Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
No creo
que el primer telediario del día le haya dedicado más de treinta segundos a la
noticia de la concesión del premio de "inventor europeo del año" al
ingeniero español José Luis López Gómez. No creo que la redacción de la noticia
tuviera más de dos frases y creo que ninguna de ellas tuviera una coma siquiera.
Le han dedicado una cuarta parte del tiempo empleado en explicar lo que pasa
con Neymar y la mitad de porqué Carlo Ancelotti no fichará por un equipo español
este año. He tardado en encontrarlo igualmente en la prensa, hasta que al final
me apareció en un pequeño recuadro cambiante en el diario ABC, que nos habla genéricamente
de "un ingeniero español".
La
falta de comprensión de la relevancia de este premio en estos momentos me
parece penosa. En un momento en el que los ingenieros reclaman el protagonismo
para que en España se pueda desarrollar una industria que nos haga salir del
agujero (eso sí, de campo de golf), ignorar una noticia como esta o
infravalorarla nos muestra que seguimos con una visión distorsionada de la
realidad española y, lo que es peor, que carecemos de una visión adecuada de futuro.
No solo está en crisis la economía española; lo está nuestra forma de pensarla.
La
ingeniería española ha reclamado hace unos días los apoyos económicos e
institucionales para poder salir a competir fuera de España, apoyo para lograr
contratos para las empresas nacionales que los ingenieros han puesto en marcha
para tratar de huir del "exitoso" cóctel hispánico del "ladrillo
soleado" que nos ha desequilibrado el crecimiento y nos condena a un
modelo de desarrollo como el que ahora padecemos, flojo de remos.
¿No es
"marca España" el reconocimiento conseguido por José Luis López Gómez?
¿Por qué no se abren más sectores —los que ahora son silenciados— al
reconocimiento? ¿Por qué se sigue
potenciando el mismo modelo? Puedo comprender que no se pueda dejar de hacer paellas en mucho tiempo, pero ¿por
qué no ir creando el convencimiento —interior y exterior— de que somos un país
potente en muchos otros sectores? ¿Por qué no convencernos de que se puede, que
merece la pena invertir en sectores productivos que pueden ser rentables?
Tenemos ingenieros buenos, muy buenos; ingenieros repartidos por todo el mundo
en empresas que los valoran y les sacan provecho. Tenemos muy buenos científicos,
igualmente, que se tienen que ir a lugares en donde existe la investigación en
las que destacan.
El
problema español es de desequilibrio miope, de incapacidad de valorar su propio
potencial que se acaba atrofiando o emigrando por falta de desarrollo. Es
responsabilidad política que un país aproveche su potencial. España ha realizado
un gran esfuerzo de modernización reciente que se ha visto secuestrado por las
inversiones en dos sectores interrelacionados como son la construcción y el
turismo.
Se
sigue haciendo política pensando en estos dos sectores. Podemos seguir
celebrando a toda página los éxitos de nuestros cocineros, a los que hemos
convertido en celebridades, pero debemos empezar a dar el reconocimiento debido
a los que no están ni entre balones o raquetas, ni entre fogones y botellas. Y debemos
hacerlo para que crean en un futuro posible, no en la "marca" sino en
el país real. Debemos hacerlo para que el que estudie una ingeniería no piense
desde primero de carrera que su destino es un país distinto del suyo, que aquí será
ignorado, despreciado e infravalorado. También para que aquellos que demuestren
interés por la investigación lo hagan, que se puedan imaginar trabajando para
su país, creer en él. Y para eso es necesario que el país crea en ellos.
Ahora
que se habla del desempleo juvenil y de ayudas a los "jóvenes
emprendedores", ofrezcámosles la posibilidad de crearse un futuro más allá
de un bar de copas o un mercadillo medieval. Es la oportunidad.
José
Luis López Gómez es un ingeniero jubilado de Talgo. Representa el extremo contrario a
la doctrina oficial que se nos cuenta todos los días desde los púlpitos de la
inutilidad: se comprometió con Talgo, en la que trabajó desde 1967 hasta que se
jubiló en 2004 y desde entonces ha seguido vinculado con la empresa como asesor
técnico de la presidencia. No tuvo que irse a ningún sitio a demostrar que era
bueno porque su propia empresa lo supo valorar. Su movilidad era mental: no
dejó de pensar en mejoras para sus trenes.
El Diario de Burgos, el de su provincia, lo
entrevistó hace un mes y les dijo: «Todo se puede mejorar, nunca podemos decir
que aquí está el límite»*. Eso es una filosofía de vida que debería extender a
la mentalidad de muchos. Es aplicable a trenes y países. José Luis López Gómez tenía
en su mente de ingeniero el compromiso de que en sus coches se viajara cada día
más cómodamente, con más seguridad. Pensar en las ruedas era también pensar en
los viajeros, en su seguridad y comodidad. Un tren es también como un país,
pensar en los que van dentro. Y hay que saber, sobre todo, adónde se va. Entre los trenes de alta velocidad y los trenecillos que pasean turistas por nuestra ciudades y playas, el futuro está en los primeros.
Nos
cuenta el Diario de Burgos lo que el
presidente de la OEP, Benoît Battistelli, dijo de él en su discurso: «Ha hecho
los viajes en tren más rápidos, seguros y más eficientes enérgicamente,
demuestra que el público valora mucho el progreso técnico que mejora de forma
evidente la movilidad».*
Un
ingeniero español que trabajó en una empresa española en la vanguardia europea
y mundial. A muchos les parecerá casi una quimera, pero es por lo que hay que
luchar. Como bien señalaba López Gómez, "nunca podemos decir que aquí está el límite".
Me gustaría pensar en este premio, además de como el merecido reconocimiento al
trabajo de una persona, como una invitación a un futuro posible.
*
"El ingeniero de Talgo José Luis López Gómez, mejor inventor europeo
2013" Diario de Burgos 29/05/2013
http://www.diariodeburgos.es/noticia/Z41F7B993-0101-D55E-8A3BDF678E32B342/20130529/ingeniero/talgo/jose/luis/lopez/gomez/mejor/inventor/europeo/2013
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