Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Cada
vez estoy más convencido de que lo que caracteriza a las democracias es la
normalidad. Yo soy aspirante a un "país normal". No es fácil definir
qué es la "normalidad", desde luego, pero creo que es parte esencial
de esta condición la sencillez explicativa. Es como la "navaja de Ockham
democrática". Las democracias que funcionan mejor pueden explicar lo que
sucede con una sencillez mayor que las dictaduras o los estados intermedios en sus
diferentes grados. Entre el silencio absoluto, signo de desprecio, del dictador
terrible, y el gobernante sincero y veraz, que asume sus errores y los explica
a los ciudadanos, existe un ancho océano de divagaciones, absurdos, disparates
e invenciones de todo tipo con los que explican lo que les ocurre o causan.
Debería
iniciarse la recolección de textos para componer una "antología del
disparate", tal como la que antes se realizaban con las barbaridades y
explicaciones de los alumnos en los exámenes. Me imagino que dejó de editarse
ante el desbordamiento de la información recogida. Pero la política sí se
presta bien a esto, a la antología disparatada. Uno de los capítulos, sin duda,
debería ser el de las "conspiraciones". Junto a otros igualmente
sustanciosos, la "conspiración" es uno de los temas favoritos de los
dirigentes políticos en sus fases autoritarias y va decreciendo —perdiendo
interés— conforme se va avanzando hacia posturas más sencillas y democráticas.
Si están en el poder, se conspira contra ellos; si están en la oposición, se
conspira para que no lleguen al poder. La conspiración está omnipresente y todo
lo explica.
Por
ejemplo, a Vladimir Putin le encantan
las conspiraciones y tiene con ello a media oposición y a las Pussy Riot en la cárcel; a él, en cambio, le
fastidia mucho que se insinúe que las muertes de sus opositores son extrañas y
coincidentes en el método, en ocasiones. También a Mohamed Mursi, en Egipto, le
interesa apelar a los conspiradores; las mismas explicaciones que daba Hosni
Mubarak pero cambiadas de signo. No hablemos de las conspiraciones para
desalojar a Berlusconi, que ojalá hubieran llegado antes, piensan muchos
italianos. También nuestros Rajoy, Pérez Rubalcaba y demás, cuando se ven
apretados en algún terreno, recurren a conspiraciones, pero suelen ser de andar
por casa. En general, tiran de extrañas historias para justificar lo
injustificable ante los que les escuchan, unos admirados y otros atónitos. No
digo yo que no haya conspiradores en el mundo, me refiero al abuso de la
conspiración y de la explicación extraordinaria. Al final, de los errores nadie
es responsable, solo los conspiradores, figura oscura y recurrente.
Los
periódicos de medio mundo comentan hoy la extraña teoría conspiratoria que ha
desarrollado el gobierno venezolano sobre la carencia de papel higiénico. Hay
otras carencias importantes en los supermercados de Venezuela —y no solo de
ahora—, pero esta explicación conspiratoria está siendo especialmente
sustanciosa y comentada. A la recientes conspiraciones norteamericanas,
españolas o a los intentos de asesinato desde la vecina Colombia, se suma ahora
la conspiración higiénica.
Como
muchos venezolanos se quejan de que los medios españoles no son muy ecuánimes
al contar algunas cosas que se hacen allí, me decidí a zambullirme en el ojo de
la conspiración y es esto lo que me encontré. Las declaraciones
del ministro de Comercio venezolano, don Alejandro Fleming, se explican por sí
solas, con la nitidez económica que debe unirse al cargo:
"No hay deficiencia en la producción
sino una demanda excesiva que ha generado compras nerviosas en la población
producto de la campaña mediática que se ha generado para perturbar al país. La
revolución traerá al país el equivalente a 50 millones de rollos de papel
higiénico (…) vamos a saturar el mercado para que nuestro pueblo se tranquilice
y comprenda que no debe dejarse manipular por la campaña mediática de que hay escasez
y que ha ocasionado esa sobre demanda", manifestó.
El ministro señaló que el consumo mensual de
papel higiénico en nuestro país es de 125 millones de rollos, y que la
sobredemanda que actualmente se palpa, "nos lleva a pensar que se requiere
unos 40 millones adicionales. Vamos a traer 50 millones para demostrarle a esos
grupos que no lograran doblegarnos. El presidente Chávez dejó una economía
fortalecida y los mecanismos para seguir fortaleciéndola”.*
Me
excusarán que transcriba algunos de los comentarios que han suscitado las
declaraciones —llenas de sabiduría económica— del Ministro. Uno se imagina la
tensa reunión de Papeles Venezolanos (Paveca), la empresa estatal que debe
mantener ajustados los niveles de producción de papel en el país, tratando de hacer el cálculo
de la demanda para frenar la maniobra de los conspiradores que han provocado este pánico. Otros medios hablan de zonas del país en las que especuladores juegan con los
precios y se impone el racionamiento para evitarlo.
La
conspiración papelera no debe triunfar y el gobierno se ha asegurado de hacerle
frente en todos los terrenos. Preocupan especialmente que solo puedan disfrutar
del papel higiénico los "ricos", por lo que urge el control de los
precios:
Asimismo, dijo que a través del Indepabis se
reforzaran los mecanismos de fiscalización en todo el país para garantizar que
la población adquiera estos productos a los precios justos.
“Vamos a hacerle frente a cualquier mecanismo
que busque desestabilizar la revolución (…) tenemos un presidente legítimo que
está abocado a dedicarse al pueblo independientemente de los postulados
políticos o económicos que tengan”, reiteró.*
De los
muchos "pánicos" de los que hemos oído hablar en la historia de la
Economía, es la primera vez que escuchamos uno de este tipo. Y es que si se
tiene todo muy ajustadito, la más mínima urgencia desata los miedos en los
mercados.
Problemas
tenemos todos, claro, pero aquí solo hablamos del tipo de explicaciones que se les da. Seguro que las hay más sencillas. Parece que si no hubiera un conspiración nos faltara algo. Había un viejo chiste gráfico que mostraba a un médico auscultando a su paciente y le decía "¡Conspire..., respire! ¡Conspire..., respire!". Pues algo así, el aire de la política.
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