Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
En esta
sesión continua judicial en que se nos ha transformado España, en la que se
alternan en cartelera la nobleza ganancial con los empresarios chinos, los ex
ministros con los médicos "dopadores", etc., en una insólita muestra
de biodiversidad ibérica, de fauna medio pensionista —entran y salen—, les tocó
escuchar sentencia al mundo cañí, a
la parte sentimental, al triángulo equilátero del amor rociero y marbellí, a
ese trío irrepetible, Pantoja, Muñoz y Zaldívar.
Estos
ídolos del "cuché" escucharon en la sala las frías palabras de
lectura de la sentencia con las condenas de prisión y cuantía de las multas y
la advertencia del juez a los presentes —"más público que nunca", nos
dicen— de que "no se admite ninguna muestra de aprobación o
desaprobación" para atajar el volumen creciente del rumor.
Pero
los jueces no están en la calle y allí sí estallan las voces y las pasiones que
sembraron los protagonistas a lo largo de su vida mediática. Podemos escuchar
con claridad los gritos de "ladrona" y "choriza", repetidos
una y otra vez, y algún esporádico "guapa" de algún fiel de toda la
vida o de alguien mal informado de porqué están allí. Ellos, acostumbrados a
los piropos y autógrafos, a estrechar manos y lanzar besos, no acaban de asumir
este tercer acto de sus vidas en el que el escritor del Gran Teatro del Mundo
decidió dar un giro a la obra pasando de la comedia sentimental al desgarrado drama
naturalista. ¿Qué extraña obra es esta?
La
solemne entrada en los juzgados —ellas del brazo de sus abogados, como señoras
de toda la vida; él dando la mano a los que tomaban primero posiciones— contrasta
con la tumultuosa salida de los ya condenados. Las cámaras dan cuenta de ese
calvario hasta llegar al coche —refugio salvador—, de los gritos y zarandeos,
de los desmayos y las palpitaciones, de los tirones de pelo...
Esta
España en permanente estado de protesta, de irritación ante el conocimiento de
sueldos y primas, de dineros blanqueados, de favores y amigos, estalla en
cuanto que tiene ocasión propicia. Lo que los jueces pedían en la sala,
represión de las emociones, se produce en la calle sin freno alguno, en toda su
intensidad. No sé si son seguidores traicionados, con el corazón roto de
desilusión, o contribuyentes justicieros. Son el prólogo de la pena que les
queda por delante.
En este
"spin-off" de la "Operación Malaya", se ha cerrado la
última temporada.
La
parte sentimental, musical y torera, lo rosa
del asunto, nos hace olvidar a veces que la historia es un episodio más de
corrupciones políticas y empresariales de enormes dimensiones; que
"Cachuli", más allá del cuché y los amoríos, era el alcalde de un importante municipio, heredero "natural"
de otro alcalde, Jesús Gil, que ya tuvo sus episodios judiciales y las maneras
mafiosas de controlar la ciudad, su "cortijo" urbano.
Decía
Julián Muñoz en entrevista telefónica en Telecinco, el día antes de la
sentencia, cuando le preguntan por las causas de su situación, —"en qué se
equivocó"— que "ser alcalde por mayoría absoluta le produjo un subidón absurdo, total y absolutamente
absurdo", y que al tener después una relación con Isabel Pantoja, "la
número uno en lo suyo", se creyó que era "poco menos que General de
División". Fiel a su visión del mundo, culpa al éxito electoral y al amor
de lo que le ocurre. No menciona que la causa de estar al borde la prisión sean
sus acciones delictivas. Su problema, dice, es que su ex esposa Maite Zaldívar
habló más de la cuenta en un programa de televisión levantando la liebre sobre
las famosas bolsas de basura llenas de dinero que salían de su casa; que Isabel
Pantoja era un personaje excesivamente conocido y mediático, que atrajo mucho
la atención; y que él se equivocó en su trato con la prensa y los medios.
¡Julián, Julián! No tiene la culpa el sol de que al ladrón nocturno le pille desprevenido
el amanecer.
Marbella
fue más que un pueblo; era una forma de ser, un estado de ánimo, una manera de
hacer las cosas. Era una ciudad cosmopolita que elegía con mayorías aplastantes
a sus propios caciques, cuyas actuaciones conocían todos con pelos y señales
porque su soberbia y prepotencia les impedía hacerlas a la sombra. El que
quería medrar, hacer negocios allí, ya sabía lo que tenía que hacer y a quién
acudir. Era una ciudad cuyo ayuntamiento tuvo que ser intervenido judicialmente
y en la que los críticos de la oposición resultaban estar tan enfangados como
los demás, acabando todos en los tribunales y en la cárcel. ¡Y presumían de
honradez algunos de ellos! Si hay una ciudad que ha escrito con letras de oro
su propio descrédito ha sido Marbella, el paraíso de la Jet. Alcaldes, primeros tenientes de alcalde, concejales, asesores,
funcionarios, directivos de Cajas... en cantidad inigualada en España, fueron
ingresando en prisión. Más que proceso, procesión.
Marbella tendrá que vérselas con su historia, barrer sus calles y despachos, desparasitarse, como tendrán que hacerlo otros lugares e instituciones. No es fácil acabar con plagas de carcoma, con chinches y garrapatas. En la mente decasi todos, Marbella es lo que han hecho de ella los Gil, Muñoz, Zaldívar, Pantoja, Roca... y todos aquellos que se beneficiaron de ella con el consentimiento y complicidad de muchos.
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