Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Antes
se usaba la expresión "madera de héroe" para indicar cualidades de la
persona, su valentía y arrojo, su carácter ejemplar, su solidez. Mucho me temo
que en estos tiempos no pasemos del cartón piedra, de la fachada coloreada y
con apariencia consistente que no resiste la más mínima embestida del viento de
la contrariedad. Si ayer hablábamos de la caída del ex Secretario de Energía británico
y de su salida de prisión, la prensa de hoy no habla de la dimisión del Gran
Rabino de Francia por la "enfermedad curricular", es decir, por
plagio y falsificación del grado académico y profesional. El ministro portugués
de Asuntos Parlamentarios, Miguel Revas, tuvo que dimitir hace unos días por
otro escándalo de este tipo. Era el último caso hasta el momento de esta preocupante
enfermedad que está causando estragos por todo el mundo.
Al
rabino Gilles Uriel Berheim, según nos cuenta el diario El Mundo, también le han pillado esas huestes dedicadas a cotejar
escritos, tesis y manifestaciones de cualquiera de las personas que les
parezcan sospechosas o a las que quieran hundir por diferentes motivos. El
rabino ha dimitido y se ha explicado así:
"A poco que tengas éxito, mucha gente te
percibe como una especie de héroe", se justificó entonces Bernheim.
"No tienes ganas de decepcionarles y te encierras en esa imagen que los
demás tienen de ti".*
Debo
confesar que los argumentos me han parecido conmovedores y filosóficamente
consistentes. Primero te presentas diciendo una mentira, pues el rabino Berheim
no tenía la "agregación" de Filosofía que había hecho constar en su
currículo; tampoco era el autor de muchas de las cosas que aparecían en sus
publicaciones. Y después, cuando los demás "te admiran" por lo que no
has hecho, temes decepcionarles. No hay prisiones más crueles que las que levanta
uno a su alrededor. La frase "te encierras en esa imagen que los demás
tienen de ti", siendo trágica, no tiene en cuenta que desde este momento
el rabino vivirá encerrado en otra "imagen" que tendrán de él, aunque
bastante diferente. El rabino, a estas alturas de la vida, ha descubierto a
Sartre y que el infierno son los otros. «L'enfer, c'est l´Autre», ese otro al que trato de impresionar. Algunos se lanzan a los fuegos infernales haciendo un salto con doble tirabuzón.
El
razonamiento de rabino podría extenderse a muchas figuras que van cayendo bajo
el peso de las cosas que nadie les exigió, pero que ellos ofrecieron con la
generosidad del que da lo que no es suyo.
Lo
preocupante es ese sonido a hueco, a cartón piedra que se va apoderando de los
"héroes", como dice el dimitido, de las figuras que necesitan
inventarse su propia vida para sobrevivir entre las ajenas. No sé si es muy
importante la posesión de los títulos académicos y publicar obras sobre temas
diversos para llegar a ser Gran Rabino. Me imagino que habrá unos conocimientos
que se dan por supuestos y otros que no son necesarios, pero que los
interesados no dudan en contabilizar.
El querer ser más es toda una epidemia. Nadie
parece satisfecho con lo que es. Desde que los méritos se publicitan más que el
ejemplo, el discurso de los hechos engorda más que los hechos mismos. Y, en
efecto, ese es el descubrimiento que une el presente con el pasado: hay que
hablar de los héroes para que no se olviden. La diferencia estriba en que antes
había que volver con el oso entero y ahora no hace falta ni la piel, sino que
nos basta con un simple certificado expedido por los Arthur Andersen de turno
diciendo que somos buenos, muy buenos, competentes y competitivos.
El
rabino ha puesto el dedo en la herida moderna. Con él, se nos convierten todos
estos héroes modernos en devaluados sanmanueles
—sin bondad y sin martirio—, héroes que no nos quieren decepcionar, guardianes
del trágico secreto de su propia vanidad, ejemplares sin ejemplaridad,
estudiosos sin estudio, políticos sin discurso, discurso sin políticos, abogados
sin justicia, maestros sin enseñanza..., en fin, todos aquellos que buscan
nuestro bien ocultando su mal.
Cuando
sus miserias ven finalmente la luz, es tal su congoja que hasta algunos, como
el rabino plagiario y ascendido filósofo, se confiesan liberados de haber
tenido que sostener con dolor la ilusión de los demás. Nos han querido ahorrar
la tragedia de la decepción. Y mientras ellos caminan, purgados ya, hacia la
redención, nosotros quedamos perplejos, hundidos en la duda, temerosos de que
cada día nos traiga la terrible revelación de que esos héroes que admiramos no
sean más que pulgas agrandadas con el chupado de nuestra sangre.
El
apocalíptico caballo de la decepción recorre el mundo pisoteándolo sin piedad.
El protector velo de Maya de la ignorancia es un telón que sube y baja dos
veces al día, en sesiones de tarde y noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.