosos de la unión política se ven contrarrestados por las desigualdades económicas que, lejos de reducirse, irán sembrando la semilla de la disolución si no se remedia. El efecto colateral de la crisis económica es la aparición de fenómenos políticos indeseables, como el crecimiento del resentimiento entre países y la xenofobia, el racismo, los extremismos y los nacionalismos antieuropeístas.
Ya sea "todo política" o "todo economía", lo cierto es que, cuando ni una ni otra funcionan, da igual.
*
Joschka Fisher "Peligra la unidad europea" El País 3/05/2013
http://elpais.com/elpais/2013/05/02/opinion/1367513349_073014.html
**
"Europa busca blindar la democracia" El País 1/05/2013 http://internacional.elpais.com/internacional/2013/05/01/actualidad/1367429803_556595.html
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